Número 45 (diciembre 2020)

"Nosotros, los datos". Una pedagogía dietética para salir del encierro digital

 

[Versió catalana]


Víctor Sampedro Blanco

Catedrático del Departamento de Comunicación y Sociología

Universidad Rey Juan Carlos
 
 

 

 

"Nosotros, los datos" es el modo con el que, según The Economist, debiéramos dirigirnos a la industria tecnológica. Si los macrodatos son "el petróleo de la nueva economía", entonces "los fósiles de acciones pasadas alimentan los resultados económicos y sociales futuros". Y "el primer paso para garantizar la equidad [...] es comprender que lo valioso no son los datos. Lo eres tú". La revista de la ortodoxia liberal entiende que "We the People" ("Nosotros, el pueblo", el sujeto de la soberanía popular con el que arranca la Constitución de Estados Unidos) ahora es "We the Data". Es también el punto de partida de la pedagogía digital que proponemos.

La datificación es el prerrequisito del modelo dominante de negocio tecnológico. Aspira a traducir "toda" la realidad a datos y métricas. Conlleva, por tanto, un reduccionismo brutal (lo real es solo lo cuantificable), además de sesgos inevitables que favorecen la desigualdad acumulativa. Por tanto, un usuario de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) digitales, consciente de su rol, se reconoce como un minero no asalariado de datos que le sitúan en un ranquin digital. Podrá desplegar múltiples capacidades y habilidades, pero sus "acciones pasadas" condicionan "los resultados económicos y sociales futuros". Y esto ocurre individualmente, como sostiene The Economist, pero también a escala global.

Somos lo que comemos. Nuestro modo de alimentarnos determina, en gran medida, el bienestar personal. Y, como demuestra la COVID-19, la agroindustria y las cadenas alimentarias subyacen como causas de la doble implosión que estamos experimentando. Nuestro modelo de desarrollo podría colapsar por arriba con el calentamiento global, y por abajo con la explosión microbiológica. Lo mismo cabe argumentar del sistema comunicativo e informativo.

La comunicación crea y consolida comunidades; y la información, les da forma. Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia una infodemia en plena pandemia viral, señala que la esfera pública (digitalizada y datificada) está infectada de fraudes, imposturas, medias verdades o completas mentiras. Se viralizan en unas plataformas que no fueron creadas para garantizar el bienestar personal ni colectivo, sino la máxima rentabilidad económica sin considerar los costes sociales o la degradación institucional. Este planteamiento llevó a sus directivos a comparecer ante parlamentos, tribunales y comités de expertos académicos en los tres últimos años. Ahora, en tiempos de pandemia, constatamos que esas redes —mal llamadas sociales— sostienen la mercadotecnia personalizada y automatizada, el agitprop y las guerras digitales, mantienen la curva de la infodemia al alza.

Recordaremos 2020 como el año del aceleracionismo tecnológico. Tras la aparición de la COVID-19, en pocos meses se implantó el uso masivo (aunque desigual) de las TIC digitales en (casi) todos los planos vitales: teletrabajo, teleducación, compraventa o contratación en línea, geolocalización y monitorización de las poblaciones a través de sus dispositivos… De modo que la "nueva normalidad" podría imponer el darwinismo digital. La viabilidad de un sujeto o un colectivo dependería, entonces, de su arquitectura comunicativa y su alfabetización digital.

El confinamiento físico, obligado por la COVID-19 (y futuras réplicas), puede suponer un encierro digital; es decir, la inmersión y la reclusión en entornos tecnológicos cuyas lógicas de negocio, limitaciones y potencialidades son desconocidas por los usuarios. Así estos ven mermadas la autonomía y la capacidad para emplear las TIC y determinar su trayectoria vital, inserta en un destino colectivo del que participa.

