Reis Fontanals
Archivera
Biblioteca de Catalunya
Resumen [Abstract] [Resum]
La creación de la Biblioteca de Catalunya el año 1907, fue obra de la Diputación de Barcelona presidida por Enric Prat de la Riba, que respondía así a la demanda general —plasmada en el movimiento "noucentista"— de una biblioteca de altos estudios que sirviese a las necesidades intelectuales de universitarios, eruditos y estudiosos de la ciencia y la cultura catalanas. Tanto la formación de la biblioteca como su desarrollo posterior, se realizaron en un contexto político y social de revalorización de la lengua y la cultura catalanas. En este caso, el sentimiento de construcción de un país pasaba por la recuperación y puesta en valor de su patrimonio histórico, documental y bibliográfico, y por este motivo el objetivo de la biblioteca fue desde un principio la creación de un gran receptáculo de la cultura catalana de todos los tiempos, útil a su vez para los estudios más avanzados en todos los campos de la ciencia. La recuperación cultural, paralela a la dignificación y normalización lingüística, tuvo en la biblioteca nacional un símbolo evidente. La Biblioteca de Catalunya nació de la mano de instituciones propiamente catalanas, como la Diputación y posteriormente la Mancomunitat de Catalunya, apoyada desde sus inicios por la colaboración entusiasta de la sociedad civil.
1 Cultura, política y lengua en la Cataluña de 1907
En los comienzos del siglo xx Cataluña presentaba unas características especiales respecto del resto de las regiones españolas. Un importante proceso de industrialización, desarrollado desde los siglos anteriores, la equiparaba a las regiones más avanzadas de Europa por lo que disfrutaba en aquellos años de una prosperidad económica y de un dinamismo que contrastaba con la modestia y lentitud del crecimiento español.
En el terreno político, el catalanismo ganaba adeptos desde la segunda mitad del siglo xix. El año 1880 se había celebrado el Primer Congreso Catalanista y en los años posteriores las reivindicaciones nacionalistas ("Memorial de Greuges" en 1885, Bases de Manresa en 1893) se extendían a los dominios del orden público y de la enseñanza y reclamaban la oficialidad del catalán como lengua propia del país.
La conciencia de pertenecer a una región avanzada, con una identidad diferenciada, lastrada por una España retrasada social y económicamente, sin capacidad de reacción ante el desastre colonial, propició la fundación de la Lliga Regionalista de Catalunya el 1901, partido que ganó las elecciones municipales aquel mismo año. El grupo de jóvenes que lo integraban —Francesc Cambó, Narcís Verdaguer i Callís, Enric Prat de la Riba, Josep Puig i Cadafalch— estaban impregnados de sentimientos nacionalistas y su ideario se apoyaba en los postulados "noucentistas" de modernización y europeización que predicaba Eugeni d'Ors, así como en las ideas de construcción de una Cataluña catalana pero penetrada a la vez por los grandes temas culturales de su tiempo.
La victoria en las elecciones de 1907 de Solidaritat Catalana, primer movimiento político unitario catalán de gran magnitud, llevo a Prat de la Liba a la presidencia de la Diputación de Barcelona, hecho de especial relevancia para la historia de la Biblioteca de Catalunya.
Si bien las aspiraciones autonomistas crecían entre la población catalana, desde el estado español no se les otorgó una mínima satisfacción hasta abril de 1914, momento en el que las condiciones políticas del momento favorecieron la creación de mancomunidades provinciales. Las únicas provincias españolas que se organizaron en una mancomunidad fueron las cuatro catalanas. Para Cataluña esta unión significó un primer reconocimiento oficial de su personalidad diferenciada, y pese a que las competencias concedidas eran esencialmente administrativas, los presidentes y las instituciones del Consell Permanent y la Assemblea, supieron utilizar la autonomía de que disponían legalmente para realizar una gran labor de creación de infraestructuras.
Convencidos de que sólo la innovación y la modernización de la sociedad permitirían avanzar en el camino del progreso, los políticos de la Mancomunitat pusieron sus energías en la electrificación del territorio, la mejora de los transportes, la implementación de una política de salud, la creación de una red hospitalaria moderna, el desarrollo de la instrucción pública y la organización de la cultura como servicio público.
