Actitudes de un buen profesional, dejemos de hablar de intrusismo

 

[Versió catalana]


Carlota Bustelo Ruesta

Carlota Bustelo. Consultoría independiente

 

Resumen

A partir de un recorrido por las distintas opiniones que, a lo largo del tiempo, los profesionales de la información han tenido sobre el intrusismo profesional, los autores se basan en su experiencia profesional para defender que debe dejar de hablarse de él. Se repasan las últimas tendencias del mercado laboral para los profesionales de la información y se hace una lista de las diez actitudes que ayudan a poner en valor los conocimientos de cualquier profesional de la información. Estas actitudes deben ser fomentadas por los formadores para ayudar a los nuevos profesionales a tener éxito en ese mercado.

Abstract

Job fraud can be defined as the deliberate self-misrepresentation of professionals who are in reality unqualified for the job they profess to do. After reviewing the opinions on this subject voiced by various information professionals, the writers use their professional experience to argue that there should be no further need for debate. Instead, and by analysing recent trends in the labour market, they propose that the observation of ten basic attitudes can assign value to information professionals’ knowledge and skills, and that educators should promote these attitudes so that graduates can succeed in the professional world.

 

1 A modo de introducción

Los profesionales de la información y la documentación suelen incluir entre sus debates y ponencias sobre formación o estado de la profesión el tema del intrusismo profesional. Generalmente no es un tema polémico, pues en los foros en que estos debates se producen casi siempre hay unanimidad en defender a los profesionales y poner todos los medios para que «otros» no asuman las tareas que les corresponden «por derecho propio».

Esta idea se va trasmitiendo de generación en generación. En los años ochenta del siglo XX, sin titulaciones oficiales se luchaba por el reconocimiento profesional, pensando que la existencia de un colegio profesional podía darnos la visibilidad que se buscaba (Bustelo, 1986). En los años noventa la discusión provocó cierta controversia entre los egresados y profesores de las recientes facultades de Documentación y las personas que ejercían la profesión desde titulaciones muy diversas (IweTel, 1996a; 1998), y ya se pueden encontrar algunas voces discrepantes (IweTel, 1996b). Entrando en el siglo xxi, los discursos de los egresados más recientes de las facultades de Biblioteconomía y Documentación insisten en el tema de luchar contra el intrusismo profesional. Solo como un ejemplo, entre las ventajas de la colegiación para profesionales, la Plataforma para la Creación de un Colegio Profesional de Archiveros, Bibliotecarios y Documentalistas de Madrid expone: «Reconocimiento legal de la profesión. Denuncia del intrusismo: una vez constituido un Colegio, la colegiación es obligatoria para el ejercicio de la profesión. Ello conlleva la posibilidad de denunciar por parte del Colegio la ocupación de puestos de trabajo por personas ajenas a la profesión, así como la denuncia de posibles abusos de situaciones laborales, y la protección y el asesoramiento legal de los colegiados al respecto» (Plataforma para la creación del Colegio Profesional de Archiveros, Bibliotecarios y Documentalistas de Madrid, 2008).

Una variante de este discurso son los recelos entre archiveros, bibliotecarios y documentalistas, o lo que podríamos llamar el intrusismo interno. Sin embargo, los autores piensan que a los que les tocó estudiar e ingresar en la profesión tocando todos los palos, se adaptan bien a circunstancias diversas. No todos los profesionales comparten estas opiniones (Codina, 1999) y los archiveros han reclamado en varias ocasiones una licenciatura propia de archivística, que finalmente no llegó a ponerse en práctica («Propuesta de licenciatura…», 1998). Aunque han pasado algunos años, sigue siendo válida la idea de que «en las organizaciones del siglo xxi, la información se considera un activo importante; pero en la utilización de esta información se mezclan documentos de archivo y documentos externos sin que haya una separación clara de los mismos. Por poner sólo un ejemplo, cuando se proponen ‘sistemas de gestión de conocimiento’, uno de cuyos pilares es el conocimiento y aprovechamiento de las ‘mejores prácticas’ y ‘lecciones aprendidas’, estamos hablando de un sistema que tiene que sintetizar información interna (de archivo) con información externa (documentación)» (Bustelo, 1999).

