[Versió catalana]

Concepción Rodríguez Parada

Facultat de Biblioteconomia i Documentació
Universitat de Barcelona

crodriguezp@ub.edu



Resumen [Abstract] [Resum]

A través del análisis de las definiciones de catálogo e inventario, se señalan las diferencias entre ambos y se hace un breve repaso del uso de ambos términos a través de la historia. Asimismo, se destaca su importancia para profundizar en la historia del libro y de las bibliotecas desde la óptica de diversas disciplinas, como la Historia de la cultura escrita. Tomando como ejemplo el inventario de la biblioteca del convento de la Orden de la Merced de Barcelona, se establecen líneas de trabajo a partir de la consideración de catálogos e inventarios desde el punto de vista de la Biblioteconomía.


1 Introducción

Tout ce qui reste d’une civilisation est ce qu’elle a écrit.
Le pouvoir des bibliothèques, p. 263.


Hace años que los historiadores han puesto de manifiesto la importancia del estudio de los inventarios y catálogos de bibliotecas en tanto que instrumento indispensable para dibujar una completa historia de la cultura. Ya Gabriel Naudé, maestro de bibliotecarios, en su Advis pour dresser une biblioteque (1627) es un referente en lo que respecta al interés de recopilar y difundir los catálogos de bibliotecas:

En suite dequoy il ne faut point obmettre et negliger de faire transcrire tous les catalogues, non seulement des grandes et renommés bibliotheques, soit qu’elles soient vieilles ou modernes, publiques ou particulieres, et en la possession des nostres ou des estrangers : mais aussi des estudes et cabinets, qui pour n’estre cognus ny hantez demeurent dans un perpetuel silence […] on ne peut rien faire à l’imitation des autres bibliotheques si l’on ne sçait par le moyen des catalogues qui en sont dressez ce qu’elles contiennent : […] ils nous peuvent instruire des livres, du lieu, du temps et de la forme de leur impression : […] un esprit genereux et bien nay doit avoir le desir et l’ambition d’assembler, comme en un blot tout ce que les autres possedent […] est faire plaisir et service à un amy quand on ne luy peut fournir le livre duquel il est en peine, de luy monstrer et designer au vray le lieu où il en pourroit trouver quelque copie, comme l’on peut faire facilment par le moyen des ces catalogues…2

Roger Chartier afirma sobre el mismo asunto:

Gracias a la difusión de los catálogos, el mundo hermético de las bibliotecas singulares puede transformarse en universo infinito de libros situables, inventariados, frecuentados, consultados y, eventualmente, prestados.3

Máxime Chevalier incide en el mismo tema al afirmar:

Los inventarios de bibliotecas particulares son documentos imprescindibles y documentos privilegiados para edificar una historia de la lectura y de la cultura.4

Si leemos con atención los textos de Naudé, Chartier y Chevalier, observamos que utilizan como sinónimos los términos "catálogo" e "inventario". El uso indistinto de ambas palabras es habitual entre los estudiosos de la cultura escrita. Su descubrimiento nos llevó a plantearnos si sería posible desterrar esta ambigüedad; esto es, si a partir de una investigación de carácter histórico nos fuera dado desvelar si un conjunto de palabras que comparten hasta cierto punto un significado común (catálogo, índice, inventario, lista y repertorio), se utilizan más en una determinada época que en otra, si el cambio de una palabra por otra es fruto de una "evolución", las razones de ella, qué valor añadido presenta un término frente a otro, etc. La búsqueda se ha revelado ímproba. La imagen más fiel que refleja la situación en la que nos encontramos es la de un ovillo inmenso que hemos empezado a desmadejar pero al que aún no hemos podido o sabido encontrar el principio a pesar del esfuerzo realizado por Albert Derolez centrado en los catálogos medievales.5 Se trata, por tanto, de seguir su ejemplo, un trabajo que queda en parte pendiente y al que nos dedicaremos en breve. Sin embargo, lo realizado hasta ahora nos permite tener algunas certezas que iremos desvelando a lo largo del artículo. Nuestro objetivo ahora es, por tanto, fijar en la medida de lo posible el significado general y a la vez "distintivo" de catálogo e inventario para mostrar qué luz aportan al conocimiento de la historia del libro y de las bibliotecas.

