Las bibliotecas populares de Barcelona como espacios de socialización durante el segundo franquismo, 1957–1975

 

[Versió catalana]


Assumpció Estivill Rius

Facultat de Biblioteconomia i Documentació
Universitat de Barcelona

 

Resumen

Objetivos: analizar cómo han evolucionado las actividades culturales de las bibliotecas populares de la provincia de Barcelona al iniciarse el período que va de 1959 a 1975, el llamado "segundo franquismo", y cómo evolucionan a lo largo de estos años. Examinar las temáticas tratadas en los actos organizados; el interés que presentan para las poblaciones respectivas y cómo se adaptan a una sociedad que está experimentando cambios profundos; la presencia en ellas de los movimientos sociales y culturales que surgen con fuerza en aquel momento; el papel que se reserva al catalán y a la cultura catalana; las alianzas locales, y hasta qué punto aquellas actividades están pautadas desde el poder o responden a la iniciativa de las bibliotecarias.

Metodología: se parte del vaciado y del análisis de los actos realizados en cada una de las bibliotecas populares de la Diputación de Barcelona entre 1957 y 1975, tal como se reseñan en las memorias del Anuario de la Biblioteca Central y de las populares y especiales. Se tienen en cuenta las bibliotecas populares propiamente dichas y también aquellas bibliotecas filiales que son estables y que está a cargo de una persona.

Resultados: es en los años sesenta cuando las bibliotecas populares son más activas en acciones de extensión cultural. En general, están muy integradas en las poblaciones respectivas y, gracias a la iniciativa de las responsables, los lectores pueden seguir de cerca los movimientos culturales que emergen en la capital: representaciones de teatro independiente, sesiones de teatro leído, de cine-fórum, recitales de la Nova Cançó, etc. Las bibliotecas recuperan el objetivo culturalizador que tenían en el período fundacional y retoman con dedicación la tarea de difusoras del catalán y la cultura catalana. También, como en aquella etapa, vuelven a ser espacios políticamente neutros, de una neutralidad que no es integradora sino excluyente, y por esto permanecen al margen de algunas de las inquietudes sociales y políticas de la sociedad civil.

Abstract

Objectives: to analyse how the cultural activities of the popular libraries in the province of Barcelona evolved in the second period of Francoist Spain, that is between the years 1957 to 1975. This paper examines the type and nature of these activities; the interest they generated among the respective communities and the way in which the activities were adapted to a society that was undergoing profound changes; the importance of various social and cultural movements that emerged with particular strength in those years; the role played in them by Catalan language and culture; local alliances, and the extent to which these activities were guided by the authorities or responded to the initiative of the librarians.

Methodology: an exhaustive report and analysis were undertaken of the activities organised in each of the popular libraries of the Provincial Council of Barcelona between 1957 and 1975, as reported in the Anuario de la Biblioteca Central y de las populares y especiales. The study examines all the popular libraries and the stable branch libraries that had a person responsible for their running.

Results: it was during the sixties that the popular libraries were most active in promoting cultural activities. In general, they were well integrated within their respective communities and, thanks to the efforts of those responsible for their organisation, readers were able to follow closely the cultural movements that emerged in the capital: plays staged in the independent theatres, play readings, film forums, recitals of Nova Cançó promoting Catalan music etc. The libraries recovered their role as disseminators of culture, which they had had on being founded, and dedicated themselves once more to the task of promoting Catalan language and culture. Likewise, as in that earlier period, they once again became politically neutral spaces, but a neutrality that was characterised by its exclusive, non-integrative nature, which explains why they remained on the sidelines of certain social and political worries of the civil society of the day.

 

1 Introducción

El Projecte sobre la instal·lació a Catalunya d'un sistema de biblioteques populars, diseñado en 1915 por Eugeni d'Ors para la Mancomunitat de Cataluña, concebía este sistema como una amplia red de instituciones de la lectura y de difusión de la cultura. El documento centraba la misión de las bibliotecas populares catalanas en la divulgación cultural por medio de las colecciones propias y también como intermediarias entre los lectores con necesidades de lectura más especializada y las colecciones de la Biblioteca de Catalunya mediante el préstamo interbibliotecario. Es decir, ponía el énfasis en las colecciones y la lectura; pero también declaraba que de todas las extensiones de carácter utilitario o educativo que complementaban la biblioteca en países extranjeros, la más útil —"potser indispensable a la nostra terra"— era la de la sala de conferencias, que podría acoger todo tipo de actos culturales, "i que molt sovint, en les nostres poblacions, seria l'única sala políticament neutral que es pogués destinar a finalitats així". Esta sala tenía que ser un lugar de "civil reunió" que se tenía que beneficiar del ambiente de recogimiento y de cultura de la biblioteca ("Projecte...", 1922, p. 76–80) y, como tal, tenía que ser, junto con la biblioteca misma, un espacio de socialización de la población, donde los miembros de la localidad podían relacionarse entre ellos, formarse y ampliar su cultura. 

