Apuntes para una visión crítica de las Bibliotecas Humanas dentro de la función social de la biblioteca pública

[Versió catalana]


Sergi Draper Martínez

Bibliotecario en Bibliotecas de Barcelona

 

Resumen

La función social de la biblioteca pública es un factor intrínseco a su esencia y a sus valores. La intención de influir positivamente en la sociedad que rodea a la biblioteca ha estado presente, de una forma o de otra, como mínimo desde el origen de la lectura pública moderna, ahora hace unos 150 años, con la idea de acceso a la educación del pueblo y el fomento del espíritu democrático (Faus, 2000). Cuando decimos «de una forma o de otra», nos referimos al hecho de que el concepto de acción o intervención sociocultural ha ido variando a lo largo de los años, y que el ánimo asistencialista y benéfico inicial ha dado paso, de manera progresiva, a prácticas más participativas y transformadoras. Aun así, a pesar de que esta visión social es comúnmente aceptada en el plano teórico, a las bibliotecas todavía les resulta difícil definir la planificación alrededor de la acción social que llevan a la práctica.

En este texto, pondremos en valor la necesidad de definir la acción social en las bibliotecas públicas, tanto desde una vertiente teórica como práctica. Posteriormente, analizaremos las Bibliotecas Humanas como parte de la planificación y programación de servicios y actividades sociales de la biblioteca pública, y, desde una visión crítica, intentaremos averiguar los puntos fuertes y lo que consideramos que son las debilidades. Finalmente, plantearemos toda una serie de reflexiones que hay que tener en cuenta a la hora de articular una programación de actividades de sentido social en la biblioteca, partiendo de esta como espacio accesible, participativo y transformador.

Resum

La funció social de la biblioteca pública és un factor intrínsec a la seva essència i als seus valors. La intenció d’influir positivament en la societat que envolta la biblioteca ha estat present, d’una manera o d’una altra, com a mínim des de l’origen de la lectura pública moderna, ara fa uns 150 anys, amb la idea d’accés a l’educació del poble i el foment de l’esperit democràtic (Faus, 2000). Quan diem «d’una manera o d’una altra», ens referim al fet que el concepte d’acció o intervenció sociocultural ha anat variant al llarg dels anys, i que l’ànim assistencialista i benèfic inicial ha deixat pas, de manera progressiva, a pràctiques més participatives i transformadores. Tot i així, malgrat que aquesta visió social és comunament acceptada en el pla teòric, a les biblioteques encara els resulta difícil definir la planificació al voltant de l’acció social que duen a la pràctica.

En aquest escrit, posarem en valor la necessitat de definir l’acció social a les biblioteques públiques, tant des d’un vessant teòric com pràctic. Posteriorment, analitzarem les Biblioteques Humanes com a part de la planificació i programació de serveis i activitats socials de la biblioteca pública, i, des d’una visió crítica, intentarem desentrellar-ne els punts forts i el que considerem que en són les debilitats. Finalment, plantejarem tot un seguit de reflexions que cal tenir en compte a l’hora d’articular una programació d’activitats de sentit social a la biblioteca, partint d’aquesta com a espai accessible, participatiu i transformador.

Abstract

The social function of a public library is a factor intrinsic to its essence and values. The intent to positively influence the society surrounding the library has been present, in one way or another, since at least the origin of modern public reading, now around 150 years ago, with the aim of providing access to education for the public and of fostering democratic spirit (Faus, 2000). When we say «in one way or another», we are referring to the fact that the concept of sociocultural action or intervention has varied over the years and that the assistentialist nature and initial benefit gradually gave rise to more participative and transformative practices. Even so, although this social vision is widely accepted in theory, libraries still struggle to define their planning around the social action that they put into practice.

In this article, we will highlight the importance of the need to define social action in public libraries, from both a theoretical and a practical point of view. We will then analyze the Human Library as part of the planning and programming of services and social activities of public libraries, and, with a critical eye, attempt to pinpoint its strong points and the aspects which we consider to be its weaknesses. Finally, we will propose a series of reflections to bear in mind when producing a programme of social activities in a library, based on its being an accessible, participative and transformative space.