Defenderse ante el intrusismo es algo inherente al ser humano que ejerce una determinada actividad y se quiere proteger frente a otros. Los mismos argumentos se utilizan entre los informáticos, a los que los profesionales de la información y la documentación consideran los candidatos número uno a ser intrusos. Y sí, es que entre los informáticos el tema también es recurrente. Hace poco derivaba hacia el tema del intrusismo, un debate que se inicia en LinkedIn con un título tan sugerente como «Big Data y miopía de la Administración» (LinkedIn, 2013).

En la experiencia profesional de los autores, este discurso (tanto del intrusismo externo como del interno) no es en absoluto beneficioso para el conjunto de la profesión, y por eso deberíamos desterrarlo. Este artículo no tiene más propósito que compartir algunas conclusiones extraídas de la experiencia de casi treinta años vendiendo servicios de profesionales de la información y al mismo tiempo contratándolos para incorporarse en distintos proyectos.

 

2 El mercado de hoy para los profesionales

Dejando de lado (aunque a veces es difícil) la crisis económica reciente, que afecta a nuestro sector como a todos los sectores económicos de la sociedad, en los últimos treinta años se ha dado una importante consolidación de la profesión de los especialistas en información. Más allá de los que se reconocen a sí mismos como bibliotecarios o archiveros «puros», que coinciden en un alto porcentaje con los profesionales que trabajan en centros públicos tras haber pasado por unas oposiciones o pruebas selectivas, hay otros muchos que han desarrollado sus carreras en otros sectores y de diversas formas. Algunas parecen incluso no tener nada en común y ninguna «etiqueta» es válida para todos. Nos encontramos profesionales ejerciendo como information managers, responsables de gestión documental, consultores, content curators, community managers, responsables de contenidos, etc.

Tanto la Universidad de Granada como la Universidad Carlos iii de Madrid suelen organizar jornadas con profesionales en ejercicio para mostrar a los alumnos las distintas salidas profesionales. Es muy interesante ver cómo se han desarrollado profesionalmente algunos de los alumnos egresados de estas universidades. Cada vez que vemos a un profesional exitoso hay que preguntarse por su trayectoria, y siempre hay puntos en común con la propia experiencia de los autores.

También hay estupendos profesionales que vienen, teóricamente, de «otras» profesiones. Entre los colegas más renombrados hay químicos, médicos, abogados. Es imposible hablar de intrusismo al referirse a ellos.

Los autores aportan otra experiencia más para reforzar la idea. En los últimos años han colaborado con los talleres de empleo para parados de larga duración que ofrece el Ministerio de Justicia juntamente con el INEM. La idea general de los talleres de empleo es reciclar los conocimientos de los asistentes para que puedan encontrar un hueco en el mercado laboral. Durante un año alternan clases teóricas y prácticas con trabajo real en la biblioteca y el archivo. Pocas veces se encuentra un público tan entusiasta, y alguno de ellos encontrará su camino y acabará integrándose en la «profesión».

Tratando de analizar algunos casos de éxito profesional, se han buscado los puntos en común. No hay muchos, la verdad, porque son caminos muy diferentes. Quizás el único es la capacidad de haber podido o poder integrarse en equipos multidisciplinarios. Dicho de otra manera, los profesionales de la información no pueden trabajar de forma aislada, como probablemente no lo puede hacer ningún otro profesional que trabaje en las estructuras horizontales relacionadas con los procesos de apoyo y planificación de las organizaciones, cualquiera que sea su sector económico.

También este fenómeno se produce en las organizaciones que tienen como objeto la propia información. Afortunadamente para los profesionales, existe un sector económico emergente que se centra en el tratamiento de la información. Encontramos empresas especializadas en el desarrollo de software para la gestión de la información, proveedores de contenidos, empresas de custodia de documentos en papel o electrónicos, distribuidores de bases de datos, servicios de vigilancia tecnológica o consultores especializados, entre otras. Aquí también los profesionales de la información, que algunas veces son protagonistas o líderes de estas iniciativas, tienen que integrarse en equipos multidisciplinarios.