Aunque no todas las bibliotecas tienen una sala destinada a actos culturales, todas acogerán en sus instalaciones actividades culturales y formativas poco después de su creación. Teresa Mañà (2001, p. 97–102) hace el inventario de las conferencias y los cursos organizados por las bibliotecas populares desde 1923 hasta 1936 a partir de las memorias publicadas en el Anuari de les biblioteques populars (1923–1936); en él se observa que las temáticas tratadas van desde los diversos aspectos del arte, la literatura, y la lengua catalana, a la historia del libro y el libro catalán, a los viajes y las excursiones, y a algunas técnicas, como la agricultura, la electricidad, o la medicina práctica, sin olvidar las temáticas "femeninas" —el embellecimiento del hogar, las labores o la espiritualidad de la mujer. Entre los conferenciantes destacan Aurora Bertrana, Pere Bosch Gimpera, Pere Corominas, J.V. Foix, Tomàs Garcés, Marià Manent, Manuel de Montoliu, Joan Puig i Ferrater, Carles Riba, Antoni Rovira i Virgili, Josep M. de Sagarra, Francesc Trabal o Pau Vila. Pero fiel a aquella idea de Ors de una sala "políticamente neutral", e interpretándola de manera restrictiva y no en el sentido de que pudiera reflejar una gran pluralidad ideológica, no se celebran actos que expresen tendencias políticas o sociales, ni tampoco se tratan temas de actualidad que puedan suscitar corrientes de opinión o controversias sobre aspectos políticos o sociales. Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, los conferenciantes no son, en general, nombres de primera fila, y las charlas son sobre arte español, literatura española, prehistoria, geología y de temática técnica y "femenina"; pero, a pesar de la orientación más "española" de los asuntos tratados, tampoco en este período se reseñan actividades de un contenido político o social explícito de ningún signo. En el período inventariado por Mañà, la temática religiosa no tiene ningún papel relevante en las bibliotecas. 

Después de la interrupción provocada por la Guerra Civil, el Anuari se retoma en 1941 con las memorias correspondientes a 1939 y 1940. Ahora incluye también la memoria de la Biblioteca de Catalunya, convertida en Biblioteca Central, y vuelve a castellanizar su título como ya había sucedido entre 1924 y 1929: Anuario de la Biblioteca Central y de las populares y especiales. En la portada de la publicación se menciona el 1939 como "Año de la victoria"; preside el volumen el fotograbado de un busto del general Franco, a quien se dedica el Anuario; en la introducción se hace referencia a la liberación de Barcelona por el "glorioso ejército nacional" y se declara que "la Biblioteca Central [...] y la red que forman las Bibliotecas Populares y Especiales, [...] presentan hoy los resultados de su actuación en el bienio 1939–1940, prometiendo proseguir y mejorar sus actividades para ofrecerlas, como obras y no palabras, a la Patria restaurada por la espada victoriosa del Caudillo". (Anuario..., 1939–1940, p. v).

Las memorias de las bibliotecas populares correspondientes a 1939, incluidas en el Anuario, no mencionan ningún tipo de actos de extensión cultural. La mayoría abrieron las puertas a partir del otoño de aquel año, después de haber procedido a las depuraciones del personal y de las colecciones, que llevaron a cabo las mismas bibliotecarias siguiendo órdenes superiores y de acuerdo con las normas dictadas por el Patronato Provincial de Archivos, Bibliotecas y Museos. 

En 1940, cuando la situación de las bibliotecas empieza a normalizarse según los nuevos parámetros que rigen la vida del país, se retoman las actividades de difusión cultural, ahora orientadas al adoctrinamiento patriótico y religioso. La biblioteca deja de ser aquel lugar aséptico y políticamente neutro que predicaba el proyecto de Eugeni d'Ors para convertirse en un foco más de irradiación de los principios y la cultura impuestos por el régimen franquista. Todas las memorias de aquel año informan de la celebración, con la presencia de las autoridades civiles, religiosas, militares y de FET y de las JONS, de la Fiesta Nacional del Libro Español, el Corpus Christi, el 18 de julio, la ocupación de Tánger y la Fiesta de la Raza. En algún caso también se conmemora la Fiesta Nacional de los Mártires de la Tradición, la entrada del ejército de Franco en la población y el aniversario de la muerte de José Antonio. Según la Dirección de Bibliotecas Populares, con estas actividades se perseguía "aumentar el nivel cultural de nuestro pueblo, divulgando los ideales que animan a la nuestra España e invitando a la cooperación en la obra magna de reconstruir moral y materialmente el país" (Anuario..., 1939–1940, p. 135–136). Aparte de los símbolos que ostentan habitualmente —retratos de Franco, crucifijos, etc.—, durante las celebraciones las instalaciones se engalanan con banderas españolas y de la Falange y con escudos imperiales. En el año 1940, son muchas las bibliotecas que añaden el nombre de un santo, de un religioso o de una personalidad locales a su denominación.1 Por otro lado, las bibliotecarias continúan haciendo los trabajos habituales, y algunas vuelven a organizar conferencias y cursos técnicos, y no evitan tener que controlar, siguiendo órdenes de los jefes locales de la Falange, las estadísticas y los libros leídos por los afiliados a la Organización Juvenil para enviarlos mensualmente a FET y de las JONS. 

Entre 1944 y 1954, la sección del Anuario sobre la Central de Bibliotecas Populares incluye la relación de los actos realizados en cada biblioteca. En 1944 la mayoría de las conferencias todavía versan sobre los valores espirituales de España, sobre el imperio, las figuras y los hechos históricos enaltecidos por el franquismo, y los temas religiosos; aun así, en 1945, a raíz del centenario del nacimiento de Jacint Verdaguer, el poeta es objeto de alguna conferencia y, poco a poco, se introducirán algunos actos de tema catalán y, más raramente, en lengua catalana. En 1947, por ejemplo, la Comissió Abat Oliba organiza en las populares una serie de conferencias, de tema montserratino, para celebrar la entronización de la Virgen de Montserrat. A partir de final de la década, se hace algún acto esporádico en catalán, siempre de tema local o religioso, o de carácter folclórico, pero la tónica general no cambia demasiado.