 

 

1 La función social de las bibliotecas públicas

«Nosotros apreciamos y valoramos las diferencias en los pensamientos, claro, si son pensamientos críticos y articulados, y no esas chambonadas que ahora abundan en el progresismo ilustrado. Nosotros, nosotras, zapatistas, no valoramos de un pensamiento si coincide o no con el nuestro, sino si nos hace pensar o no, si nos provoca o no, pero sobre todo, si da cuenta cabal de la realidad»

EZLN. Comisión Sexta (2015)

Las bibliotecas públicas se alinean con valores de accesibilidad, pluralidad e inclusión, atentas a las necesidades culturales, sociales y educativas de la población y en colaboración participativa con las personas y entidades del territorio. Por definición, las bibliotecas públicas:

  • Garantizan los derechos de acceso a la información y la cultura.
  • Proponen servicios y espacios accesibles, inclusivos, acogedores y seguros, desde una actitud tolerante, sincera y flexible.
  • Se presentan como lugares de encuentro, intercambio de experiencias y debate.
  • Fomentan la innovación social transformadora, el diálogo y la participación democrática, social y cívica de la comunidad, y en el seno de la comunidad (Alonso-Arévalo; Flórez Holguín, 2020).
  • Nutren la producción de conocimiento colectivo, comunitario y transformador (Garmer, 2014).
  • Promueven las relaciones sociales, ofreciéndose como una herramienta de comunicación, favoreciendo los vínculos y las afinidades entre las personas, y con los equipamientos del territorio, así como fomentando el acompañamiento motivador y el sentido de pertenencia.
  • Se ofrecen como un espacio inclusivo y de cuidado; y hacen de su uso, un acto social (Garmer, 2014), adoptando la idea de la biblioteca como cuarto de estar comunitario (Alonso-Arévalo; Flórez Holguín, 2020).
  • Proporcionan información de confianza, a la vez que desmontan estereotipos, prejuicios y rumores.
  • Visibilizan las cuestiones sociales, las desigualdades e injusticias, y son altavoz de las luchas del territorio.

La experiencia nos dice que es bastante fácil asumir los principios teóricos cuando son genéricos y están cargados de buenas intenciones. Pero otra cosa es como se ponen en práctica a la hora de llevar a cabo la acción bibliotecaria diaria.

La función social de las bibliotecas públicas, además de formar parte del alma de su quehacer y de la entelequia institucional del servicio público, no puede quedar en una declaración de intenciones ni en una operación de imagen para alimentar las redes sociales; tiene que ser fruto de la reflexión, la vinculación y la participación de la comunidad en la biblioteca, o a la inversa, de la participación de la biblioteca en la comunidad de la cual forma parte. Por eso, hay que definir claramente qué entiende la biblioteca por «función social», y qué posición adopta la biblioteca con su entorno.

Para nosotros, la «función social» de la biblioteca pública tendría que poner las necesidades de la comunidad en el centro de su actividad, incorporando la lógica del cuidado y el apoyo mutuo, estimulando el pensamiento crítico ante las injusticias que la rodean, fomentando la participación del vecindario en el diseño y la gestión de la biblioteca, y promoviendo la coordinación y la solidaridad con el resto de los agentes y equipamientos del territorio. Resulta indispensable, al mismo tiempo, hacer un ejercicio de honestidad para establecer la posición de la biblioteca ante los hechos sociales que la rodean, y decidir cómo afrontarlos (lab_zebra, 2020a).

Si la planificación bibliotecaria sirve para preparar a la organización para el futuro —ayudando en la toma de decisiones por medio de la detección de oportunidades y riesgos, y del análisis del contexto, los objetivos, los agentes participantes, los recursos y el tiempo disponibles—, una planificación estratégica alrededor de la actividad sociocultural de la biblioteca, el análisis metodológico de las necesidades de la comunidad, el desarrollo de planes de actuación para dar respuesta y la proyección de unos objetivos evaluables y revisables nos ayudarán a plantear el «¿qué?, ¿cómo?, ¿para quién?, ¿desde dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?, ¿para qué?», y apoyar la toma de decisiones.

El posicionamiento de la biblioteca ante los hechos sociales y culturales que la rodean, y la respuesta que articulará mediante la actividad bibliotecaria, nos llevará a definir «a favor de quién y de qué» se desarrolla esta tarea bibliotecaria y, por lo tanto, «contra quién y contra qué» (Freire, 1984). La biblioteca tendrá que decidir si desde una actitud crítica y transformadora estimula y activa la disrupción institucional (Sentance, 2019), o bien, si desde una actitud neutral, ingenua o astuta (Freire, 1984), reproduce y refuerza el orden social dominante y los valores sobre los cuales se sustenta (Fox, 2021) y camufla con un falso compromiso y solidaridad el mantenimiento de la cultura de la dominación (Freire, 2012).