1.1 La lengua
Uno de los grandes objetivos del clima intelectual de la Renaixença había sido el de la dignificación del idioma. Desde 1890 la revista y editorial L'Avenç, fundada por Jaume Massó i Torrents, había iniciado a través de sus páginas un intento de fijación de la lengua escrita y publicaba periódicamente artículos que reflexionaban sobre el catalán y proponían soluciones ortográficas que se aplicaban a la revista y a los libros que editaba.
La cuestión de la lengua se convirtió en un asunto tan controvertido que en 1906 se organizaba el primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana en el que participaron los principales intelectuales catalanes y destacados filólogos de toda Europa. El congreso hizo evidente la necesidad de estudiar científicamente el catalán como lengua, de inventariarla en diccionarios, de depurarla, de normalizarla unificando su ortografía, fijando su gramática y convirtiéndola, en definitiva, "en una lengua de escuela y de Estado, apta para todas las necesidades de un pueblo que se incorpora con fisonomía propia a la complejidad de la vida moderna" (IEC, 1935, p. 15).
2 Las bibliotecas catalanas hasta 1907
La situación de la lectura pública en Cataluña, en los primeros años del siglo xx, era de una pobreza que contrastaba negativamente con el nivel de bienestar, con el desarrollo económico y con el clima de progreso y modernidad que se respiraban, especialmente en el mundo cultural. La administración central había descuidado totalmente la creación de bibliotecas públicas en Cataluña y a pesar de los intentos del ayuntamiento de Barcelona, de las demandas constantes aparecidas en la prensa y a pesar de los informes y memoriales emitidos por los expertos, Barcelona seguía sin tener una buena biblioteca. Sería preciso que se formase la Mancomunitat para acometer con seriedad y eficacia la labor de dotar a la ciudad de un centro bibliográfico del nivel que exigía la gran metrópoli que era Barcelona en aquellos momentos (Fontanals, 2007).
2.1 Los antecedentes de una biblioteca nacional
La creación de una biblioteca nacional había sido una vieja aspiración catalana que se remonta al siglo xix, durante la ocupación francesa de Barcelona. Posteriormente, los hermanos Ignasi y Félix Torres Amat impulsaron el 1820 la creación de una biblioteca catalana como departamento diferenciado dentro de la Biblioteca del Seminario de Barcelona, episodio que puede considerarse como un precedente bienintencionado pero sólo parcialmente conseguido. Las peticiones públicas que se efectuaron desde el Diario de Barcelona para que entidades y particulares contribuyesen con sus libros al proyecto, sólo consiguieron que se llegase a los 2.000 volúmenes que, además, a partir de 1874, a causa de traslados y otras incidencias, se embalaron y estuvieron inaccesibles al público durante décadas (Rubió, 1926; Casassas, 1986).
La única biblioteca pública destacable era la Provincial Universitaria, formada el año 1838 a partir de los fondos conventuales desamortizados, que no se había actualizado con colecciones modernas. Abría solamente por las mañanas porque no disponía de luz artificial y sus catálogos no eran consultables.
De las bibliotecas privadas, se mantenían vivas todavía algunas de la época de la Ilustración, como las de las academias que tenían valores desiguales y, o bien eran centros obsoletos, o bien iban destinados a públicos muy especializados.
Hay que reseñar sobre todas las demás la Biblioteca del Ateneu de Barcelona, abierta al público desde el 1872, que el año 1906 disponía de un fondo de cerca de 75.000 volúmenes y que recibía algunas de las grandes publicaciones periódicas europeas. Jordi Rubió i Balaguer la consideraba "la única biblioteca útil para los estudios superiores" (Rubió, 1930, p. 113), pero tenía el inconveniente de ser un centro elitista, exclusivo para sus socios (Espinet, 2004).