Los componentes de los equipos multidisciplinarios pueden ser diversos. A veces son abogados, especialistas de recursos humanos o de departamentos de comunicación; pero la constante que siempre se repite es la presencia de informáticos. Esta simbiosis con los informáticos es tan imprescindible que parece una obviedad resaltarlo. Sin embargo, a veces las relaciones no son fáciles entre las dos partes, y para fomentarlas y hacerlas fluidas hace falta que las dos partes implicadas abandonen el discurso victimista del intrusismo profesional.

Cada vez es más frecuente encontrar equipos cohesionados de informáticos y profesionales de la información, en los que cada parte aporta sus conocimientos para ofrecer las soluciones que las organizaciones necesitan. Para ello es imprescindible el entendimiento mutuo, que pasa en el caso de los profesionales de la información por el entendimiento de cómo funcionan las tecnologías y por parte de los informáticos del reconocimiento de la utilidad de las técnicas y aportes de los profesionales de la información.

Quizás un fenómeno de los últimos años, en el que puede observarse esta tendencia, es la contratación de profesionales de la información, documentalistas o archiveros desde los departamentos de informática o por las empresas de tecnología, especialmente las grandes consultoras tecnológicas.

En el terreno de la implantación de sistemas informáticos para la gestión de contenidos y documentos el tema está cada vez más claro. En los últimos tiempos departamentos de informática, tanto en el sector público como en el sector privado, recurren a especialistas en gestión de documentos. En las administraciones públicas es cada vez más frecuente que en los pliegos de prescripciones técnicas para contratar la implantación de sistemas de información, de gestión documental o de contenidos se reclame que entre los componentes del equipo exista al menos alguien que tenga experiencia funcional y no solo técnica. También es cierto que, a veces, las empresas licitantes resuelven el asunto contratando a un recién licenciado en Documentación al que pagan un salario escaso, y que se encuentra con un trabajo que no sabe cómo abordar. Pero las que tienen éxito y, por lo tanto, a la larga van ganando diferentes concursos cuentan con estupendos profesionales que desarrollan sus carreras perfectamente integrados en los equipos de consultoría.

No se puede adivinar el futuro, pero es posible y deseable que dentro de poco tiempo un analista funcional para la implantación de un sistema de información pueda tener un bagaje profesional que no sea necesariamente una carrera de ingeniería.

Para que esto sea realidad, es necesario no solo dejar de hablar de intrusismo, sino también fomentar entre los profesionales de la información una serie de actitudes que les permitan poner en valor sus conocimientos.

 

3 Lo que hay que tener

Tomando de partida una ponencia en las vi Jornadas sobre salidas profesionales para titulados en documentación, en abril de 2013, los autores realizan una reflexión basada en dos pivotes (Bustelo, 2013):

  • qué es lo que les ha sido útil en su carrera profesional y
  • qué les piden a sus colaboradores.

Concluyen que en un profesional de la información valoran más las actitudes que los conocimientos. No se trata de un desprecio a los conocimientos, que lógicamente son imprescindibles, sino de la constatación de dos hechos importantes:

  • En la gestión de la información los cambios se suceden tan deprisa que siempre hay que estar adquiriendo nuevos conocimientos. Hay algunos básicos importantes y, de alguna manera, inmutables; pero no son tantos.
  • Los conocimientos necesarios siempre pueden ser aprendidos. Los conocimientos que se aplican habitualmente en el trabajo difícilmente vienen de los estudios iniciales que te capacitan como profesional. Es cierto que son la base imprescindible, pero es posible que cualquier persona con motivación y capacidad suficientes pueda aprenderlos con un poco de dedicación.

A partir de estas ideas, los autores enumeran las actitudes que son necesarias para el desarrollo del profesional de la información. Quizás estas actitudes no se pueden enseñar como parte de un programa lectivo; pero sí se pueden fomentar, y son más útiles para los alumnos, aunque menos populares, que el discurso de la defensa ante el intrusismo profesional. En este punto existe una cierta responsabilidad de los formadores y maestros de las nuevas generaciones de profesionales.

