Resumen
Este artículo recoge la experiencia de dos sesiones programadas para la primera edición del postgrado de Prescripción Lectora impartido durante el año 2017 en la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Barcelona.
Las dos sesiones se desarrollaron en el marco del módulo dedicado a actividades y estrategias de promoción lectora. La primera, de carácter teórico y llevada a cabo en el aula, permitió exponer los fundamentos y las características de un club de lectura. Asimismo, se presentaron otras actividades vinculadas a la lectura, como por ejemplo las rutas literarias.
La segunda sesión consistió en la puesta en práctica de un club de lectura y también de una ruta literaria, que se completó con una visita comentada a una exposición de arte. De este modo, además de evidenciar la utilidad de estas iniciativas en relación con el fomento de la lectura, se dio concreción al concepto de interdisciplinariedad.
Resum
Aquest article recull l'experiència de dues sessions programades per a la primera edició del postgrau de Prescripció Lectora impartit, l'any 2017, a la Facultat de Biblioteconomia i Documentació de la Universitat de Barcelona.
Les dues sessions es van desenvolupar en el marc del mòdul dedicat a activitats i estratègies de promoció lectora. La primera, de caràcter teòric i duta a terme a l'aula, va permetre exposar els fonaments i les característiques d'un club de lectura. Així mateix, es van presentar altres activitats vinculades a la lectura, com ara les rutes literàries.
La segona sessió va consistir en la posada en pràctica d'un club de lectura i també d'una ruta literària, la qual es va completar amb una visita comentada a una exposició d'art. D'aquesta manera, a més de palesar la utilitat d'aquestes iniciatives en relació amb el foment de la lectura, es va donar concreció al concepte d'interdisciplinarietat.
Abstract
This article describes two of the sessions organised in the first edition of the Universitat de Barcelona’s Postgraduate Degree in Reading Promotion, which was taught at the Faculty of Library and Information Science during the academic year 2017-2018.
The two sessions were part of a module on the subject of reading promotion activities and strategies. The first, which took the form of a lecture, focused on reading promotion theory, the principles underlying book clubs and the most typical features of such clubs. It also provided an introduction to other reading-related activities, such as literary trails.
The second session gave participants a practical opportunity to design a book club session and go on a literary trail which culminated in a guided visit of an art exhibition. In this way, as well as showing how useful book clubs and literary trails can be for encouraging people to read, the two sessions also demonstrated the interdisciplinary nature of different reading promotion activities.
1 Sobre los clubs de lectura
"Todo conspira contra la lectura", afirmaba Jorge Herralde (2018), fundador de la Editorial Anagrama, durante el acto de homenaje que se le dedicó el pasado mes de junio en la Universitat Pompeu Fabra. Revertir esta situación es un gran desafío para los profesionales vinculados al mundo del libro y, para ello, se sistematizan campañas de sensibilización más o menos ambiciosas que impulsan planes orientados al fomento del hábito lector. Algunos programas articulan acciones de carácter muy concreto pero nada anecdótico, una miríada de modestas iniciativas como, por ejemplo, los clubs de lectura y los itinerarios literarios. Y el término modestas no es gratuito: son propuestas que requieren escasos recursos y que se han concebido para tener un impacto inmediato sobre la comunidad.
La primera sesión, en el aula y bajo el título "Qué, quién, cómo de un club de lectura", consistió en la exposición de los principales activos de un club de lectura y de su desarrollo. Para promover la participación de los alumnos, se les invitó a elaborar una lista de sus últimas lecturas y de algunos de sus títulos predilectos. Una vez contrastadas las listas, se comprobó que prácticamente no se había producido ninguna coincidencia. Así pues, ¿cómo comentar una misma lectura dejando las circunstancias al azar?
"Un club de lectura es la reunión de un grupo de lectores/as que leen unos libros seleccionados que después comentan juntos una vez al mes" (Domingo, 2004). Es decir, que un club de lectura necesita una organización previa que pasa por convenir el programa de lecturas, el espacio, el horario y la periodicidad. La suma de estas singularidades lo distinguen de otros encuentros alrededor del libro —lectura colectiva, reuniones informales para hablar de novedades, etc.—, si bien estas variantes no son ajenas al club de lectura ya que, además de comentar la obra, durante las sesiones también se leen fragmentos de ella, se hacen recomendaciones, etc.