3 El "Noucentisme" y la polémica sobre las bibliotecas
En el año 1906 apareció por primera vez en el periódico La veu de Catalunya un artículo de Eugenio d'Ors bajo el título genérico de Glosari. El conjunto de artículos casi diarios que se publicarían hasta 1920 bajo este epígrafe, serían el punto de partida y el muestrario de las ideas de un movimiento cultural que se ha llamado "noucentisme" y que se caracterizó, entre otros aspectos, por dar a los libros un papel fundamental en la modernización y europeización del país. Eugeni d'Ors clamaba contra la falta de bibliotecas y advertía de las consecuencias nefastas que la escasez de libros tendría para el futuro de la cultura de una Cataluña en la que la "sed de libros" no encontraba respuesta en las políticas oficiales.
Eugeni d'Ors, desde su Glosari defendía la constitución de una biblioteca nacional de alto nivel científico que sirviera a las necesidades de los universitarios, investigadores y eruditos del país en su misión de modernizar la cultura catalana y de acercarla a las corrientes europeas. En contra de estas propuestas, un grupo de intelectuales encabezados por Luis de Zulueta reclamaba la formación de bibliotecas populares que acercaran los libros y la cultura a las clases medias y trabajadoras (Baró; Mañà, 2004).
La polémica entre los defensores de los dos tipos de biblioteca se alargó durante años, y mientras tanto, Prat de la Riba, presidente de la Diputación de Barcelona, creaba el Institut d'Estudis Catalans y en el proceso se iba constituyendo y consolidando una biblioteca que se convertiría finalmente en la gran biblioteca catalana, con funciones de biblioteca nacional y actuando también como centro y motor de un sistema de red de bibliotecas populares que se crearían a partir de 1915.
4 La fundación del Institut d'Estudis Catalans
El mismo año que asumió la presidencia de la Diputación de Barcelona, Prat de la Riba fundó el Institut d'Estudis Catalans como la academia que no sólo tendría que canalizar la vida científica catalana sino también tendría que dirigir la normalización lingüística. Los ocho miembros fundadores fueron elegidos entre los intelectuales de más prestigio, dirigidos por Antoni Rubió i Lluch cuyo indiscutible liderazgo fue aceptado por todos. El Instituto, decidido a acabar con la etapa de los aficionados y los autodidactas, tenía por misión renovar la vida cultural catalana y acometer la importante labor de la normalización de la lengua. En todos los terrenos en que intervino, su función fue la de señalar el método científico de trabajo y dar una primera visión del plan de conjunto. Organizó de manera efectiva la defensa del patrimonio histórico, artístico y científico de Cataluña, y, al mismo tiempo, con la mirada puesta en las generaciones futuras, la dotó de los instrumentos formativos necesarios para la renovación de la ciencia catalana (Galí, 1986, Llibre XVII; Balcells, Pujol, 2002).
En su primera reunión, el mes de julio de 1907, el nuevo Instituto se estrenó con la propuesta de creación de una gran biblioteca a partir de la compra y recuperación de la espléndida colección bibliográfica del erudito Marià Aguiló que salía a la venta.
5 La Memòria dirigida al Ayuntamiento
Unos meses después, el 7 de noviembre de 1907, Antoni Rubió y Josep Pijoan, como presidente y secretario del Institut, presentaban al alcalde de Barcelona una Memòria en la que proponían oficialmente la constitución de una biblioteca catalana.2 Este texto se ha considerado siempre el documento fundacional de la Biblioteca de Catalunya y es, según las palabras de Alexandre Galí "una de las proclamas espirituales más altas que nunca se hayan publicado en Cataluña" (Galí, 1986, p.12). Antoni Rubió y Josep Pijoan, en una mirada histórica, introducían su petición con un recuerdo de los intentos anteriores de crear una biblioteca de estas características en Barcelona, como la que idearon y comenzaron los Torres Amat en el Seminario Conciliar a principios del siglo xix. Nombraban también las iniciativas de tres diferentes alcaldes de la ciudad (Rius i Taulet, en 1888, y posteriormente Manuel Porcar i Tió y Joan Coll i Pujol), que emprendieron sin éxito la creación de una gran biblioteca catalana en la ciudad de Barcelona.