Tal como afirma Álvarez Márquez, la historia del libro ha sido acometida desde diversas materias (Derecho, Economía, Bellas Artes, Historia, Bibliofilia, etc.) y perspectivas distintas (marxista, positivista o cientificista...) para conocer las técnicas de edición del libro, su consumo y otros aspectos sociológicos relacionados con autores, editores y lectores. Cada disciplina ha fijado su atención en unos u otros elementos y ha tenido representantes conspicuos que han dejado su impronta:

En los últimos decenios, la historia del libro se ha convertido en un campo de estudio rico y variado, hasta el punto que los que nos acercamos a su dominio, nos encontramos desorientados, ante la abundancia de publicaciones y la concurrencia de diversas disciplinas y métodos [...]. Esta realidad, positiva al evidenciar la gran riqueza y variedad de vertientes de este campo de estudio, puede convertirse al mismo tiempo en una especie de trampa si los que la practicamos no llevamos a cabo una reflexión sobre los aspectos concretos que nos pueden interesar y los posibles modos de acercarnos a su conocimiento.6

Sin embargo, a pesar de la abundante bibliografía existente, nosotros echamos en falta, repetimos, una aproximación desde la Biblioteconomía que nos permita reconstruir una biblioteca para conocer el origen, la formación, su función en relación con su/s propietario/s, el tratamiento intelectual dado a la colección y los instrumentos de recuperación de la información.


2 Los catálogos/inventarios: algo de historia

En la Antigüedad (Asiria, Grecia, Roma, Alejandría), en las bibliotecas había catálogos/inventarios que se utilizaban exclusivamente para controlar la existencia de las unidades del fondo documental. A pesar de ello, los bibliotecarios destacaban de cada documento elementos que permitían describirlos e individualizarlos, constituyendo una suerte de análisis documental.

En la Edad Media, según Derolez, los catálogos e inventarios han recibido denominaciones diferentes, aunque el nombre actual de catálogo raramente se relacionaba con las bibliotecas. Siguiendo a Derolez,7 inventarium o inventorium eran los términos más utilizados debido a la redacción de inventarios de bienes muebles de personas físicas o morales. Es decir, tiene una finalidad claramente administrativa, pues su utilidad radica en comprobar la identidad de los documentos relacionados en el inventario con los realmente existentes en la biblioteca.

A partir del siglo XVI se produce un cambio substancial al nacer el concepto de acceso múltiple a la información, uno de cuyos máximos representantes es el bibliógrafo Konrad Gesner. Su obra Bibliotheca universalis (1545) estructura la información (autores griegos, latinos y hebreos así como sus obras) siguiendo un doble criterio que corresponde a los dos volúmenes de la Bibliotheca: en el primer volumen ordena los autores según su nombre de pila, al que agrega una lista en la que aparecen ordenados por el apellido y después el nombre; en el segundo, Pandectarium (1548-9), presenta un sistema de clasificación alfabética con veintiún encabezamientos de materia, bajo los que ordena las obras recopiladas en el primer volumen . Además, sugiere utilizar su obra como catálogo de biblioteca, para ello habría que añadir la signatura topográfica y el precio de los libros. En Gesner, por tanto, se observa una primera muestra de preocupación por la normalización de los nombres de los autores a la vez que una amalgama de inventario y catálogo.

En el siglo XVII se dan sucesivos intentos de descripción bibliográfica que combinaban apellido del autor y la primera palabra significativa del título en el caso de las obras anónimas; tal es el caso del catálogo de la Biblioteca de la Universidad de Oxford (1605) redactado por Thomas James y Thomas Bodley. La segunda edición de ese mismo catálogo (1620) establece directrices para normalizar las diferentes formas en que podía presentarse el nombre de los autores, con la novedad de incorporar referencias cruzadas que remiten de la forma no admitida a la normalizada, además de otras pautas. Del catálogo Bodleiano aún se haría una tercera edición oficial (1674) que fija nuevas reglas como, por ejemplo, encabezar por el nombre del primer autor las obras colectivas, entre otras.8

Tras la revolución del siglo XVIII, el gobierno francés estableció unas reglas de catalogación con la finalidad de organizar los fondos de las bibliotecas eclesiásticas y de nobles que habían sido desamortizadas. Por primera vez se utilizan fichas y no listas:

París solicitaba los siguientes datos: un número correlativo, el autor tal como aparecía en la portada, el título exacto extraído del libro, lugar de impresión, el nombre del impresor y fecha de impresión, medidas del ejemplar y otras características excepcionales. Las fichas debían ordenarse luego alfabéticamente, para ser atadas entre sí con un hilo que atravesaba su extremo inferior izquierdo. En la parte superior de la ficha quedaba anotado el nombre de la parroquia o distrito de origen. Se hacía una copia de la lista para el distrito antes de la encomienda a la capital francesa.9