Para acabar de matizar el "qué" del título de la sesión, se esbozaron algunas pinceladas sobre el origen y la evolución histórica de los predecesores de los clubs de lectura. Al remontar la cronología hasta las tertulias intelectuales del mundo clásico, pasando por los salones de algunas cortes europeas, los cafés del siglo xviii, los clubs de cultura del siglo xix o los primeros clubs de lectura nacidos en Estados Unidos, se acabaron de poner los hitos que delimitan y definen el modelo actual del club de lectura.
Volviendo a la relación de libros elaborada por los alumnos, el ejercicio también supuso conocer los respectivos bagajes literarios. Los títulos evidenciaron que, al margen de las escasas coincidencias, podían establecerse algunos enlaces bastante reveladores y que una red empezaba a tomar forma. Si se hubiera estudiado con más detenimiento, esta malla habría revelado los vínculos explícitos o implícitos entre las obras y, por extensión, entre los propios alumnos y su gusto lector. En palabras de Roland Barthes (1971): "La obra está comprendida en un proceso de filiación […]; la metáfora del Texto es la de la red; si el Texto se amplía, es por efecto de una combinatoria, de una sistemática".
La práctica en el aula sirvió para prefigurar la riqueza que supone la contribución de las diferentes "carteras" de los tertulianos al debate de un club de lectura, una idea que se apuntaló con la proyección del poema visual "Aún, interpretación gráfica", creado por Joaquín Ivars para ilustrar el poemario Hilos (Maillard, 2007).
Al sugerir a los alumnos que sustituyeran las palabras atrapadas en la red de Ivars por algunos de los títulos de su lista, la obra gráfica se convirtió en una verdadera metáfora de sus intertextos, el resultado visible de las relaciones entre las lecturas. Lola Nieto Alarcón (2013), comentando la obra de Maillard, afirma: "la escritura teje una malla o red cuyos vórtices dibujan el mapa de un Texto en que obras de otras manifestaciones artísticas (Gego), filosóficas (Derrida) o mitológicas (Kālī) vienen a explicar su urdimbre. […] Las líneas se despliegan como las hebras textuales del poemario o como los alambres de la Reticulárea".
Y, finalmente, las mismas listas de obras también fueron de utilidad para tratar otro de los pilares de los clubs de lectura: la dimensión socializadora. Formar parte de una comunidad de lectores que comparten las mismas lecturas y que acabarán construyendo un corpus literario común genera un sentimiento de complicidad que refuerza la cohesión del grupo. Un fragmento de la novela Tokio blues ilumina este concepto: "A los dieciocho años, mi libro favorito era El centauro, de John Updike, pero cuando lo hube releído varias veces, perdió su chispa y cedió la primera posición a El gran Gatsby, de Fitzgerald. […] '¡Es una obra extraordinaria!', pensaba. Me hubiera gustado hacer partícipes a los otros chicos de tal maravilla. Pero a mi alrededor no había nadie que leyera El gran Gatsby. Dudo que lo hubieran apreciado. […] Pese a todo, conocí a una persona que había leído El gran Gatsby, y nos hicimos amigos precisamente por ello" (Murakami, 2005).
Así pues, quedaba establecido que la interacción entre personas con el interés común de intercambiar opiniones libres y críticas sobre un libro, desde la diversidad, reafirma las señas de identidad colectivas y mejora las aptitudes para una convivencia más enriquecedora. A pesar de vivir en la era de la tecnología, la información y la comunicación, cada vez más se buscan espacios de conversación presenciales, una paradoja a la que dan respuesta los clubs de lectura. Así lo expresa Jorge Wagensberg (2007): "Conversar es quizás el mejor entrenamiento que puede tener un ser humano para ser un ser humano. Ir a favor del conocimiento es ir a favor de la conversación. Y la conversación ocurre en un espacio, un espacio que la organización de la convivencia humana se regala a sí misma en ciudades, barrios y pueblos". Poco más se le puede añadir.