A través de la Memòria, el Institut d'Estudis Catalans solicitaba al ayuntamiento de Barcelona su colaboración en la creación "de una gran biblioteca provista de todos los recuerdos del pasado y de todas las modernas maravillas de la actividad contemporánea" (Anuari, 1908, p.19). Un centro en el que se recogiesen los tesoros literarios catalanes pero que fuese además el lugar donde se encontrasen también las modernas obras de la ciencia. "Pensad, señor, en la lamentable inferioridad de medios de trabajo en que se encuentran los estudiosos de Cataluña, teniendo que ganárselo todo por sí mismos, faltos de relación y de estímulo, sin más libros que los que individualmente poseen… A menudo los estudiosos de Cataluña han de viajar con el único objeto de ver algún libro caro… Pensad, señor, en las penas del profesor universitario que ha recibido el encargo de una función social que no puede honradamente desempeñar de una manera digna por falta de libros! Pensad en nuestra juventud, sin más alicientes de estudio que una Biblioteca formada de las migajas de los antiguos conventos" (Anuari, 1908, p. 22).
El Institut d'Estudis Catalans reclamaba del municipio una participación en la constitución de la Biblioteca de Catalunya en forma de dotación presupuestaria y pedía además la adjudicación de los libros reunidos en los anteriores intentos frustrados de crear bibliotecas públicas en la ciudad.
La propuesta fue aprobada con el apoyo de todos los partidos políticos y aquel año el ayuntamiento de Barcelona destinó la insólita cantidad de 500.000 pesetas a la compra de libros para la Biblioteca de Catalunya, aunque posteriormente, por razones de carácter político, se suspendió el presupuesto que se había denominado "de cultura" y finalmente la aportación municipal se quedó en 20.000 pesetas anuales.
6 La creación de la Biblioteca de Catalunya
La Biblioteca de Catalunya nació pues el año 1907 para llenar el gran vacío existente en las bibliotecas públicas catalanas y para satisfacer una necesidad expresada reiteradamente en los medios públicos. Desde sus inicios tenía un doble objetivo: por un lado sería un centro de alto nivel científico, moderno y de vanguardia en el que se encontrarían dentro de lo posible las novedades de la bibliografía internacional y las revistas especializadas más importantes recibidas por intercambio o suscripción. Por otro lado, se configuraría como biblioteca patrimonial con la función de recoger y conservar la producción cultural catalana como tarea esencial de salvaguarda histórica de la antigua cultura escrita, a menudo en peligro de pérdida o dispersión.
Por primera vez, los intelectuales catalanes, con un fuerte apoyo político, tenían la posibilidad de tomar iniciativas y capacidad económica para llevarlas a término. Buena parte de los miembros del Institut d'Estudis Catalans se habían formado en el extranjero o habían realizado estudios en universidades europeas de manera que conocían bien las bibliotecas alemanas y francesas, así como las anglosajonas. Estaban convencidos de que la investigación científica no podría progresar en Cataluña sin un gran centro que acogiese, además del patrimonio bibliográfico y documental de la nación, las obras más recientes y las investigaciones más avanzadas y reclamaban para Barcelona una gran biblioteca de estudio como las que tenían las principales naciones europeas.
Los recursos humanos y económicos dedicados a la creación de la Biblioteca de Catalunya no tenían precedente en el campo de la cultura ni posiblemente hayan tenido una continuidad proporcional. La fundación y el mantenimiento de la biblioteca significaron un esfuerzo económico extraordinario en el que participaron en exclusiva las administraciones locales catalanas y muchos ciudadanos que participaron a título particular de diferentes maneras.
Las publicaciones del Institut reunían un nivel de calidad que propició el intercambio con revistas y ediciones de las principales academias y centros culturales europeos. De esta manera, la biblioteca se dotó de obras modernas sin descuidar la recuperación del patrimonio bibliográfico catalán a partir de la adquisición de bibliotecas y fondos documentales, públicos y privados.
La compra colectiva, el año 1908, del famoso Cançoner Gil por doce mecenas, representantes de la vida cultural y económica catalana, es una muestra del entusiasmo que suscitó el proyecto de la biblioteca en la sociedad catalana, y las adquisiciones de la biblioteca Aguiló en 1907, la de Verdaguer en 1908 y la del Papa Luna entre 1912 y 1915, son indicios de la buena disposición de los poderes públicos para colaborar intensamente (sólo la biblioteca Aguiló costó 100.000 pesetas a la Diputación) en esta gran empresa cultural.