 

2 Objetivos, alcance y metodología del trabajo

El trabajo se propone analizar cómo han evolucionado las actividades de extensión cultural de las bibliotecas populares de Barcelona cuando el régimen entra en su segunda fase —el período que va de 1959 a 1975, denominado "segundo franquismo"—, y cómo evolucionan a lo largo de la etapa. Se examinan las temáticas tratadas en los actos organizados, el interés que presentan para la población y la adaptación a una sociedad que a lo largo del período experimenta cambios demográficos y sociales importantes; la presencia de los movimientos sociales y culturales que empiezan a desarrollarse con fuerza en los años sesenta; el papel que van adquiriendo el catalán y la cultura catalana; las alianzas locales, los organismos que colaboran y se relacionan con las bibliotecas; hasta qué punto las actividades culturales están pautadas por la Dirección o la Central de Bibliotecas Populares y cuál es la autonomía de las bibliotecarias a la hora de programar los actos.

El año 1959 señala el inicio del segundo franquismo, con la puesta en marcha del plan nacional de estabilización económica. Como explican Carme Molinero y Pere Ysàs (2008, p. 34–39), la gran crisis económica que asediaba al país, junto con las primeras protestas obreras y de estudiantes, evidenciaron la necesidad de acabar con las tensiones internas entre las distintas facciones que luchaban por el poder político dentro del régimen y paralizaban la acción gubernamental. El resultado fue el nombramiento, el 1957, de un gobierno de tecnócratas muy ligado al Opus Dei y encabezado por Carrero Blanco como ministro de la Presidencia, que propició el cambio de orientación de la economía y el crecimiento que el país experimentó ya entrados los años sesenta. La industrialización, la modernización de la agricultura, el cambio demográfico y los grandes movimientos migratorios internos y externos, el boom turístico, etc. son algunas de las características de la nueva etapa. Por otro lado, los años cincuenta también marcan el paso de las acciones de resistencia al franquismo de la inmediata posguerra y de la lucha clandestina, a una oposición más abierta, que se inicia en los años cincuenta, protagonizada por una generación que no ha participado directamente en la guerra, y que ya en la década de los sesenta consigue la movilización de grandes colectivos —estudiantes y obreros, primeramente— que no están directamente implicados en la lucha clandestina ni militan necesariamente en partidos y sindicatos de izquierda (Rodríguez Tejada, 2002, p. 141–143). Se trata de nuevas estrategias, en buena parte diseñadas por el PCE (Partido Comunista de España) y el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), para continuar la lucha antifranquista, porque si bien con el crecimiento económico se pretendía dar una nueva imagen del régimen, éste continuó anclado en un discurso intransigente que no respetaba las libertades democráticas y que intensificaba la represión coincidiendo precisamente con aquel desarrollo económico: a partir de 1969 se sucederán los estados de excepción, la represión policial, las condenas a muerte, etc.

El trabajo pretende estudiar las actividades de extensión cultural de las bibliotecas durante esta etapa. Para hacerlo, parte del vaciado y del análisis de los actos realizados en cada una de las bibliotecas populares de la Diputación de Barcelona entre 1957 y 1975 —año de la muerte de Franco—, tal como quedan reseñados en las memorias del Anuario de la Biblioteca Central y de las populares y especiales. Por razones prácticas se parte de la fecha de 1957, y no de la de 1959, porque el anuario correspondiente incluye las memorias de los años 1957–1960, y el informe general de la Central de Bibliotecas Populares hace un comentario unificado de la actividad de todo el período. Se tienen en cuenta las bibliotecas populares propiamente dichas y también las bibliotecas filiales, siempre y cuando sean estables, se abran al público diariamente y estén al cargo de una persona (normalmente con la categoría de auxiliar de biblioteca). En el análisis también se tienen en cuenta las guías de lectura que las bibliotecarias redactaban sobre aquellos temas que consideraban de interés para los lectores.

El estudio se centra en las bibliotecas populares de la provincia de Barcelona, puesto que, con la supresión de la Generalitat de Cataluña, la red que habían formado las bibliotecas catalanas  quedó fragmentada y sólo las de esta provincia continuaron formando un sistema compacto que ha tenido continuidad hasta el día de hoy. Inicialmente, el Anuario continúa recogiendo informes de las bibliotecas populares de Gerona, Tarragona y Lérida, y también incluye datos de bibliotecas que dependían de centros del Estado, de bibliotecas eclesiásticas y de entidades diversas, como por ejemplo la Organización Juvenil Española; pero a partir de 1950 se limita a publicar las memorias anuales de las bibliotecas de la Diputación de Barcelona —las populares y las especiales.