Durante el siglo XIX, la creación de numerosísimas bibliotecas de variada tipología y de ricos y variados fondos hace necesaria la autonomía de la catalogación respecto de la biblioteconomía y su constitución en una disciplina "independiente". Se requiere la elaboración de reglas catalográficas precisas que normalicen la descripción bibliográfica, las cuales siguieron evolucionando a lo largo del siglo XX. Como en todos los ámbitos del saber, el aumento de la complejidad corre paralelo a la necesidad de una mayor especialización y al nacimiento de saberes autónomos capaces de explicar dicha complejidad. La Biblioteconomía, entendida como corpus de conocimiento, no es ajena a este proceso, el cual es visible por ejemplo, en la enseñanza de esta asignatura tal como se impartía en la Escola de Bibliotecàries de Barcelona.10


3 Un poco de terminología

Según el Dictionnaire encyclopédique du livre,11 catálogo es la:

Liste d’objets […], souvent accompagnée d’une description permettant d’identifier ceux-ci, et ordonnée selon un classement méthodique qui aide à les choisir, à les retrouver dans l’ensemble dont ils font partie.
[…]
1. Liste descriptive et ordonnée de l’ensemble des documents composant le fonds […] qui permet au lecteur localiser et d’obtenir ceux-ci à partir de clés de recherche (ou  "points d’accès") telles que l’auteur, l’éditeur, le titre ou le sujet.

Casi en los mismos términos se pronuncia García Ejarque:

Serie ordenada de cada una de las descripciones de las piezas que constituyen una colección...
Catálogo de los libros y demás materiales bibliográficos de una biblioteca con remisión al lugar que cada uno ocupa en ella, elaborado y dispuesto de forma que cualquiera pueda identificar un libro cuyos datos conoce, averiguar qué obras posee la biblioteca de un determinado autor o sobre un determinado tema, y ayudar a su selección.12

Las definiciones apuntadas comparten tres características que son muy pertinentes en relación al tema tratado:

En lo que respecta a inventario, el Dictionnaire lo define como:

1. Registre de documents que constituent les collections d’une bibliothèque…
L’inventaire est le registre à valeur comptable et administrative qui atteste que les documents sont propriété de la bibliothèque…
Un inventaire "rétrospectif" peut suivre l’ordre de classement des collections sur les rayons…
2. Catalogue d’une bibliothèque recensant un ensemble particulier de documents.
Il est arrivé que certains catalogues se soient vu attribuer le titre d’Inventaire, alors que leur conception et leur organisation les apparentent pleinement au "genre" catalogue.
[…]
4. Inventaire après décès: document notarié établi après le décès d’une personne et donnant la liste de ses biens.13

Y García Ejarque:

1. Asiento de bienes y demás cosas pertenecientes a una persona o comunidad hecho con orden y precisión.
2. Papel o documento en que están escritas dichas cosas.
3. Libro de inventarios. Operación periódica encaminada a comprobar la integridad de una colección documental de acuerdo con el asiento descriptivo y ordenado de sus piezas. En una biblioteca suele hacerse de acuerdo con el catálogo topográfico.14

Dos son, fundamentalmente, pues, los elementos comunes que comparten ambas definiciones. Un inventario:

El Dictionnaire encyclopédique du livre hace alusión a dos asuntos importantes a los que nos referiremos a lo largo de nuestra exposición. En primer lugar, reconoce que algunos al referirse a catálogo lo denominan inventario aún cuando, de hecho, es "pleinement" un catálogo. En segundo lugar, menciona una tipología de inventario en concreto, el "après décès" o post mortem, que es el utilizado por los historiadores de la cultura, al cual dan el nombre de "inventario de biblioteca".

Para no alargarnos más, a partir de la síntesis de las obras de referencia consultadas, definiremos como catálogo de biblioteca a la lista o nómina ordenada de documentos existentes en una biblioteca. Esta enumeración incorpora puntos de acceso que permiten la localización de dichos documentos en ella.

De esta definición se derivan las principales funciones de un catálogo de biblioteca, que consisten en:

A diferencia del catálogo, el inventario es un instrumento administrativo y de control que informa sobre la posesión, la pérdida y la sustracción de bienes. No se nos escapa, sin embargo, que algunos inventarios desde el momento que incorporan otros datos (precio, cota, editor, etc.) han sido útiles también a los estudiosos de la historia del libro desde cualquiera de las vertientes consideradas.

Una vez establecidas las diferencias entre ambos conceptos, abordaremos el uso que los historiadores han hecho de ellos.