6.1 Las donaciones
Las donaciones fueron una forma de adquisición muy efectiva, a través de la cual se llegó a constituir una buena parte de los fondos de la biblioteca. La primera fue la colección del historiador Antoni Aulèstia i Pijoan, muerto en 1908. La propaganda que de dicho legado se hizo en la prensa, despertó reacciones similares y contribuyó a que muchos coleccionistas y estudiosos de distintos ámbitos donasen sus libros y documentos, tanto en vida como a través de cláusulas testamentarias. Destaca entre todas la triple donación de Isidre Bonsoms, realizada entre 1910 y 1922, pero fueron también muy significativas las donaciones de varios miles de pergaminos de Joaquim Miret i Sans, realizadas entre 1908 y 1919, año de su muerte, así como el fondo musical importantísimo de Felip Pedrell, donado a la Biblioteca en 1917, que formaría la base de la Sección de Música.
Sin embargo, este mecenazgo no fue exclusivo de las clases más potentes económicamente. Jordi Rubió recordaba que "veíamos de repente que hombres de estamentos y procedencias diversas, comerciantes, rentistas, bibliófilos e intelectuales, contribuían con sus donativos a enriquecer una obra recién nacida pero que tenía en el entusiasmo la máxima garantía" (Rubió, 1930, p. 113).
La biblioteca sentía la donación de colecciones particulares como una acción especialmente valiosa que contenía el valor añadido de la pasión que había puesto el coleccionista reuniendo libros o documentos. En palabras del mismo Jordi Rubió "la biblioteca no sólo se ha enriquecido con el valor material incalculable de estas colecciones, sino que en ellas revive algo más precioso todavía: el tesoro de la espiritualidad de aquellos que amorosamente las congregaron" (Rubió, 1930, p. 117).
Puede decirse, pues, con certeza, que la Biblioteca de Catalunya se percibió por la ciudadanía como una institución muy cercana, en gran parte porque su formación no dependía de las instancias del poder, no se había configurado a partir de bibliotecas reales o nobiliarias, ni de confiscaciones o donaciones de políticos cortesanos, como en otros países, sino que se creó desde la base de la sociedad catalana y se alimentó de sus aportaciones, impulsada y financiada por instituciones propias.
Unos años más tarde, en 1911, cuando se vislumbraba la perspectiva de abrir la biblioteca al gran público, Joan Maragall fue comisionado por el Institut d'Estudis Catalans para pedir recursos al Ayuntamiento. En su carta el poeta reclamaba para la juventud "agua para su sed, libros para su afán de estudio, una biblioteca digna de una ciudad moderna, como parece que quiere ser Barcelona. Si no se le da, los espíritus de estos jóvenes morirán de sed o, para salvarse, tendrán que huir de la patria desposeyéndola de la esperanza de renacimiento que llevan en sí y que en cada generación puede ser la última".3
6.2 Etapas entre 1907 y 1923
Los años fundacionales de la Biblioteca de Catalunya se pueden diferenciar en distintas fases en cada una de las cuales se puso el acento en aspectos diferentes de gestión.
La primera etapa, entre 1907 y 1911, fue la de la recogida de libros, revistas y documentos. Era el momento de comprar los fondos patrimoniales que aparecieran a la venta y de actuar para conseguir donaciones importantes. Fueron los años de los donativos de Bonsoms, Pedrell y muchos otros, y de las compras fundamentales de la biblioteca Aguiló, la de Verdaguer, la del Cançoner Gil, y tantas otras. En este período se establecieron relaciones institucionales y personales con academias y entidades culturales de todo el mundo que permitieron un espectacular aumento de los intercambios de publicaciones. Si el año 1908 el Instituto permutaba publicaciones con 47 instituciones, el año 1910 ya eran 129 las que enviaban sus ediciones a la Biblioteca de Catalunya.