El contenido de los anuarios de este período es muy diferente del de las etapas anteriores. Por un lado, ya no incluyen las introducciones de Jordi Rubió, tan interesantes por sus comentarios sobre la marcha de las bibliotecas y el entorno en el cual desarrollaban su tarea, por las pautas de trabajo que daba y por sus sugerencias de temas para la reflexión, el debate o el estudio. Por otro, las memorias de las bibliotecarias tampoco presentan los análisis monográficos que se solían hacer en las etapas anteriores sobre los tipos de lectores y sus lecturas, la adecuación de las colecciones a las necesidades lectoras y formativas del público, el préstamo, la colección local, etc. Ahora se limitan a dejar constancia de los actos celebrados, de los trabajos técnicos llevados a cabo y de las estadísticas de la sala de lectura y el préstamo domiciliario y de los libros ingresados. Hasta 1972 también incorporan listas de los títulos más leídos sin ningún tipo de comentario; a partir de 1973 estas listas desaparecen en la mayoría de los casos y se sustituyen por breves anotaciones a las estadísticas. Aun así, los datos incluidos en los anuarios son suficientes para permitir una primera aproximación sobre la relación de la biblioteca con la localidad a través de los actos que organiza, puesto que las memorias los recogen de manera exhaustiva.

 

3 Breve resumen del desarrollo de la red de bibliotecas populares de la Diputación de Barcelona durante el segundo franquismo

A finales de 1938 el Servicio de Bibliotecas Populares, dirigido por Jordi Rubió, gestionaba veintidós bibliotecas,2 muchas de las cuales disponían de lotes circulantes que daban servicio a las poblaciones vecinas. Durante los años de la guerra también funcionó el Servei de Biblioteques del Front, con el bibliobús, que técnicamente dependía de Jordi Rubió, y que daba servicio en el frente de guerra y proporcionaba los lotes circulantes destinados a los hospitales de sangre.3

El 5 de abril de 1938, dos días después de la ocupación de Lérida, el general Franco firmaba el decreto que abolía la Generalitat de Cataluña y traspasaba al Estado sus competencias legislativas y ejecutivas. Con la ocupación militar de Cataluña, completada a inicios de febrero de 1939, se restauran las diputaciones provinciales, que asumen, entre otras competencias, la gestión de las bibliotecas populares respectivas. La Diputación de Gerona se hizo cargo de las bibliotecas de Olot, Figueras y Palafrugell; la Diputación de Tarragona asumió la gestión de las bibliotecas de Valls, Vendrell, Tarragona, Ulldecona y Tortosa; a la Diputación de Lérida sólo se le traspasó la biblioteca de Cervera, puesto que la de las Borjas Blancas, dañada por los bombardeos, fue derribada al acabar la Guerra Civil. Finalmente, doce de las veintidós bibliotecas que habían formado parte del Servei de Biblioteques de la Generalitat se adscribieron a la Diputación de Barcelona: Sallent, Canet de Mar, Pineda, Granollers, Manresa, Vic, Calella, Villafranca del Penedés, Sitges, Esparraguera y las bibliotecas Pere Vila e Ignasi Iglésias de los distritos iv y ix de Barcelona.4

Entre 1940 y 1956 el ritmo de crecimiento de las bibliotecas populares de la Diputación de Barcelona fue bastante pausado: se inauguraron once bibliotecas nuevas y la Biblioteca Popular de la Mujer —creada el 1909 por Francesca Bonnemaison—, se integró en la red en 1940. A partir de 1957, se acelera progresivamente el ritmo de creación de bibliotecas hasta lograr velocidades de vértigo en los últimos años del período analizado. Así, si entre 1957 y 1966 se ponen en marcha trece bibliotecas y dos bibliobuses urbanos, cedidos por el Ministerio de Educación Nacional,5 entre 1967 y 1975 se inauguran cuarenta y tres y un tercer bibliobús, en este caso rural, que recorre la comarca del Bergadá. El año que acumula el máximo de inauguraciones es el 1970, en el que se abren doce bibliotecas nuevas. Con tanto ajetreo, es lógico que todo dé la impresión de improvisación y de falta de planificación, y que algunas bibliotecas no puedan abrir al público hasta meses después de ser inauguradas.

A final de 1975, la red contaba con ochenta bibliotecas y dos bibliobuses, puesto que el primero se retiró aquel mismo año después de dieciocho de servicio. Pero no todas las bibliotecas tenían la misma categoría. En el Anuario de 1926, Rubió ya proponía seguir el modelo inglés de las county libraries y establecer lotes circulantes de libros, o bibliotecas filiales, que dieran servicio a las poblaciones pequeñas. A partir de aquel momento empiezan a funcionar bibliotecas filiales que consisten en lotes circulantes que se depositan en las escuelas y que son atendidas por los maestros, e incluso se crea una plaza de bibliotecaria encargada de organizar y controlar los lotes de libros (Mañà, 2001, p. 52–53). Aunque esta modalidad de biblioteca filial nunca fue satisfactoria porque, al no disponer de personal fijo, tenía muy poca estabilidad, la fórmula continúa a lo largo del período analizado, pero al final de los años sesenta estaba en franca decadencia. La memoria de la Central de Bibliotecas Populares de 1967 todavía da noticia de veintitrés filiales de estas características, pero dos años después las filiales han quedado reducidas a nueve. Y es que a partir de 1969 se consolida otro concepto de biblioteca filial más permanente, con un local propio, una auxiliar y unos horarios bien establecidos. En general, están en poblaciones pequeñas y para la gestión diaria dependen de una biblioteca popular, que recibe la calificación de "biblioteca comarcal"; las bibliotecarias de estas últimas bibliotecas hacen las tareas técnicas de las filiales y las asesoran. Una vez conceptualizado, este nuevo tipo de biblioteca filial se impone por encima de las bibliotecas populares. En plena época del "desarrollismo" y con la grandilocuencia del momento, el número es más importante que la calidad, y las filiales son más baratas de instalar y de mantener: funcionan con personal auxiliar, se alojan en salas cedidas por algún ayuntamiento o una caja de ahorros y, en general, sus colecciones fundacionales son todavía más escasas que las de las bibliotecas populares, como también lo es su crecimiento anual. A final de 1975, la red de bibliotecas populares de la Diputación tiene un total de 80 bibliotecas y dos bibliobuses que se distribuyen de la manera siguiente:

    Bibliotecas comarcales:    9
    Bibliotecas populares:    39
    Bibliotecas infantiles:    3
    Bibliotecas filiales:    29
    Bibliobuses:    2

El proyecto de Eugeni d'Ors y la implantación del sistema fueron modélicos porque introducían un concepto de biblioteca pública moderna según los patrones británicos y norteamericanos, que eran una novedad en España: materiales de libre acceso; un buen sistema de préstamo; unas colecciones seleccionadas esmeradamente y organizadas de acuerdo con estándares técnicos internacionales; a cargo de personal formado especialmente para dirigirlas, e instaladas de manera digna en edificios independientes, dedicados exclusivamente a biblioteca y, en la mayoría de los casos, construidos de planta y pensados para la función que tenían que ejercer.6 Estos estándares se mantuvieron y fueron mejorando hasta el final de la Guerra Civil: a medida que la red crecía, las colecciones fundacionales eran más completas y las bibliotecas se instalaban en poblaciones más grandes.

Sin embargo, cuando el régimen entra en la segunda etapa, y probablemente desde antes, se habían abandonado una buena parte de los criterios de calidad que habían presidido los primeros veinte años de la red de bibliotecas populares. En primer lugar, y como ya ha quedado patente, muchas de las bibliotecas que se crean a partir de final de los años sesenta funcionan con personal auxiliar que no tiene la preparación técnica y profesional adecuada —cosa que habría sido impensable bajo las direcciones de Ors y de Rubió. En segundo lugar, algunas bibliotecas se crean en poblaciones pequeñas de unos dos o tres mil habitantes o incluso de unos pocos centenares —como las de El Bruc, Cabrils, L'Estany o Sant Feliu Sasserra—, que en ningún caso no justificarían la creación y el mantenimiento de una biblioteca. En tercer lugar, las nuevas bibliotecas se instalan a menudo en edificios aprovechados, con una sola sala de lectura, sin sala de conferencias, en segundas plantas, sin una entrada directa desde la calle, con una superficie reducida e insuficiente, que no se crearon para la función que tienen y que están ligados a organismos que no tienen nada que ver con su finalidad (cajas de ahorros, ayuntamientos, casales diversos, instituciones religiosas, etc.). Después de leer dónde se ubican y cómo se accede a ellas, se observa que acumulan todas las características que Ors rechazaba sin contemplaciones: "Res d'institucions vergonyoses i ambigües en recons de municipis, d'edificis oficials, vells, mig enrunats, polsosos. Res de promiscuïtat amb oficines burocràtiques o amb instituts que no donen gaires senyals de vida" (Projecte..., p. 80). Unas instalaciones que, además, tienen un mantenimiento escaso: en muy pocas ocasiones las memorias informan de reformas, ampliaciones o cambios de local; no será hasta el final de la etapa que habrá más movimiento en este sentido.

 
Sala de lectura de la Biblioteca Mossèn Homar de Hospitalet (1963) (Anuario...,1968, p. 248–249)

Figura 1. Sala de lectura de la Biblioteca Mossèn Homar de Hospitalet (1963) (Anuario...,1968, p. 248–249)

 
Sala de lectura de la Biblioteca de Mollet del Vallès (1964) (Anuario..., 1964–1965, p. 300–301)

Figura 2. Sala de lectura de la Biblioteca de Mollet del Vallès (1964) (Anuario..., 1964–1965, p. 300–301)

 

Finalmente, y sin entrar en cuestiones de calidad, los fondos iniciales y su ritmo de crecimiento son muy insignificantes. Las colecciones fundacionales de las bibliotecas de la Mancomunitat y la Generalitat también eran reducidos, pero en los años treinta el ritmo de crecimiento anual de las colecciones se acercaba a los 300 volúmenes o los superaba.7 Las cifras que ahora se presentan en los anuarios para los años 1957–1975 muestran que la mayoría de bibliotecas apenas llegan a un crecimiento anual de 200 volúmenes, y sólo muy entrada la década de los años setenta los ingresos se acercarán a los 300 volúmenes por año.

Felipe Mateu y Llopis fue el director del Servicio de Bibliotecas Populares y de la Biblioteca de Catalunya desde el final de la Guerra Civil hasta su jubilación en 1972; también fue director de la Escuela de Bibliotecarias entre 1942 y 1972. Durante más de treinta años ocupó los mismos cargos que había tenido Jordi Rubió; pero su presencia en los anuarios es mínima, y se limita a aparecer entre las autoridades que asisten a las inauguraciones de las nuevas bibliotecas. Para estudiar cuáles fueron las acciones resultado de sus decisiones, habría que revisar la documentación conservada en las bibliotecas de la red y en los archivos de la Diputación y de la Biblioteca de Catalunya. Rosalia Guilleumas lo sustituyó en los tres cargos en 1973; su dirección ocupa, pues, muy poco tiempo del período estudiado para sacar conclusiones de su gestión. Pero sí que se observa más atención hacia la renovación de las instalaciones, unas colecciones iniciales un poco más generosas y un contacto más directo con las bibliotecas.