4 Los catálogos e inventarios en la historia del libro y de las bibliotecas

El interés que desde hace unos años despiertan los inventarios de bibliotecas nace al calor, fundamentalmente, del ensayo Livre, pouvoirs et société à Paris au XVIIe siècle, de Henry-Jean Martin (1969),15 que propone acometer una historia del libro desde parámetros cuantitativos, abandonando la exclusiva consideración del libro como mero objeto. Martín indica con claridad que se trata de inventarios de bibliotecas propiedad de un individuo, realizados con un objetivo "testamentario". Es decir, Martin defiende que a partir del análisis de los inventarios post mortem es posible conocer la identidad y características de los lectores, saber cuántos libros tenían, qué leían y, según la importancia de dichos lectores, la influencia que ejercían sobre su entorno. Sin embargo, no todos los historiadores están de acuerdo con esta metodología. Así, ya en la década de los 70 del siglo pasado, al poco de publicarse la obra de Martin, fue criticada por Furio Diaz y Adriana Lay, ésta última de manera parcial. Ambos disienten sobre la conveniencia de aplicar métodos cuantitativos a la historia de la cultura: el primero se refiere a la dificultad de identificar al poseedor con las ideas contenidas en el libro;16 la segunda, a pesar de destacar los límites del método cuantitativo, recomienda su aplicación. Sin embargo, afirma, esta metodología debe completarse con el recurso a otras fuentes de información y el sometimiento de los datos obtenidos al contexto social investigado.17 Otra crítica viene de la mano de Maxime Chevalier, aun cuando reconoce también sus innegables virtudes:

Pero el estudio del contenido de las bibliotecas no representa el único método científico válido para definir las aficiones literarias de los lectores [...]. Admitir la idea sería caer en una ilusión de tipo cientificista, sería ceder al vértigo de nuestra época de calculadoras, una época en la cual los historiadores de la literatura fácilmente quedan deslumbrados por los métodos cuantitativos que emplea la historia de la economía [...]. El estudio de los inventarios [...], no invalida otros tipos de encuesta. Las lecturas de un hombre, las lecturas de un grupo, las hemos de determinar también tomando unos caminos trillados, sí, pero caminos que no hemos explorado lo bastante, y apelando a unos métodos antiguos ya, pero cuya virtud no queda agotada.18

Otro historiador crítico con la metodología cuantitativa de Martin, y con toda seguridad el más importante por la influencia ejercida, es el antes aludido Roger Chartier. Su tesis se asienta sobre la base del concepto "receptor de lo escrito". Tomando del filósofo francés Paul Ricoeur los conceptos "mundo del texto" y "mundo del lector"19, Chartier considera la lectura como el acto mediante el cual el texto cobra sentido y adquiere eficacia. Esto es, "la lectura es una práctica de múltiples diferenciaciones en función de las épocas y los ambientes, y que el significado de un texto depende, también, de la manera en que es leído". De ahí que afirme que hacer la historia de las lecturas y de los textos es, en el fondo, construir la "historicidad del proceso de apropiación de los textos":20

... l’appropriation désigne l’effectuation, l’actualisation des possibilités sémantiques du texte ; d’autre part, elle situe l’interpretation du texte comme la médiation à travers laquelle le lecteur peut opérer la compréhension de soi et la construction de la "réalité".21

Casi tres décadas antes que Chartier, Jordi Rubió i Balaguer ya nos habla de la necesidad de situar la historia del libro y de la lectura en las coordenadas del lector y, por tanto, de la función desarrollada por la biblioteca:

Vull dir que la història del llibre considerat aïlladament, en incomunicació, si això fos possible, amb el lector per a qui fos destinat, ens reserva el seu millor secret. Però aquest secret se’ns revela quan veiem el llibre polaritzant l’ànsia de posseir-ne i la curiositat de llegir-ne.22

Si Martin consideraba que a través de los inventarios podíamos conocer "quiénes son los lectores, cuántos libros tienen y qué leen", Chartier, a partir de determinadas investigaciones sobre la presencia de unos mismos títulos en bibliotecas de personas de diferente extracción social en el Renacimiento, defiende que podemos saber "cómo se lee y cómo se comprende lo leído". Sin embargo, es el propio Chartier el que, a pesar de las críticas que realiza a Martin, avala el uso del método cuantitativo como conditio sine qua non para posteriores estudios, cuando menos, en dos de sus textos. En el primero de ellos, escrito en colaboración con Daniel Roche, afirma:

Attentifs lecteurs de leurs voisins sociologues, les historiens ont jugé nécessaire d’introduire le nombre dans l’étude des pratiques culturelles. Certes, le fonctionnement d’un système culturel ne peut se réduire à une série de statistiques et toute interprétation globale d’une culture et avant tout compréhension des significations spécifiques qu’elle accorde aux mots, aux gestes, aux relations entre les hommes et à celles qu’ils nouent avec la nature ou le divin. Mais sous peine de se perdre dans une trompeuse vision d’unanimité, une telle démarche doit s’appuyer sur l’analyse, nécessairement quantitative, […] à l’intérieur du monde longtemps restreint des usagers du livre, l’inventaire des attirances est une première clé pour opérer…23

En el segundo, escrito años más tarde, sostiene:

De aquí la construcción (totalmente necesaria) de indicadores aptos para revelar las diferencias culturales; así para una situación dada, el porcentaje de inventarios post mortem mencionando la presencia de impresos, la clasificación de colecciones según el número de obras que contienen o la caracterización de la economía general de las bibliotecas privadas en función de la parte que allí tienen las distintas categorías bibliográficas. Bajo esta perspectiva, reconocer las lecturas de los lectores franceses entre los siglos XVI y XVII significaba, ante todo, constituir series de datos cifrados, establecer umbrales cuantitativos y señalar traducciones culturales de las diferencias sociales [...] este camino, asumido colectivamente, ha acumulado conocimientos sin los cuales no se podrían haber planteado otros interrogantes.24


4.1 Las bibliotecas españolas

A pesar de que sigue siendo mucho lo que queda por hacer, empiezan a ser abundantes los estudios sobre bibliotecas particulares españolas. Los primeros inventarios, según reconoce Máxime Chevalier "se vienen publicando en libros y revistas, en especial desde el decenio 1940-1950".25 Así, él enumera todos los inventarios y catálogos de los que tiene noticia, relativos a bibliotecas de los siglos XVI y XVII. El hispanista Jean-Michel Laspéras, en un artículo publicado en 1980, recoge los inventarios de bibliotecas de los siglos XV a XVII, no sin antes advertir:

Connaître la culture des hommes des XVe, XVIe, XVIIe siècles dans le monde hispanique, tenter d’appréhender ce qu’ils lisaient —ou ne lisaient pas— demeure une tâche ardue et cependant indispensable pour qui s’interroge sur ces siècles. Parmi les possibilités offertes, bibliothèques privées, fonds de librairies et envois de libres à destination des Indes son, en dépit d’insuffisances ou de difficultés d’interprétation intrinsèques des documents de première importance.26

Centrados en la realidad barcelonesa, es imprescindible no olvidar la tarea pionera de Josep M. Madurell y Jordi Rubió i Balaguer.27 Otro exitoso intento recopilador es el de Gimeno Blay y Trenchs Òdena sobre la Corona de Aragón en el siglo XVI.28 En esta breve relación no quisiéramos olvidar tampoco la gran labor desarrollada por Bartolomé Bennassar,29 por el ya citado Máxime Chevalier,30 Philippe Berger,31 Genaro Lamarca Langa,32 Trevor J. Dadson,33 J.N. Hillgarth,34 M.A. Casasnovas Camps,35 Javier Burgos,36 Manuel José Pedraza Gracia37 y Manuel Peña,38 entre muchísimos otros. A estas alturas y debido a la gran cantidad de estudios publicados sobre inventarios, no nos ha de sorprender la propuesta de Víctor Infantes en el sentido de editar un Inventario de inventarios.39


4.2 Los inventarios: limitaciones

El análisis de una colección bibliotecaria a partir de inventarios post mortem presenta algunas dificultades que vamos a reseñar brevemente:

Sin embargo, a pesar de la constatación de estas limitaciones e insuficiencias, los historiadores sostienen la utilidad de los inventarios como objeto de estudio. Lamarca Langa citando a Fevbre, afirma: "plantear un problema es, precisamente, el comienzo y el final de toda historia. Sin problemas no hay historia."40 La respuesta, magnífica, al/los "problema/s" destacados, la da el propio Lamarca cuando al referirse a su ámbito de trabajo —la cultura del libro en la época de la Ilustración en Valencia— manifiesta:

El objetivo general es claro y fácil de enunciar: conocer tan bien como sea posible la presencia de los libros que podían existir en las viviendas privadas valencianas, de cualquier grupo social, durante la segunda mitad del siglo XVIII.
[...]
¿para qué?, ¿por qué puede interesar este conocimiento?
[...]
¿cómo acercarnos al conocimiento de las ideas y de las gentes sin historia? [...]
Los catálogos de las bibliotecas que aparecen en los inventarios pueden ser una de esas fuentes, fuente que además puede proporcionarnos abundantes datos en otros órdenes también muy significativos.
[...]
Desde el punto de vista metodológico [...] no se ha pretendido hacer exclusivamente la historia social cuantitativa que "cuenta, mide y pesa", en frase expuesta por Labrousse, porque se ha intentado no caer en la obsesión por el número, pero sí se ha intentado un estudio de historia social, y para ello el número es imprescindible...41