La supuesta posición de «neutralidad» es uno de los aspectos controvertidos de la acción bibliotecaria. Si aceptamos que todo, desde las más altas instancias del Estado y sus tensiones políticas que determinan la estructura social y la organización de la Administración pública, hasta la individualidad de la última persona que trabaja en las bibliotecas, pasando por el sistema económico que afecta a la creación, la distribución y el acceso a la cultura y el conocimiento, está atravesado por diferentes maneras de ver el hecho social, tenemos que asumir que cada acción de la biblioteca, destinada a intervenir en su entorno, también estará atravesada por diferentes ideologías y, por lo tanto, no será neutral. Tanto si es por acción como por omisión (lab_zebra, 2020b).

Si, aun así, consideramos que el servicio bibliotecario es «neutral», tendremos que cuestionarnos si esta «neutralidad» colabora con las estructuras de opresión, y si esto nos aleja de los movimientos que desafían los sistemas de dominación, y hacen las bibliotecas menos efectivas en el desarrollo de cambios sociales y menos relevantes socialmente (Sentance, 2018).

Consideramos, pues, que si la biblioteca pública quiere «influir positivamente en la sociedad que la rodea» hace falta que se desprenda de su supuesta neutralidad, de comportamientos ambiguos, y se posicione como sujeto político, adoptando un espíritu transformador, orientándose hacia la justicia social, asumiendo y desarrollando un papel clave en los ejes informacional, cultural, social, educativo y económico, revisando constantemente su acción (Freire, 2012); sin dejar de tener presente la pluralidad y complejidad social de la comunidad y asumiendo los antagonismos y conflictos internos.

2 Las Bibliotecas Humanas

«No teman quedarse solos de quienes nunca han estado en verdad con ustedes. Son ellas y ellos quienes no los merecen. Quienes llegan a su dolor como a un espectáculo ajeno, que gusta o que disgusta, pero del que nunca serán parte real. No teman ser abandonados por quienes pretenden no acompañarlos y apoyarlos, sino administrarlos, domarlos, rendirlos, usarlos y, después, desecharlos»

EZLN. Comisión Sexta (2015)

El objetivo de las Bibliotecas Humanas es combatir prejuicios hacia diferentes comunidades estigmatizadas o marginadas, desde la narración vital y autobiográfica de personas que forman parte y que sufren, o han sufrido, este estigma. El relato de las personas-libro se prolonga durante unos 15/20 minutos ante una audiencia reducida de 5 o 6 personas lectoras, que posteriormente tendrán entre 5/10 minutos para participar en un turno de preguntas y establecer un diálogo con las protagonistas. La persona-libro puede declinar responder alguna pregunta o aspecto de su vida, posibilidad que es aceptada previamente por la persona lectora.

Evidentemente, la actividad comporta un proceso de planificación y diseño, una investigación y convocatoria de personas-libro, una preparación y guionización de los diferentes relatos, la edición de materiales para la realización de la actividad, una campaña de difusión y convocatoria de las personas lectoras, la preparación de una infraestructura para llevar a cabo la actividad y la documentación del proceso y puesta en escena (Epstein, 2019).

Creadas en el año 2000 en Copenhague por los hermanos Abergel, las Bibliotecas Humanas se llevaron a cabo por primera vez dentro del Festival de música de Roskilde, en un intento de promover la tolerancia, el diálogo y la interculturalidad entre los jóvenes. La Biblioteca Humana se ha convertido en una marca registrada gestionada por la Human Library Organisation, que, por encargo y con previo pago de una tarifa (indeterminada y dependiente del tipo de organización o empresa que haga la solicitud), cede la licencia para realizar la actividad, y el apoyo de la organización mediante las personas voluntarias que ejercen de libro u otros colaboradores locales.

Esto desde una actuación completamente formal. También se puede optar por asumir la idea central: el relato, de una persona que pertenece a un grupo social concreto, ante un grupo de personas que posibilite establecer un diálogo sobre una temática por medio de su experiencia y adaptarlo a las necesidades, las posibilidades y los intereses de la biblioteca o la organización que se haga cargo.