El trabajo del día a día, la coordinación de las bibliotecas de la red, la selección de los materiales, la preparación de los lotes para las bibliotecas, la introducción de algunas innovaciones, eran responsabilidad del equipo de bibliotecarias que trabajaban en la Central de Bibliotecas Populares. Justa Balló fue la directora de esta oficina hasta su jubilación en abril de 1968; a partir de esta fecha M. Antonieta Cot la sustituyó en el cargo hasta 1980. Ambas, junto con muchas de las bibliotecarias que trabajaban en la Central y en la red, hicieron posible que poco a poco las bibliotecas catalanas recuperaran pequeños espacios de libertad y que el catalán, la cultura catalana y muchos de los movimientos culturales del momento tuvieran un lugar en ellas.

Durante estos años las innovaciones técnicas en la Central y en las bibliotecas populares fueron casi inapreciables. Destaca el hecho que en 1958 la Diputación dotara con un tocadiscos todas las bibliotecas del sistema para que pudieran organizar audiciones musicales y otras actividades con la colección discográfica que la Central empezó a formar en 1956. La otra innovación es más bien una curiosidad: la máquina duplicadora de fichas que empezó a funcionar el marzo de 1970 y mediante la cual se podían enviar ya catalogadas una parte de las nuevas adquisiciones. Era una máquina pequeña de ciclostil que seguro que hacía su trabajo, pero que desde la perspectiva actual puede parecer anacrónica: en aquel momento ya hacía dos años que la Library of Congress tenía en funcionamiento el formato MARC, y muchas bibliotecas de los países más avanzados hacían planes para la automatización de los procesos bibliotecarios. En 1973, en el discurso de toma de posesión, Rosalia Guilleumas mencionaba la automatización de los servicios de la Biblioteca de Catalunya y de la red de bibliotecas populares, y en 1975 encargó un estudio sobre la cuestión (Estivill, 2010, p. 95). Pero por una serie de circunstancias, que no son parte de esta historia, la automatización de la red de bibliotecas populares de la Diputación de Barcelona no se inició hasta finales de los años ochenta. 

 

4 Las bibliotecas populares, ¿atentas al momento actual?: la programación de actividades culturales

En la memoria de la Central de Bibliotecas Populares correspondiente a los años 1957–1960, el lector encuentra la frase siguiente que anticipa una posible respuesta al tema central de este trabajo: "... la red de Populares de la Excma. Diputación, en forma sencilla, en silencio casi, vive atenta al momento presente, ajustando su actuación a las tendencias literarias, científicas y artísticas imperantes". (Anuario..., 1957–60, p. 80).

La situación general no había cambiado del todo respecto a los años cuarenta, pero sí que las bibliotecas habían experimentado una evolución paralela a la del país, y las imposiciones más duras del régimen en la posguerra inmediata habían ido cediendo terreno. En 1957 ya no son habituales las manifestaciones de exaltación de las glorias imperiales como lo habían sido en los años cuarenta, y los actos ya no giran alrededor de los Reyes Católicos, el Concilio de Trento, la Reforma y temáticas similares; de vez en cuando todavía hay actos sobre alguno de estos temas, pero ahora la oferta es más diversificada. Las fiestas "oficiales", que se celebran habitualmente en todas las bibliotecas, son la Fiesta del Libro, la de Navidad y el Día de la Raza o de la Hispanidad —según los gustos, que los dos nombres se mantienen hasta 1975. Aun así, esta última celebración, de connotaciones ideológicas, normalmente se limita a la exposición del donativo que muchos ayuntamientos hacen a la biblioteca aprovechando la festividad y a la organización de algún concurso sobre el descubrimiento de América o similar dirigido a los lectores infantiles. Si bien se encuentran residuos de la celebración hasta 1975, con el tiempo son pocas las memorias que la mencionan.