4.3 Los catálogos e inventarios desde la Biblioteconomía

Como afirmábamos más arriba, al enfrentarnos al estudio de una biblioteca concreta hay tres cuestiones fundamentales que no podemos dejar de lado, a saber: el origen, la formación y la función desarrollada por la biblioteca. Si no tratamos estos asuntos en profundidad, el análisis de los catálogos y/o inventarios sería una sucesión de datos carentes de un marco global de interpretación. Esto es especialmente pertinente si abordamos el estudio, no de una biblioteca particular, sino una biblioteca que sirve a un colectivo de usuarios: convento, monasterio, colegio, universidad, etc. En este caso se supone una mayor presencia de documentos que hacen más necesario, si cabe, el recurso a instrumentos que faciliten la descripción y la recuperación de información porque el bibliotecario encargado no puede recordarlo todo. Nos apartamos, por tanto, del ámbito de los inventarios post morten utilizados por los autores citados, para centrarnos en la recuperación y el estudio de catálogos e inventarios de bibliotecas, porque nos permiten realizar una historia completa del libro, de las bibliotecas y de la Biblioteconomía.


4.3.1 Totius conventi maxima oficina

Una biblioteca, independientemente de su tipología, adquiere su pleno sentido gracias al uso que de ella hacen sus lectores y la relación que guarda con la organización a la que sirve. Si tomamos como ejemplo la biblioteca del convento de la Orden de la Merced de Barcelona42 deberíamos también conocer la historia de la congregación: carisma, regla, constituciones, etc. En este caso, la biblioteca conventual tenía una doble función: la primera de ellas consistía en dar soporte a la vida consagrada de los miembros de la orden, y la segunda dar soporte a la investigación y a la docencia, ya que el convento de Barcelona era el centro de formación superior de los futuros mercedarios, algunos profesos impartían enseñanza en el llamado Colegio Tridentino o Seminario y en 1776, siguiendo la llamada del obispo Climent, el convento acogió un centro de enseñanza de primeras letras.

La doble función señalada es evidente a partir de la presencia casi exclusiva, según consta en el inventario, de referencias de libros de temática "profesional": teología dogmática, escolástica y moral, Biblia, escritos de los Santos Padres, libros de sermones, cánones, rúbricas, de historia eclesiástica, vidas de santos, filosofía, diccionarios, pedagogía etc. Fundamentándonos en dicha presencia ha de ser posible descubrir las influencias filosóficas, espirituales y de otra índole y, simultáneamente, la certificación de determinadas ausencias de autores o corrientes —"grietas culturales" las llama Chartier— serán asimismo muy reveladoras acerca de la línea intelectual predominante en el seno de la Merced. Además a través del análisis del fondo bibliotecario conventual podremos seguir el rastro de la producción intelectual de sus propios miembros, esto es, la contribución mercedaria a la historia del pensamiento y la cultura, ya que en entornos académicos como el que nos ocupa la lectura suele ir acompañada de la escritura, esto es, el lector acaba siendo también "productor" de nuevo conocimiento ya sea a través de notas o comentarios escritos en los márgenes o bien a través de la redacción y publicación de nuevas obras.

El análisis del inventario permite también profundizar en la historia del libro: impresores y lugares de impresión, tipos de encuadernación y materiales, paleografía, iconografía, codicología, etc.; y en la historia de las bibliotecas y la Biblioteconomía: "reconstrucción" y contextualización de bibliotecas, modelos de referencia bibliográfica, sistemas de clasificación de materias y topográfico, etc.

Sin embargo, las limitaciones destacadas en los inventarios post mortem son del todo aplicables a los inventarios de bibliotecas:

Estas limitaciones dificultan la identificación del ejemplar concreto. Esto es, si, por ejemplo, a la consecuencia más inmediata de la desamortización de Mendizábal, la disgregación de los fondos de los conventos y su posterior traslado a diversas sedes hasta que finalmente llegaron a la biblioteca de la Universidad de Barcelona, le sumamos la descripción incompleta de los volúmenes que aparecen en el inventario, llegar a tener la completa seguridad de que la referencia contenida en el inventario se refiere al ejemplar localizado en dicha biblioteca sólo es posible si éste último contiene un exlibris del convento de procedencia o el nombre de algunos de sus miembros.