La segunda etapa, a partir de 1911, fue la de la preparación de la apertura al público. Sin descuidar las adquisiciones que continuaban realizándose, en aquellos momentos las energías se dedicaron a la organización interna. Se tenían que definir los estatutos, se tenía que constituir el patronato rector y se tenía que elegir un director. Era el momento de la formación de la biblioteca de referencia, de libre acceso y, por otra parte, se tenía que decidir el sistema de catalogación y clasificación de los libros. Eso significaba que se tenía que contratar personal catalogador y personas para la atención al público lector. Esta fue también la etapa de las obras de acondicionamiento de locales en el Palacio de la Generalitat.
A partir de 1914, con la inauguración, comienza la etapa de consolidación de la biblioteca. El acto de apertura se hizo coincidir con la Primera Asamblea de la Mancomunitat, hecho que le dio una difusión extraordinaria en la prensa. La biblioteca disponía entonces de un fondo de 47.000 libros y entre el entusiasmo y el apoyo de una prensa incondicional, se convirtió en poco tiempo en uno de los emblemas de la ciudad, visitado frecuentemente por todas cuantas personalidades pasaban por Barcelona. En esta época y siguiendo los modelos europeos, se fueron formando las diferentes secciones internas: Manuscritos, Música, Archivo, Estampas y Grabados, Impresos, Incunables, Revistas… Los fondos bibliográficos llegaron a los 110.000 volúmenes en 1917.
Si bien inicialmente el personal para atender al público se contrató entre las jóvenes que procedían del Institut de Cultura de la Dona, a partir de 1918, tras la creación de la Escola de Bibliotecàries en 1915, se pudo contar con promociones de buenas profesionales para la gestión de la biblioteca. A partir de 1916 se puso en marcha el sistema de préstamo a domicilio y en 1920 Jordi Rubió publicaba una adaptación catalana del sistema de clasificación decimal que se había adoptado para la catalogación de libros y que se aplicaría también en la Red de Bibliotecas Populares que se empezaron a abrir por toda Cataluña.
Tal como escribía Jaume Massó i Torrents, inspector de la biblioteca, en la memoria del año 1919 "el éxito ha superado nuestras esperanzas más entusiastas".4
Hasta el año 1923, con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, la vida de la biblioteca siguió un camino ascendente, firmemente dirigida por Jordi Rubió i Balaguer que ya se estaba planteando entonces la posibilidad de mudarse a locales más amplios, porque las salas del Palacio de la Generalitat no podían admitir ya la gran afluencia de lectores. La mayor parte de éstos la formaban estudiantes, profesores, médicos, ingenieros y abogados. Les seguían los empleados de comercio, escribientes, curas y maestros. Las mujeres no frecuentaron la biblioteca como lectoras en estos años fundacionales, con la excepción de Francesca Bonnemaison y Vicenta Carreras, fundadora y secretaria del Institut de Cultura de la Dona de Barcelona.
El análisis de la fundación de la Biblioteca de Catalunya se quedará en este punto, sin entrar en la etapa de dictadura de Primo de Rivera, ni en los años esperanzadores de la Segunda República, ni en los terribles trances de la Guerra Civil. A partir de los años veinte, la Biblioteca se puede considerar ya como una institución plenamente consolidada, ampliamente profesionalizada y bien integrada en el tejido social catalán.
7 La Biblioteca de Catalunya y la construcción de un país
La trayectoria particular de la Biblioteca de Catalunya, centenaria desde 2007, conforma un ejemplo paradigmático de cómo las instituciones creadas en el período de la dirección política de Prat de la Riba fueron un elemento crucial de la trama sobre la que se construyó un país. El sentimiento nacionalista, formulado por primera vez de manera estructurada por Prat de la Riba en su obra La Nacionalitat Catalana (1906), tuvo la capacidad de ilusionar y movilizar a una parte de la sociedad catalana en un camino de modernización en el que Europa era el modelo a seguir. Tanto la biblioteca como los que la hicieron posible fueron el fruto de una Cataluña que había reunido en un momento determinado las condiciones y las personas idóneas para llevar a cabo una obra muy sólida que le marcó su futuro y que aún hoy sorprende por su eficacia en relación a la escasez de recursos utilizados.