Los actos organizados para celebrar las fiestas oficiales y las actividades de extensión cultural que se llevan a cabo a lo largo del año conforman un muestrario muy amplio. Lo más habitual es que tomen la forma de conferencias, pero también son frecuentes las exposiciones de todo tipo: de nuevas adquisiciones (normalmente dos o tres cada año); las que exponen obras de un autor o sobre él con motivo de un aniversario o una defunción; las que muestran los materiales bibliográficos sobre una materia o un acontecimiento; las exposiciones de artistas o aficionados de la localidad (pintura, dibujo, fotografías, esmaltes, etc.), o de las obras presentadas o premiadas en concursos de pintura rápida; las de dibujos, pinturas, trabajos manuales o redacciones que hacen los lectores infantiles por Navidad u otras festividades; las de artesanía local; las de materiales de la colección local, que se suelen mostrar con ocasión de los aniversarios de la biblioteca, etc. Las exposiciones sobre temas y autores o creadores locales son algunos de los puntos fuertes de muchas bibliotecas; en su organización destacan sobre todo Esparraguera con exposiciones de artistas, artesanos y artesanía de la población, y Sitges, que está atenta a las celebraciones locales y elabora exposiciones sobre indumentaria y disfraces con motivo del Carnaval, de coches antiguos en ocasión del rally Barcelona-Sitges, de barcos y navegación durante las regatas, de cine cuando se acontece la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror, entre otras muchas. Las exposiciones se pueden complementar con guías de lectura que trasladan al papel los materiales expuestos; pero también se redactan guías de lectura que no se corresponden con una exposición y a la inversa. Asimismo, las bibliotecas organizan concursos con frecuencia; van destinados principalmente al público infantil y son de redacción, de conocimientos sobre un tema o sobre cuentos que han leído, de pintura, de dibujo o de trabajos manuales, pero también se hacen concursos destinados a los jóvenes —como la yincana de Esplugas de Llobregat que se organiza anualmente entre 1967 y 1973— y a los adultos. Destinados a estos últimos se hacen concursos de pintura rápida o de fotografía, pero también los hay de plantas o de pesebres, como el que organiza la biblioteca de Esplugas de Llobregat en colaboración con la revista Vida de Esplugas de Llobregat y en el que pueden participar los comercios de la ciudad con pesebres en los escaparates (Anuario..., 1968 y 1969). La hora del cuento sigue siendo un clásico como en las primeras etapas de la red, pero en los años setenta la actividad decaerá.

De los tocadiscos que la Diputación compró en 1958 para las bibliotecas de la red se sacó mucho rendimiento: a final de los años cincuenta y en toda la década siguiente menudean las audiciones de música. Como se verá más adelante, este medio también se usará en la hora del cuento y en otras actividades. La música en vivo —conciertos de música clásica, de canto coral, de música popular, de intérpretes de la Nova Cançó, etc.— constituirá una parte importante de las actividades del período. También lo será el teatro leído o representado, las sesiones de cine-fórum, de cine amateur y de cine infantil. De todas estas actividades se habla más adelante.

Para completar el conjunto de actuaciones enumeradas hasta aquí, todavía hay que mencionar que algunas bibliotecas organizan cursos diversos y excursiones y visitas culturales. Aparte de los cursos que tienen que ver con las temáticas que se examinan más adelante, encontramos cursillos de dibujo, de pintura o de trabajos manuales para niños (Rubí, Tarrasa, San Vicente de Castellet o Villafranca del Penedés). También para niños, están los cursillos de verano que, a la manera de las colonias actuales, organiza la biblioteca de San Vicente de Castellet en colaboración con Cáritas, o los de pesebrismo en Esplugas de Llobregat y Esparraguera. Destinados a adultos, hay, entre otros, de esperanto (Biblioteca Popular de la Mujer de Barcelona), de periodismo (Cornellá), de taquigrafía (Esparraguera), de paleografía (Arenys de Mar), de divulgación de la historia y la arqueología (Sallent), de cocina y nutrición (San Hipólito de Voltregá, San Vicente de Castellet, Mollet del Vallès y Navarcles), de montañismo (Esparraguera), de fotografía (el Bruc), de caracterología (San Vicente de Castellet), de extensión agraria (Santpedor), de socorrismo (San Vicente de Castellet) y de psicomotricidad (Cornellá).

Entre 1957 y 1975, la biblioteca de Esplugas de Llobregat organiza una media de cuatro excursiones y/o visitas culturales cada año. Lectores y bibliotecaria recorren el Montseny, la Costa Brava, la costa del Maresme, la del sur de Barcelona, visitan Rupit, Tarragona, Poblet y Santes Creus, etc., y durante unos años hay incluso una serie de excursiones incógnita. Se realizan visitas culturales a la Sagrada Familia, al Museo Picasso, al Museo Clará, al de Arte Moderno, al de la Indumentaria, etc.; las visitas suelen estar guiadas por expertos, por los conservadores de los museos o por críticos de arte reconocidos. El éxito de estas actividades se puede medir por su continuidad, pero también hay otros datos objetivos que lo acreditan, puesto que las memorias de los últimos años anotan los asistentes: por ejemplo, la visita al taller del escultor Xavier Corberó en 1974 contó con 67 asistentes, y la que el mismo año se realizó a la sección de arte románico del Museo de Arte de Cataluña, con 42. Las visitas se hacían siempre en domingo que, en aquellas fechas, era el único día de fiesta semanal de la bibliotecaria.

Aunque con menos frecuencia, otras bibliotecas también organizan excursiones y visitas culturales. En la década de los sesenta, Vallirana suele hacer una o dos salidas anuales. Rubí, San Vicente de Castellet y Santa Coloma de Gramenet también organizan diversas excursiones; además, los lectores de las dos primeras visitan la exposición de arte románico que tiene lugar en Barcelona en 1961, y los lectores de Rubí hacen varias visitas a la exposición Joan Miró en el antiguo Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona en 1968–1969.

Las actividades culturales de un período que abraza diecinueve años —que empieza con veinticuatro bibliotecas y que tiene ochenta en 1975— representan una cantidad importante de actos difícil de sintetizar en unas pocas páginas.8 Por ello, se ha decidido poner el énfasis en las actuaciones que se han considerado más innovadoras y que, de alguna manera, entroncan más directamente con los movimientos culturales que a finales de los años cincuenta y sobre todo en los sesenta empezaron a penetrar en la sociedad civil. Estos aspectos se analizan en tres secciones dedicadas a la música, al cine y al teatro, y al catalán y a la literatura catalana. Del resto de actividades sólo se destacan a continuación los rasgos que se han considerado más destacados.