Para continuar con los interrogantes planteados en el título de la sesión, se dio solución al "quién" detallando los agentes implicados de forma directa en la implementación de la actividad. En primer lugar, es evidente que un club de lectura no existiría sin la concurrencia de los tertulianos y esta contingencia está supeditada a la difusión que de él haga el organizador. Los carteles, las redes sociales y otros medios pueden ser efectivos, pero no puede menospreciarse el rol del coordinador, que se encarga de divulgar la actividad entre los usuarios gracias al boca a boca, y del conductor del club, que, con su labor, contribuye a prestigiar la actividad.
De los tertulianos, había que destacar que se trata de lectores que desean tanto acceder a lecturas a las que no se hubieran acercado por iniciativa propia como afinar el acercamiento crítico a los textos literarios. Por otro lado, la constatación de la prevalencia de público femenino de edad madura en la composición de los grupos —circunstancia que los aleja de lo que se consideraría ideal, es decir, intersociales, interclasistas, intergeneracionales y de ambos sexos— abrió un nuevo escenario de análisis en el aula. Aunque algunos alumnos expusieron diferentes casuísticas (clubs con una alta participación masculina, asistentes más jóvenes, etc.), se concluyó que esta realidad se corresponde con una tendencia generalizada en el ámbito cultural.
Asimismo, la puesta en común propició que se abordara el tema de la cohesión del grupo y la permanencia de los miembros en el club de lectura, una fidelización que depende, además de la atención que susciten las lecturas programadas, del capital humano que interviene en su organización. Por un lado, del coordinador que, además de ocuparse de aspectos prácticos y de gestión, debe garantizar una buena mediación entre los diferentes implicados; por otro, del conductor del club, que tiene que conseguir generar nuevas expectativas en los tertulianos gracias a su método de dinamización.
En el aula, se solicitó a los alumnos que desgranaran los atributos de carácter que debería tener el conductor, entre los que destacaron la sociabilidad, la empatía, la tolerancia, la modestia y la receptividad. En cualquier caso, debería ser una persona interna o externa a la organización capaz de crear un clima armónico, con dotes de liderazgo para conducir la conversación y, por supuesto, "familiarizada con la interpretación de textos" (Carreño, 2012). De las tareas que lleva a cabo este agente, se reseñaron las más relevantes: la selección de lecturas y la conducción de la sesión del club.
En cuanto a la selección de títulos, se destacó la importancia del criterio ponderado del conductor pero también la valiosa colaboración de otros especialistas. Se puso como ejemplo el caso del club de lectura general de la Biblioteca Ignasi Iglésias - Can Fabra en el que, desde hace cuatro ediciones y a propuesta de la Biblioteca, con un fondo especializado en este género, se incluye la lectura de un cómic en la programación anual. El asesoramiento que ha recibido el conductor por parte de los bibliotecarios ha sido primordial y la recepción de los usuarios, excelente. De hecho, no existe un modelo que garantice el acierto en la selección de los títulos y lo que es esencial es la riqueza del debate, que no se genera necesariamente a partir de una joya literaria. Hay obras de las que se espera mucho —clásicos, fortuna crítica, etc.— que han requerido un gran esfuerzo de dinamización para despertar el interés de los asistentes a la sesión del club y otras de las que se espera poco, a menudo por desconocimiento, que han propiciado una conversación fértil y muy estimulante.
Los alumnos pudieron concluir que mediante la conducción se tiene que conseguir extraer el máximo potencial de cualquier lectura. Esta tarea pasa por la vertebración del discurso con propuestas de líneas de debate y por el redimensionamiento de la sesión estableciendo asociaciones de ideas que enriquezcan la sesión. Según Óscar Carreño (2012): "El conductor de las sesiones asumirá el rol de médium; será, pues, la persona que amplifica el contacto entre el mensaje y el receptor, la que canaliza la comunicación entre ambos, la que establece nuevos flujos significativos en la comunicación previamente establecida entre el libro y el lector; será, en definitiva, un elemento clave en el satisfactorio devenir de los clubes de lectores".