La generación que Gaziel calificaba de "prodigiosa" formada entre otros por Enric Prat de la Riba, Eugeni d'Ors, Joan Maragall, Josep Puig i Cadafalch, Jaume Massó i Torrents, Isidre Bonsoms i Rafael Patxot, con los que entonces eran jóvenes (Josep Pijoan, Jordi Rubió, Ramon d'Alós, Pere Bohigas), juntamente con las primeras promociones de bibliotecarias de la Escola, tenían una consciencia clara —y así lo expresaron— de que con su trabajo estaban poniendo las bases de una Cataluña más culta, más igualitaria y más progresista.
Aquella generación la formaron estudiosos de la cultura catalana, bibliotecarios y eruditos, pero tuvo también a su lado un grupo de políticos, algunos de gran talla intelectual y una organización política, la Mancomunitat, que los acogió e impulsó en sus proyectos. Todos ellos tuvieron la oportunidad y los medios para hacer cambios estructurales en unas instituciones culturales que se percibían como anticuadas e inoperantes. Aparecieron también auténticos mecenas como Bonsoms, Patxot o Cambó, junto a una sociedad civil idealista que quería hacer de Cataluña un territorio más cercano a las naciones avanzadas. Entre todos edificaron y sostuvieron esta biblioteca nacional hasta convertirla en un orgullo para la ciudad de Barcelona, y por extensión, para Cataluña, sobre todo durante su primer cuarto de siglo de vida.
Cuando la Biblioteca de Catalunya abrió las puertas a la ciudadanía, en mayo de 1914, se había convertido ya en un centro bibliográfico de primera magnitud por la riqueza y volumen de sus fondos documentales, tanto patrimoniales como modernos, más de la mitad de los cuales procedían de donaciones o intercambios. Los miembros del Institut d'Estudis Catalans habían conseguido plenamente sus objetivos y la Biblioteca Catalana que habían soñado los Torres Amat se había hecho realidad en la creación de la Biblioteca de Catalunya.
Jaume Massó i Torrents en el discurso que pronunció en la inauguración de la biblioteca, publicado íntegramente en La veu de Catalunya del 29 de mayo de 1914, imaginaba poéticamente que mostraba a un extranjero las diferentes secciones de la biblioteca: "de lejos, con la imaginación, estamos oyendo lo que nos respondería: tenéis toda una historia de escritores, tenéis una lengua actual que habláis y en la que se expresan la ciencia y la poesía. Sois todo un pueblo!" (Butlletí, 1914, p. 41–48).
En el momento de proclamarse la dictadura de Primo, las bases de la Biblioteca ya estaban firmemente asentadas y en la mentalidad colectiva se la veía como una institución útil y necesaria para Cataluña y para el desarrollo de su propia cultura. A pesar de los ataques que recibió a causa de la política centralista y anticatalana de la dictadura, precisamente por su carácter de símbolo cultural, tanto la Biblioteca como la red de bibliotecas populares siguieron un rumbo coherente de crecimiento que tendría posteriormente su máximo exponente en la época republicana, con la creación de la Generalitat como gobierno autónomo, hecho que coincidiría también con la dotación de un nuevo espacio para la Biblioteca: el antiguo Hospital de la Santa Creu. La etapa autonómica, sin embargo duró muy poco tiempo y siguió una guerra y una larga dictadura que se propuso, esta vez con una dureza extrema, la destrucción sistemática de los valores que habían sustentado la creación de la biblioteca.
No quiero acabar sin reseñar una cita —tomada de Teresa Rovira—5 que, además de ser muy poética es representativa de lo que significaron las bibliotecas —y concretamente la de Cataluña— en la configuración de la identidad colectiva catalana y es, por tanto, muy adecuada en el contexto de este trabajo: cuando el año 1920 el novelista francés Jules Romains visitó Barcelona y las instituciones creadas por la Mancomunitat, se admiraba de no ver desfiles ni sociedades militares sino gente que estimaba la poesía, "une belle bibliothèque", museos, escuelas… "Los catalanes —decía— se han hecho la idea, bien paradójica en 1920, pero que tiene tal vez algún futuro, de que una civilización educada y armoniosa es un arma tan eficaz como la artillería y pasa de moda menos rápidamente". Y añadía, después: "muchas naciones han sido fundadas por la espada. La nueva Cataluña se ha fundado con libros" (Romains, 1920).