Apostamos por un proyecto pedagógico de (des)conexión estratégica de las TIC digitales que promueve un uso consciente, limitado, proactivo y crítico. El objetivo es fomentar la (auto)programación y producción de contenidos digitales, con formatos audiovisuales y redes informáticas de carácter abierto y colaborativo. Se trata de promover el desarrollo personal y colectivo con la máxima autonomía y autogestión tecnológica. Tal como demandan la Unesco y la Unión Europea.

La dietética que proponemos fomenta la ciudadanía digital. Conecta con el activismo escolar y juvenil contra el cambio climático, los movimientos de slow food o el veganismo de orientación política. Y los vincula a la agricultura ecológica y la economía social de proximidad. Proponemos, en términos prácticos, aunar los huertos y los comedores escolares autogestionados con los hacklabs para construir "la nueva normalidad", desde ya y con un enfoque glocal y de profundización democrática, objetivos imprescindibles para evitar salidas autoritarias o distopías totalitarias tras el confinamiento.

La generación Z —nacida entre 1995 y 2012— apenas muestra usos tecnológicos "críticos"; es decir, conscientes de los rasgos intrínsecos a las TIC digitales dominantes y de sus alternativas. Además, esos preadolescentes y niños "con uso de razón" (la "generación COVID") despliegan prácticas digitales "irreflexivas", sin sopesar sus objetivos y sus resultados. En realidad, todos necesitamos una pedagogía que revele el lugar que, individual y colectivamente, ocupamos en los procesos de producción y consumo digitales. Debiéramos abordar sus consecuencias personales, colectivas y político-económicas; y, a partir de ahí, plantear usos más conscientes de la comida y la tecnología, sin renunciar a exigir el marco jurídico y las políticas que los favorezcan.

"Nosotros, los datos" invoca una soberanía tecnológica paralela a la alimentaria. Esta última, según la Declaración de Nyéléni , reconoce "[…] el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y las políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas".1 Sustituir "alimentos" por "tecnologías" permite hablar, efectivamente, de soberanía tecnológica.

Cualquier pedagogía debiera evitar el doctrinarismo, la culpabilización y la mercantilización. Nuestra propuesta ya ha sido mercantilizada con las "dietas de dopamina", la hormona que activan la comida basura y las interfaces de la tecnología digital más empleada. Como las curas de desintoxicación etílica, las dietas de dopamina aúnan los dos enfoques pedagógicos más extendidos: el médico y el policial. El primero considera a los usuarios enfermos drogodependientes —adictos a usos nocivos y compulsivos— o con alteraciones psicológicas y mentales —polarización, sectarismo…—. El enfoque con un sesgo policial nos considera potenciales víctimas y verdugos de todo tipo de abusos, acosos y delitos.

Ambos enfoques sostienen aproximaciones biopolíticas indeseables. Según Foucault, se resumen en vigilar, castigar y disciplinar; el mundo de G. Orwell. Pero también abunda el discurso de la publicidad corporativa, que promete la Arcadia digital aplicando el solucionismo tecnológico; ahora, el "mundo feliz" de A. Huxley. Pero el abismo entre ambos mundos posibles, entre la realidad y el ideal, no puede ser mayor. Y la crítica apocalíptica no ayuda a salvarlo: resulta paralizante.

La dietética digital para adelgazar al Gran Hermano y escapar del confinamiento conecta las prácticas personales con la transformación a gran escala.2 No culpabiliza a usuarios ni a corporaciones: les asigna responsabilidades diferentes y recíprocas. No moraliza ni normaliza doctrina ideológica o corporativa alguna. Explica las continuidades entre los modelos de negocio y los formatos de la televisión y de las plataformas digitales. Señala que responden a las mismas lógicas que impiden constituirnos como una ciudadanía digital digna de tal nombre. Y, en última instancia, nos dota de la capacidad para intervenir no como cliente, espectador o consumidor, sino como el sujeto soberano que (se auto)gobierna en democracia.

 

Notes

1La cursiva es nuestra.

2Textos, proyecto de investigación y de actividades en Dietética digital para adelgazar al Gran Hermano y Dietética digital para salir del confinamiento.

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