Una vez hecho el repaso de los componentes del engranaje que posibilita la activación de un club de lectura, se quiso responder al "cómo" del enunciado. De nuevo, para hacer la sesión más interactiva, se les pidió a los alumnos que apuntaran los elementos que consideraban necesarios para diseñarlos y desarrollarlos. Siempre trabajando a partir de un club presencial, de público adulto y generalista, las aportaciones de los alumnos no difirieron mucho de las circunstancias en las que se desarrollan habitualmente los clubs. Así, el espacio debería ser suficientemente grande para acoger a un grupo de entre diez y veinticinco personas dispuestas en círculo o elipse para favorecer una buena visibilidad entre los participantes. En cuanto a la periodicidad, esencial para consolidar la actividad, debería ser mensual y la duración de las sesiones, de entre una hora y hora y media en función de la dinámica de la conversación.
Aun así, se quiso destacar que el club de lectura se fundamenta en los principios del diálogo y de la recepción. El diálogo, en la dimensión discursiva, traslada la experiencia de la lectura a la órbita de la oralidad en la que cada interlocutor expone y defiende su opinión y, a la vez, acepta o rebate los argumentos discrepantes de otros contertulianos en un verdadero ejercicio de readecuación del discurso. Durante la lectura en solitario, los miembros de un club de lectura amplían los márgenes de sus propios gustos y los superan en busca de símbolos o de ideas sumergidas entre las líneas, un concepto, el de la teoría del iceberg, que se ejemplificó entregando a los alumnos el texto "Turons com elefants blancs" ["Colinas como elefantes blancos"] (Hemingway, 1989) para poder comentarlo en el campus virtual. Asimismo, el diálogo, entendido como un ejercicio mayéutico, imprime a la sesión un carácter transformador ya que obliga a plantear dilemas éticos y permite compartir emociones propias: "La conversación es una de las actividades más saludables, nos mantiene el cerebro a punto y las neuronas se vuelven juguetonas, con unas ganas locas de hacer conexiones. Una conversación bien llevada es fascinante y tiene efectos contundentes" (Serrano, 2007).
Para hablar del otro fundamento, el de la recepción, se proyectó la obra Rooms by the sea, de Edward Hopper, y se pidió a los alumnos que expusieran las diversas lecturas que podían hacerse de la obra. Las múltiples conclusiones extraídas de este ejercicio, que se extrapolaron a la literatura, permitieron hablar del papel activo del lector. En un club de lectura, cada tertuliano hace una interpretación concreta del texto que puede o no coincidir con la de los demás asistentes, con la que ha podido hacer el mismo lector en otro momento o, incluso, con la intención del autor, como se ha podido contrastar en tertulias en las que el autor ha estado presente. Podría decirse, pues, que en un club de lectura se evitan las interpretaciones únicas y, de algún modo, se desacralizan los textos literarios.
La puesta en práctica de todas estas cuestiones consistió en la programación de una sesión de club de lectura para la que se eligió la novela La vida al davant [La vida por delante], de Romain Gary. Se siguió la dinámica usual de un club, tanto en cuanto a la distribución del libro —a cargo de la Facultad— como al desarrollo de la sesión. El resultado fue un debate rico en aportaciones, en el que se trataron aspectos temáticos y narratológicos que dotaron al texto de nuevos significados con el establecimiento de enlaces o hipertextos, y se abordó la cuestión de la efectividad de los clubs de lectura como herramienta para el fomento lector.
Para cerrar la sesión, se retomó el concepto de lector activo haciendo una referencia a Mille milliards de poèmes, de Raymond Queneau (1961), obra cumbre del cambio de paradigma de la relación autor-lector: un libro objeto que, con sus diez páginas cortadas en tiras de una línea cada una, invita al lector a combinar versos hasta construir poemas que respetan la forma de soneto.
2 Textos en movimiento: un paseo literario y una exposición de arte
Las actividades propuestas en la sesión práctica tuvieron como objetivo sobrepasar, una vez más, los márgenes del libro con una mirada interdisciplinaria. Tanto el paseo literario como la visita a una exposición de arte tuvieron una doble vertiente: por un lado, se proporcionaron pautas y estrategias para diseñar este tipo de actividades y, por otro, las dos se desarrollaron en el formato habitual en el que se suelen hacer.