El trabajo de un bibliotecario investigador, por tanto, ha de basarse en tres pilares: uno, estudio del catálogo/inventario para conocer aspectos esenciales de la historia del libro y de las bibliotecas; dos, el análisis de los fondos disponibles, que nos facilita, siguiendo a Henry-Jean Martín "conocer las características de los lectores, saber cuántos libros tienen y qué leen"; y tres, quizá nos sea permitido saber, analizando la producción documental de los propietarios de la biblioteca, tal como postula Chartier, "cómo leen y cómo comprenden lo leído".


5 Conclusiones

Para concluir, dos son los asuntos a destacar: en primer lugar, dado el interés que despierta la historia del libro y de las bibliotecas desde diversos puntos de vista, es necesario establecer sinergias y líneas de trabajo interdisciplinar entre las diferentes materias que hasta ahora la han abordado, como la Historia de la cultura escrita, el Derecho, la Economía, las Bellas Artes, etc., y la Biblioteconomía. Las primeras consideran el tema parcialmente, mientras que la segunda ofrece un marco global en el que situar y dotar de significado los datos aportados desde las disciplinas implicadas. En segundo lugar, debemos apelar a la responsabilidad de los investigadores de la Biblioteconomía para que rescaten y difundan estos espacios de memoria y de conocimiento que son las bibliotecas patrimoniales, un saber, una historia que estamos a tiempo de salvar.




Notas

1 El descubrimiento de que los catálogos e inventarios de bibliotecas constituyen un instrumento precioso para conocer los intereses intelectuales de sus propietarios se lo debo a mi maestro Francesc J. Fortuny i Bonet (1936-2004). La toma de conciencia de que es responsabilidad de todos difundir el patrimonio bibliográfico y documental de las órdenes religiosas desamortizadas también es obra suya.

2 Gabriel Naudé, Advis pour dresser une bibliothèque. <http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k89210n>. [Consulta: 10/04/2007].

3 Roger Chartier, El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII (Barcelona: Gedisa, 1994), p. 76.

4 Maxime Chevalier, Lecturas y lectores en la España de los siglos XVI y XVII (Madrid: Turner, 1976), p. 47-8

5 Albert Derolez, Les catalogues de bibliothèques (Turnhout : Brepols, 1979).

6 C. Álvarez Márquez, "Documentación notarial e historia del libro en España", GLM, nº 25, <http://www.palaeographia.org/glm/glm.htm?art=notarial>. [Consulta: 20/04/2007].

7 Op.cit., p. 23.

8 Dorothy May Norris, A history of cataloguing and cataloguing methodds 1100: 1850: with an introductory survey of ancient times (London: Grafton, 1939), p. 142-159.

9 Ana María Sanllorenti, "Libros de la Biblioteca Nacional: cimientos de nuestra comunidad", La biblioteca: revista fundada por Paul Groussac, <http://www.labiblioteca.edu.ar/Numero%202y3/escritores%202%20y%203/43.Sanllorenti,%20Ana%20Mar%C3%ADa.htm>. [Consulta: 23/04/2007].

10 Concepción Rodríguez Parada, "La enseñanza de la biblioteconomía en Barcelona : de la Escola a la Facultat de Biblioteconomia i Documentació", BiD: textos de biblioteconomia i documentació, nº 9 (desembre 2002). <http://bid.ub.edu/09rodri2.htm>. [Consulta: 10/04/2007].

11 Dictionnaire encyclopédique du livre (Paris: Éditions du Cercle de la Librairie, 2002-), vol. I, p. 467.

12 Luis García Ejarque, Diccionario del archivero-bibliotecario: terminología de la elaboración, tratamiento y utilización de los materiales propios de los centros documentales (Gijón: Trea, 2000), p. 77-78.

13 Luis García Ejarque, Op. cit, vol. II, p. 599.

14 Dictionnaire encyclopédique du livre, Op. cit, p. 252.

15 Henry-Jean Martin, Livre, pouvoirs et société à Paris au XVIIe siècle (Ginebra: Droz, 1999).

16 Furio Diaz, "Metodo quantitativo e storia delle idee", Rivista storica italiana, nº 78 (1966), p. 933-947; "Le stanchezze di Clio. Appunti su metodi e problemi della recente storiografia dell’Ancien Regime in Francia", Rivista storica italiana, nº 84 (1972), p. 683-745.

17 Adriana Lay, "Libro y sociedad en los estados sardos del siglo XVIII". En: Petrucci, Armando, comp. Libro, editores y público en la Europa moderna (Valencia: Edicions d’Alfons el Magnànim. Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, 1990), p. 247-277.