Bibliografía
Anuari de l'Institut d'Estudis Catalans 1908, "Memòria 1908", vol. I.
Balcells, Albert; Pujol, Enric (2002). Història de l'Institut d'Estudis Catalans, 2 vol. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 2002–2007.
Baró, Mònica; Mañà, Teresa (2004). "Eugeni d'Ors i les biblioteques. Una aproximació a partir del Glosari". BiD. Textos universitaris de biblioteconomia i documentació, núm. 12 <http://bid.ub.edu/12baro.htm>. [Consulta: 21/09/09].
Butlletí de la Biblioteca de Catalunya, (1914), vol. I, p. 41–48.
Casassas i Ymbert, Jordi (1986). L'Ateneu Barcelonès. Dels seus orígens als nostres dies. Barcelona: Edicions de la Magrana; Institut Municipal d'Història.
Espinet i Burunat, Francesc (2004). "Les biblioteques a Catalunya, 1888−1939. L'obra de la Mancomunitat i de la Generalitat". En: Josep Fontana, història i projecte social. Barcelona: Crítica, p. 1482–1492.
Fontanals, Reis (2007). "La formació d'una biblioteca nacional catalana. Els seus precedents". En: Miscel·lània Ernest Lluch i Martín. Barcelona: Fundació Ernest Lluch, p. 627–637.
Fontanals, Reis; Losantos, Marga (2007). Biblioteca de Catalunya, 1907−2007. Barcelona: Biblioteca de Catalunya.
Galí, Alexandre (1986). Història de les institucions i del moviment cultural a Catalunya (1900−1936). Llibre xvii. L'Institut d'Estudis Catalans. Barcelona: Fundació Alexandre Galí.
Institut d'Estudis Catalans (1935). L'Institut d'Estudis Catalans. Els seus primers xxv anys. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans.
Maragall, Joan (1911). "La Biblioteca de Catalunya". La veu de Catalunya, 28 d'octubre de 1911.
Massó i Torrents, Jaume (1914). "Discurs inaugural". La veu de Catalunya, 29 de maig de 1914.
Romains, Jules (1920). "Le mouvement des esprits en Catalogne". La nouvelle revue française, xiv, p. 616–622.
Rubió i Balaguer, Jordi (1926). "La Biblioteca de l'Ateneu Barcelonès". Revista dels llibres, any II, núm. 10 (febrer) p. 19–24.
Rubió i Balaguer, Jordi (1930). Les biblioteques a Barcelona. Camí fet i camí encara a fer. Barcelona: Tip. Occitània.
Fecha de recepción: 30/09/2009. Fecha de aceptación: 20/10/2009.
Notas
1 Este texto tuvo su origen en una conferencia celebrada en el seminario "Catalunya fa 100 anys: les biblioteques en la construcció d'un país" (14 de mayo del 2009) celebrado en la Facultat de Biblioteconomia i Documentació de la Universitat de Barcelona.
2 El texto se publicó por duplicado: en forma de folleto suelto: Memòria presentada per l'Institut d'Estudis Catalans a l'Excm. Sr. Alcalde de Barcelona i llegida en Consistori del dia 13 de Novembre 1907(Barcelona: La Neotipia, [1907]) y como artículo con el título "Memòria per a la constitució d'una biblioteca catalana" en el primer número de l'Anuari de l'IEC (1908), p. 19–22.
3 La carta de Maragall se puede consultar en la Biblioteca de Catalunya, Arxiu BC, 1435/2 en una copia manuscrita de Agustí Calvet "Gaziel". La carta fue íntegramente publicada en La veu de Catalunya del 28 de octubre de 1911.
4 El texto de la memoria es consultable en la Biblioteca de Catalunya, Arxiu BC 1435/2. Jaume Massó i Torrents. "Memòria del la Biblioteca de Catalunya, 1920–1921".
5 Cita de la traducción de Teresa Rovira aparecida en "La xarxa catalana de Biblioteques Populars: dels orígens a la desfeta del 1939". Item, núm. 14 (1994), p. 20.