Durante la ruta literaria, se recorrieron diferentes espacios del distrito de Sants-Montjuïc —donde se ubica la Facultad de Biblioteconomía y Documentación—, intercalando la lectura de fragmentos de diferentes obras de manera que se pusieron en valor los vínculos entre literatura y territorio. En el paso previo, es decir, en el proceso de creación de la ruta, se descartó el modelo a partir de un solo título o un único escritor y se optó por una modalidad combinada que consistió en pasear por la zona de la mano de diferentes autores que sitúan pasajes de sus obras allí (Eduardo Mendoza con La ciudad de los prodigios, Juli Vallmitjana con La Xava, Àngel Casas con Fred als peus, Joan Agut con La Via Làctia, etc.) enriquecida con fragmentos de otras obras que se conectan de forma simbólica (La Ben plantada, de Eugeni d'Ors; Dombey e hijo, de Charles Dickens; La teranyina, de Jaume Cabré; Olor de colònia, de Sílvia Alcàntara, etc.). Esta aproximación al legado literario mediante la mirada de diferentes autores, así como el conocimiento más profundo del entorno espolearon la participación de los alumnos, algunos de los cuales aportaron otros títulos que no se habían incluido en la ruta.
En cuanto a la visita comentada a una exposición de arte, se eligió la muestra temporal "Ramon Pichot. De Els Quatre Gats a La Maison Rose", exhibida en el Museu Nacional d'Art de Catalunya. Con la voluntad de ejemplificar las interconexiones entre la literatura y las producciones plásticas, el comentario de las obras se alternó con la lectura de textos de Santiago Rusiñol, Juli Vallmitjana, Raimon Casellas, Fernande Olivier y Cristina Masanés, entre otros. El desarrollo de la actividad fue inspirador, ya que los participantes tomaron conciencia de las propias capacidades para el diseño de discursos plausibles y fundamentados que pongan en diálogo las dos disciplinas.
3 Conclusiones
De los distintos debates que se abrieron durante las dos sesiones descritas en este trabajo, el más participativo fue el que permitió determinar si a través de estos proyectos, y subvirtiendo las palabras de Herralde, se está "conspirando" a favor de la lectura. Las diferentes contribuciones, incluidas las de los alumnos y derivadas tanto del análisis teórico como de la constatación directa, convergieron en una respuesta afirmativa. Quedó patente que se trata de estrategias con potencial suficiente para estimular a los lectores noveles y también para ampliar un hábito lector preexistente. Es más, la experiencia en este campo demuestra que, a menudo, las motivaciones iniciales para participar, sean cuales sean, quedan superadas porque se impone la necesidad de hacer nuevos descubrimientos literarios a través de la prescripción de los mediadores.
Si bien la consolidación de estas actividades es un hecho, hay nuevos retos que deberían afrontarse, como por ejemplo llegar a un público más amplio y, sobre todo, superar la barrera del perfil preponderante de asistente, como ya se ha dicho, femenino y de edad media. En este sentido, es necesario revisar los prejuicios en torno a este tipo de actividad: "Las autoridades construyen muros entre la gente y determinados tipos de literatura […]. Los círculos distinguidos […] desprecian los gustos de la gente, mientras engrandecen las actitudes de las 'minorías selectas' como si poseyeran en exclusiva el sentido estético puro" (Flecha, 1997).
En definitiva, la conversación en grupo en torno a un libro o a unos textos articula el imaginario colectivo, lo reinterpreta, y se establecen conexiones y asociaciones de ideas a partir de conceptos procedentes de diversas disciplinas. Y aquí puede retomarse el concepto de red expuesto al principio del artículo, en la obra de Ivars o de Gego, unas imágenes tan potentes como la metáfora de las capas textuales que sobrevuelan un club de lectura o que recubren un territorio una vez llevadas a cabo estas actividades. Talmente como unos palimpsestos.
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