Estas son las diez actitudes:

  1. Saber escuchar. La profesión tiene un gran componente de darle a la gente lo que necesita; y es imposible saber lo que necesita sin escuchar. Así como es difícil encontrar gente que opine sobre física cuántica es muy fácil que todo el mundo lo haga sobre cómo se gestionan los documentos o la información. Es algo cercano que todos usamos, y es muy interesante saber lo que la gente piensa que hay que hacer. Siempre se aprende algo interesante cuando se escucha.
  2. Ser flexible. La profesión no necesita que los mismos profesionales le pongan límites. La especialización puede ser interesante, siempre y cuando no perdamos flexibilidad para poder abarcar todos los problemas relacionados con la gestión de la información. Puede que se trate de una pequeña biblioteca, de los contenidos de una web, de cómo gestionar los open data o de la organización de un archivo digital. Tratemos de mantener la flexibilidad necesaria para poder abordar cualquiera de esas situaciones; aunque ello nos suponga una puesta al día de los conocimientos en el momento de abordar un tema concreto.
  3. Seguir aprendiendo. Todos los días hay algo nuevo en esta sociedad de la información. A veces cuesta mantenerse al día, pero es imprescindible hacerlo para ser un buen profesional.
  4. Aprender a desaprender. En la gestión de la información hasta los principios más básicos pueden ser cuestionados. La gestión de la información no es ni muchísimo menos una ciencia exacta. La defensa a ultranza de determinados métodos o técnicas en un mundo que cambia a tanta velocidad no es una buena estrategia.
  5. Adaptarse. Un profesional de la gestión de la información puede trabajar en organizaciones que correspondan a diversos sectores económicos, pero cuando se integra en uno de ellos debe entenderlo e involucrarse. Para eso se requiere capacidad de análisis y tener la mente abierta.
  6. Ser internacional. Esto es el mundo global y las fronteras son muy ficticias en la sociedad de la información. No se puede estar al día ni entender lo que sucede sin hablar o al menos entender el idioma que se ha convertido en la lingua franca de esta sociedad: el inglés o el mal inglés, como recalcan muchos no anglohablantes. Ya no es una opción, es una obligación. Y a partir de aquí pensemos en los nuevos gigantes asiáticos…
  7. Saber cuantificar. En la profesión es muy importante aprender a asignar el valor económico a unos servicios y prestaciones que son por naturaleza intangibles. Es muy importante también funcionar con los datos estadísticos y otros parámetros. Todavía lo es más si la trayectoria profesional se centra en la venta de servicios, información o consultoría. Así que no vale la excusa de que se me dan mal los números.
  8. Saber planificar. La planificación es un elemento imprescindible en las trayectorias profesionales que incluyen la creación de servicios, la dirección de centros, las iniciativas empresariales y la gestión de proyectos de consultoría. En otros niveles siempre es un componente muy interesante que ayuda a que posteriormente se pueda evaluar lo que se ha conseguido.
  9. Buscar aliados. En el ejercicio de la profesión no se puede actuar de forma autónoma o autosuficiente, por lo que siempre se necesita el trabajo conjunto con otros elementos de la organización. Los informáticos son claramente los candidatos más naturales, pero en cada organización pueden existir otras alternativas.
  10. Saber venderse. Solo aquellos profesionales que saben muy bien lo que hacen y entienden la organización con la que tratan son capaces de vender el valor que aportan. Y para venderlo hay que saber explicarlo en el lenguaje del interlocutor y apoyarse en datos reales.

 

Bibliografía

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LinkedIn. Grupo Administración Electrónica desde un enfoque técnico (2013). Big Data y miopía de la Administración. <http://www.linkedin.com/groups/Big-Data-miop%C3%ADa-Administraci%C3%B3n-2450861.S.5800580149405564929?qid=595dca98-732f-47e4-9746-edaaa53fc158&trk=groups_most_recent-0-b-ttl&goback=%2Egmr_2450861>. [Consulta: 10/01/2014].

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