2.1 Aspectos que hay que valorar de las Bibliotecas Humanas

Por lo que hemos visto, las Bibliotecas Humanas son un modelo de actividad con voluntad de visibilizar, afrontar y cuestionar los estereotipos y los prejuicios, dándoles voz, poniéndoles cuerpo, y entendiéndolos desde las personas que son protagonistas. Se basan en los valores de inclusión, accesibilidad, interculturalidad, respeto por la diversidad y la diferencia. Y activan ciertos elementos que hay que tener en cuenta (Epstein, 2019):

  • Establecen un espacio de encuentro y diálogo, horizontal e inclusivo, en el que las personas pueden compartir sus experiencias vitales.
  • Afrontan los estereotipos y los prejuicios.
  • Fomentan el conocimiento informal, basado en la experiencia personal, la transmisión oral y el relato emocional.
  • Reconocen la diversidad y la pluralidad.
  • Generan un espacio seguro y acogedor para todas las personas participantes, basándose en el respeto mutuo y la escucha activa.
  • Estimulan la comprensión del otro, la empatía, la solidaridad y el activismo.
  • Fortalecen la cohesión social de una comunidad local.

2.2 Aspectos que hay que considerar de las Bibliotecas Humanas

La organización de Bibliotecas Humanas debe hacer cuestionarnos ciertos aspectos que tienen que ver con la manera en que se desarrollará la actividad: el punto de vista desde el cual se presentan los conceptos de alteridad, diversidad, normalidad e inclusión; el nivel de exposición de las personas-libro; si se da por hecho que los colectivos estigmatizados tienen que ser asimilados por las posiciones normativas dominantes, y si la actividad socava, o refuerza, las estructuras de dominación social (Kẏra, 2014):

  • ¿Los valores que fomentan las Bibliotecas Humanas son coherentes con el resto de los servicios, fondos, actividades y maneras de hacer de la biblioteca?
  • ¿A qué público se dirigen? ¿El objetivo es llegar a personas con una previa sensibilidad social sobre las temáticas planteadas o llegar a personas con idearios antagónicos a la persona-libro?
  • ¿La selección previa de las personas-libro incluye criterios de habilidad comunicativa, tipo de discurso, tema planteado o nivel de confrontación con el pensamiento hegemónico? ¿Se revisan, se supervisan o se censuran discursos y relatos de las personas-libro que pueden resultar incómodos, terribles o perturbadores para las personas lectoras?
  • ¿Se plantea la actividad como una experiencia-espectáculo, inmediata y efímera? ¿Se mercadea con los sentimientos, las emociones y las esperanzas de las personas-libro? ¿Se fomentan dinámicas basadas en la vanidad, el narcisismo, el exhibicionismo o la pornografía emocional? (Ippolita, 2012).
  • ¿Se ha pensado en que las personas-libro no sean exhibidas como objetos impersonales, como algo exótico (étnica o socialmente), que provoca curiosidad insana? ¿Nos hemos ocupado de que la actividad no se convierta en un circo de los horrores o un zoo humano de historias de superación personal?
  • ¿Se trivializa la discriminación y la estigmatización de colectivos y se reafirma el imaginario de irreversibilidad de aquello que es marginal? ¿Reducimos las personas al estigma, a la vez que lo reforzamos? (Queirolo, 2017)
  • ¿Se cuestiona la supuesta «normalidad hegemónica» generada desde una visión de privilegio de clase, etnia o género? ¿Se pone el foco sobre las personas que sufren la estigmatización o sobre las personas que la fomentan? ¿Los conceptos de inclusión e igualitarismo se activan para esconder y desdibujar las diferencias, o para señalar y enfrentar la opresión? (Comité invisible, 2015).
  • ¿Se ejerce el paternalismo desde una posición de superioridad social, moral o económica reforzando la idea que las personas-libro necesitan la protección y bondad de las personas lectoras?
  • ¿Se fomenta el redwashing institucional, un lavado de cara de la institución de la cual depende la biblioteca, o de la propia biblioteca, al mostrar un compromiso social ficticio impostado o que promueva la solidaridad compasiva?

3 Reflexiones a la hora de articular una programación de actividades con sentido social

«El pensamiento crítico tiene como motor el cuestionamiento. ¿Por qué esto y no otra cosa? ¿Por qué así y no de otro modo? ¿Por qué aquí y no en otro lugar? Preguntando se camina, decimos los zapatistas, las zapatistas»

EZLN. Comisión Sexta (2015)

Partiendo de la idea de que las bibliotecas no son positivas por sí mismas ni por el solo hecho de existir, sino que se tienen que esforzar para llegar a serlo (Fox, 2021), y que es mediante la reflexión, la planificación y el posicionamiento ante el hecho social y las estructuras de poder como podrán optar a serlo, queremos plantear una serie de reflexiones que nos pueden ayudar a articular una programación de actividades de contenido social:

  • ¿Definimos los objetivos a la hora de poner en marcha actividades de contenido social, fruto del análisis crítico de las necesidades de la comunidad, planificando y diseñando el sentido, en relación con unos objetivos evaluables? ¿O la acción social forma parte de hechos circunstanciales, aislados, azarosos, condicionada por la idea de innovación constante y la novedad en sí misma, y de la creación de demanda de consumo por medio de la publicidad?
  • ¿Cómo detectamos las necesidades del territorio? ¿Tenemos una metodología para analizar de manera crítica las necesidades de la comunidad? ¿Forma parte de la planificación?
  • ¿Fomentamos el pensamiento crítico, motivando la reflexión, estimulando el análisis y fortaleciendo el debate? ¿Tenemos disposición a no rehuir el conflicto y aprender a valorar las ideas, contrarias o no, por el estímulo que genera sobre las nuestras?
  • ¿La motivación de la programación de las actividades nace del compromiso, la reflexión y la participación o del conformismo, la apatía o el dogmatismo?
  • ¿Planteamos actividades que dan tiempos y capacidad para que las personas puedan cultivar relaciones significativas, o están basadas en la rapidez, la inmediatez y la superficialidad?
  • ¿Fomentamos la idea de participación y acción directa, e impulsamos las prácticas comunitarias para desarrollar la autoformación, el conocimiento y la resistencia, o alimentamos el conformismo, la pasividad, la indolencia y el activismo impostado?
  • ¿Cómo abordamos la necesidad de reconocimiento y el sentido de pertenencia, el miedo al ostracismo y la falta de aceptación de las personas? ¿Cuestionamos la normalidad y la homogeneización como centrifugadoras de la diferencia? ¿La normalización de la desafección se ejerce mediante una conversión e institucionalización de la disidencia?
  • ¿Aceptamos que no somos un servicio neutral y aséptico, que nos atraviesan múltiples ideologías que pueden provenir de diferentes ámbitos (el institucional, el vecinal o de la realidad política y social del territorio), y que en algún momento u otro nos tendremos que posicionar dentro de los conflictos internos de la comunidad?
  • ¿Tenemos autonomía para planificar servicios y actividades que den respuesta a las necesidades de las personas del territorio, como herramienta de participación de la comunidad donde nos arraigamos, o somos correa de transmisión de las ideas y maneras de la institución a la cual pertenecemos, y nuestra objetividad depende de los cambios políticos en las instituciones?
  • Si las relaciones sociales con la comunidad se basan en los vínculos personales, ¿tenemos recursos para gestionar el síndrome de agotamiento emocional que pueden generar?
  • ¿Está todo el equipo de la biblioteca involucrado? ¿Ha participado en la definición y la asunción consensuada de la posición de la biblioteca ante el hecho social?
  • A pesar de que se pueden dar varios grados de responsabilidad y participación, ¿la programación de servicios está relacionada con el resto de los ámbitos de la biblioteca?

4 Consideraciones finales

Para finalizar, diremos que la biblioteca pública no plantea su función social para determinar cuál es la manera correcta de vivir: la realmente moderna, progresista, obediente y sin máculas. La función social se plantea para provocar y estimular el pensamiento crítico, el debate, el intercambio de conocimientos y experiencias. Tampoco lo hace para deshacer, absorber y reinsertar las diferencias, las disidencias y las deserciones dentro de la normalidad institucionalizada y hegemónica, sino para dar visibilidad a los conflictos, a los antagonismos y al cuestionamiento de las estructuras sociales y los procesos de dominación. La biblioteca no intenta solucionar las situaciones de injusticia social que la rodean, porque no es un fin en sí mismo, sino que quiere ser un medio para generar conciencia del despotismo, el autoritarismo y el abuso, una herramienta para recoger saberes de lucha y para activar resistencias. Su propósito no es asumir una actitud gregaria y subordinada respecto al partidismo de las políticas y la gestión de los recursos públicos, sino generar comunidad, autonomía y autogestión desde las necesidades y las carencias del territorio. La acción social de la biblioteca no anhela ser un acto espectacular y brillante que ilumine la sociedad que la rodea, sino un acto paciente, persistente, subterráneo, casi clandestino, como el manto de humus bajo la hojarasca que se produce por la descomposición social y que sirve de abono a la subversión.

«Tal vez estemos equivocados, equivocadas, y el camino que les ofrecen sea el que vale realmente. Si así lo creen y así lo deciden, no esperen de acá un juicio condenatorio, ni repudios, ni desprecios. Igual tendrán nuestro cariño, nuestro respeto, nuestra admiración»

EZLN. Comisión Sexta (2015)

Bibliografia

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