Número 38 (junio 2017)
Temática: espacios
Coordinador: Jordi Permanyer y Ignasi Bonet
Plazo de recepción de originales: 31/10/2016
Instrucciones para los autores: /es/instrucciones-para-los-autores
Ya entrados de lleno en el siglo XXI constatamos que el cambio de paradigma tecnológico ha comportado cambios sociales y culturales profundos. Ha cambiado desde la forma de trabajar hasta el entorno comunicativo, pasando por las formas de consumo de ocio y los procesos de aprendizaje, las formas de relación interpersonal, entre otros mil aspectos.
En los centros de documentación se ha pasado de soportes físicos analógicos a documentos virtuales, y de la necesidad de espacio físico para alojar colecciones de documentos en soporte físico a la necesidad de conectividad para acceder a los documentos digitales.
Uno se pregunta qué sentido pueden tener los espacios de biblioteca, diseñados bajo el paradigma de la sociedad posindustrial del siglo XX. Parece necesario repensar y transformar los espacios de la biblioteca, pero ante estos cambios profundos surge la duda de cómo debe ser esta evolución, para poder satisfacer las nuevas exigencias.
El objetivo de este monográfico es indagar posibles senderos y apuntar posibles caminos de transformación.
Para fomentar el debate y las aportaciones apuntamos algunas de las vías de exploración:
1. La biblioteca como tercer lugar. Hace años que muchos estudios y análisis definen la biblioteca pública como tercer espacio, como lugar de encuentro y relación social, tanto a nivel individual como colectivo. Se mantiene, por tanto, como elemento esencial para fortalecer la sociedad civil, la democracia y el compromiso social, así como por su contribución a la generación de sentido de lugar, dando significado y carácter al espacio urbano donde se inscribe. Y parece que el nuevo paradigma de la sociedad red global refuerza esta necesidad.
2. Espacios de biblioteca orientados al usuario. La biblioteca sigue teniendo como objetivo ser un agente promotor de la información, la educación y la actividad cultural, pero los cambios en el contexto sugieren la reformulación de la oferta de servicios, que en muchos casos ya se está haciendo, en base a las demandas e intereses de los ciudadanos. Hay que ver en qué medida esta reformulación centrada en el usuario implica una nueva concepción de los espacios de la biblioteca. Hay algunas realizaciones recientes que apuntan posibles vías de éxito: espacios lúdicos, espacios infantiles, espacios para trabajo en grupo, salas de silencio absoluto…
3. Espacios para el aprendizaje. La transformación del paradigma educativo y de formación de los profesionales (hay que prepararse hoy para unas exigencias futuras, absolutamente desconocidas y que estarán en cambio permanente) exige repensar los espacios de formación y aprendizaje como inductores del trabajo colaborativo, interactivo y centrado en procesos dialécticos y creativos que utilizan la información, pero en los que la colección no es el elemento esencial. La evolución futura de los CRAI universitarios en este sentido puede ser clave.
4. La biblioteca generadora de contenidos, como espacio de creación. Las nuevas prácticas sociales y los procesos de generación de contenidos de forma cooperativa (escritura colectiva, wikimaratons, encuentros de blogueros o youtubers…) requieren unos espacios que permitan la conversación como actividad central, sin interferir en las otras actividades y con cierta privacidad (salas de trabajo formal, auditorios, zonas de trabajo informal…).
5. El incremento de la diversidad interna de los espacios de la biblioteca. El incremento en la oferta de servicios conlleva una mayor complejidad y diversidad en el diseño de los espacios interiores. Así, por ejemplo, hay que hacer compatible la necesidad de procesos conversacionales (presentaciones, inauguraciones, grupos de trabajo, grupos de tertulia literaria…) con el silencio tradicional de las salas de lectura. Hay que hacer compatibles silencio (concentración y producción individual) y diálogo (intercambio de información y producción colectiva).
6. El espacio físico y el espacio virtual como complementarios. El usuario percibe la biblioteca y se relaciona con ella en buena medida a través de la interfaz virtual (web, redes sociales, aplicaciones…), que se añade a la tradicional percepción física del edificio de la biblioteca. Es necesario que estos dos planos de percepción y relación sean coherentes y se complementen. Por otro lado, buena parte de los contenidos son audiovisuales. La integración de dispositivos tecnológicos digitales en el espacio físico de la biblioteca, así como su evolución (PCs, pantallas informativas, ordenadores portátiles, tablets…), es un nuevo reto en el diseño interior de los espacios. La visibilidad física de las colecciones digitales (intangibles) es también un reto.
7. El espacio de biblioteca como facilitador de la participación ciudadana. La biblioteca es uno de los equipamientos públicos por excelencia, y como tal debe ponerse al servicio de la ciudadanía cuando en el contexto de globalización aparece la demanda de empoderamiento individual y colectivo: la participación ciudadana en la toma de decisiones que afectan en bien común se puede vehicular a través de servicios (información, debates, exposiciones…) y espacios (auditorio, sala de exposiciones, vestíbulo…) que ofrece la biblioteca. El mismo proceso de diseño de la biblioteca y sus espacios puede ser objeto de participación ciudadana. Hay ejemplos exitosos en este sentido.
8. La exigencia de flexibilidad espacial. Se pueden ofrecer servicios sobre la base de las nuevas demandas que se detectan, pero no es posible diseñar espacios a largo plazo que deberán responder a necesidades de uso y tecnológicas futuras, en principio desconocidas e inciertas. Ante este hecho, el diseño de espacios con la máxima flexibilidad aparece como una estrategia que puede garantizar cierto éxito a largo plazo.
9. Nuevos espacios para nuevos formatos. La función de dinamización cultural conlleva acoger eventos en múltiples formatos (conferencias, exposiciones, conciertos, recepciones…), lo que exige el diseño de nuevos espacios que hasta hace poco eran inéditos en las bibliotecas (auditorio, sala de exposiciones, escenario en el vestíbulo, bar…), y que las convierten en grandes equipamientos culturales urbanos.