18 Véase nota 4.

19 Paul Ricoeur, Temps et récit, vol. III, Le temps raconté (Paris : Editions du Seuil, 1985), p. 228-263.

20 Roger Chartier, "Lecturas y lectores "populares" desde el Renacimiento hasta la época clásica". En: Caballo, Guglielmo; Chartier, Roger, dirs. Historia de la lectura en el mundo occidental (Madrid: Taurus, 1998), p. 425.

21 Roger Chartier. "Lectures, lecteurs et littératures " populaires" en Europe à la Renaissance". En: Seminario Internacional de Estudios sobre Cultura Escrita "José Trenchs Òdena". Escribir y leer en Occidente. Edición a cargo de Armando Petrucci, Francisco M. Gimeno Blay (Valencia: Universitat de València, 1995), p. 145-162.

22 Jordi Rubió i Balaguer, Impremta i llibreria a Barcelona (1474-1553) (Barcelona: Diputació de Barcelona, 1986), p. 2.

23 Roger Chartier; Daniel Roche, "L’histoire quantitative du livre", Revue française d'histoire du livre (1977), p. 478-9.

24 Roger Chartier, El mundo como representación (Barcelona: Gedisa, 1992), p. 109.

25 Máxime Chevalier, op. cit., p. 31.

26 Jean-Michel Laspéras, "Inventaires de bibliothèques et documents de librairie dans le monde hispanique aux XVe, XVIe, XVIIe siècles", Revue française d'histoire du livre (1980), p.535.

27 Josep M Madurell, Jordi Rubió i Balaguer, Documentos para la historia de la imprenta y librería en Barcelona (1475-1553) (Barcelona: Gremio de Editores, de Libreros y de Maestros impresores, 1955).

28 Francisco M Gimeno Blay; J. Trenchs Òdena. "Libro y bibliotecas en la Corona de Aragón (siglo XVI)". En: El libro antiguo español: actas del segundo Coloquio Internacional. Al cuidado de María Luisa López-Vidriero y Pedro M. Cátedra (Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca: Biblioteca Nacional de Madrid: Sociedad Española de Historia del Libro, 1992), p. 207-239.

29 Bartolomé Bennassar, Valladolid en el Siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario en el siglo XVI (Valladolid: Fundación Municipal de Cultura. Ayuntamiento de Valladolid, 1983).

30 Véase nota 3.

31 Philippe Berger, Libros y lectura en la Valencia del Renacimiento (Valencia: Edicions Alfons el Magnànim. Institució Valenciana d’Estudis i d’Investigació, 1987).

32 Genaro Lamarca Langa, La cultura del libro en la época de la ilustración: Valencia, 1740-1808 (Valencia: Edicions Alfons el Magnànim: IVEI, 1994).

33 Trevor J. Dadson, Libros, lectores y lecturas: estudios sobre bibliotecas particulares españolas del Siglo de Oro (Madrid: Arco/Libros, 1998).

34 J.N.Hillgarth, Readers and books in Majorca 1229-1550 (Paris: CNRS, 1991).

35 Miquel Àngel Casasnovas Camps, Biblioteques, llibres y lectors: la cultura a Menorca entre la Contrarreforma i el Barroc (Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2001).

36 Francisco Javier Burgos Rincón, Imprenta y cultura del libro en la Barcelona del setecientos (1680-1808) (Bellaterra: Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona, 1995).

37 Manuel José Pedraza Gracia, Documentos para el estudio de la historia del libro en Zaragoza entre 1501 y 1521 (Zaragoza: Centro de Documentación Bibliográfica, 1993).

38 Manuel Peña Díaz, Cataluña en el Renacimiento: libros y lenguas (Lleida: Milenio, 1996).

39 Víctor Infantes, "La memoria de la biblioteca: el inventario". En: El escrito en el Siglo de Oro: prácticas y representaciones. Dirigido por Pedro M. Cátedra, Agustín Redondo y María Luisa López-Vidriero (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1999), p.170.

40 Lucien Fevbre, Combates por la historia (Barcelona, 1975), p. 43. Citado por: Genaro Lamarca Langa, op. cit., p. 12.

41 Genaro Lamarca Langa, op. cit., p. 12-15.

42 El estudio se realiza a partir del inventario manuscrito conservado en la Secció de Reserva de la Biblioteca de la Universitat de Barcelona, en el que no consta ni el autor ni la fecha de realización aunque, por el tipo de letra y por algunas de las obras consignadas, podemos deducir que fue redactado a finales del siglo XVIII o principios del XIX.