Uno de los aspectos más remarcables de la oferta cultural de las bibliotecas es que, aparte de la designación de las fiestas "oficiales", la mayoría de los actos concretos no están organizados desde arriba, desde la Central del Servicio, sino que parten de la iniciativa de cada biblioteca. Esto se deduce de la cantidad tan diferente de actividades organizadas por cada una, porque son relativamente pocos los conferenciantes que se repiten con la misma conferencia, y sobre todo por el efecto que tiene, en determinados casos, el cambio de bibliotecaria. Sallent, por ejemplo, que tenía una actividad que se podría calificar de "normal, tirando a baja", experimenta un gran incremento de actos los dos años en los que Montserrat Prat trabaja en la biblioteca. Otro caso es el de Arenys de Mar, que no era la número uno en cantidad, pero que se distinguía por el tono selecto de sus actuaciones culturales durante la dirección de Margarita Tura —las tertulias de los sábados con los escritores locales, la presencia de Joan Oliver, Pere Calders y Espriu entre los conferenciantes, las primeras clases de catalán en una biblioteca de la red, etc. En los dos casos, y en otros, la actividad se reduce casi a mínimos o se modifica su carácter con el cambio de dirección. Ciertamente, son las bibliotecarias las que dan una apariencia determinada a cada biblioteca, y en algunas la impronta es muy pronunciada. Este hecho se nota principalmente en aquellas bibliotecas que son muy activas y que mantienen la misma bibliotecaria a lo largo de toda la etapa. Carme Grauvilardell, en San Vicente de Castellet, es la que da un matiz más social y pedagógico a la extensión cultural. Natàlia Hernández sabe atraer a los jóvenes y al público infantil de Esplugas de Llobregat, y en número de actos de todo tipo, la suya es probablemente la biblioteca más activa. La biblioteca de Vic, de la mano de Elvira Bozzo y Elvira Molas, conserva un pronunciado aire eclesiástico propiciado por el entorno de la "ciutat dels sants", pero también sabe acercarse a la población con actos muy ligados a la historia y la cultura locales; también lo saben hacer bien en este sentido, las bibliotecarias de Manlleu, que controlan varias filiales de la zona. Pero probablemente son Aurèlia Sabanés, en la biblioteca de Esparraguera, y Lolita Mirabent, en la de Sitges, las bibliotecarias que más destacan por su habilidad de acercar las actividades a los intereses y a las actuaciones culturales de las poblaciones respectivas. Flora Bessa en Canet de Mar, Antònia Montmany en Rubí, Magdalena Bonamich en Cornellá, Carme Gambús y Joana Crespi en Mollet del Vallès, etc., son otros nombres que se podrían añadir a la lista, pero que en algunos casos quedan más difuminados porque su presencia en una biblioteca concreta fue relativamente corta. Algunas de las bibliotecarias más activas de los años cincuenta y sesenta se convirtieron en modelos para las generaciones más jóvenes.9

Otro rasgo que se puede resaltar con relación a la extensión cultural, es la gran diferencia que existe entre las bibliotecas populares de la capital y las de las poblaciones de la provincia. De hecho, la creación de bibliotecas en la metrópolis se hizo muy lentamente. En 1957 sólo había cinco bibliotecas populares en la ciudad de Barcelona, y al acabar el período son catorce. Aun así, algunas de estas bibliotecas tienen un carácter especial: la Pere Vila, la de la Santa Cruz, la Josep M. Folch i Torres del Parque de la Ciudadela i la Lola Anglada son bibliotecas infantiles y/o juveniles; la biblioteca de San Pablo es, hasta comienzos de los años setenta, una simple sala de estudio. La Biblioteca Arús se integró a la red en 1967, pero siempre tuvo un estatus especial, puesto que también dependía del Ayuntamiento de Barcelona, tenía su propio patronato y su fondo bibliográfico, tan rico y particular, no tenía las características del de las bibliotecas populares. Así pues, hasta final de los años sesenta, Barcelona sólo tuvo dos bibliotecas populares en el sentido más ortodoxo del término: la Ignasi Iglésias en el barrio de San Andrés y la Biblioteca Popular de la Mujer —y todavía en este caso se debería hacer una cierta concesión en el uso del concepto. Desde cualquier perspectiva, es obvio que estas bibliotecas no podían competir con la oferta cultural de la ciudad, sobre todo con aquella que representaba los movimientos culturales que empezaban a manifestarse y que lo hacían en Barcelona —desde el teatro independiente, hasta las sesiones de cine foro, a los actos de reafirmación de la lengua y la literatura catalanas, al interés por las corrientes literarias y culturales que llegan del extranjero o al movimiento de la Nova Cançó. De hecho, uno de los méritos de las bibliotecas populares es que están atentas al despertar cultural de la capital y saben trasladar el sabor de una nueva manera de pensar y de una nueva cultura, que se desmarcaban de las oficiales, a los pueblos de las comarcas barcelonesas; sin estas actuaciones de las bibliotecas, estas poblaciones no hubieran tenido acceso a aquella nueva cultura.

Respecto a las actividades culturales programadas por las bibliotecas filiales, no se puede hacer una afirmación tajante y general sobre el papel que tuvieron en este punto. En ciertos casos, y como algunas de las bibliotecas populares, se limitan a cumplir con el expediente y programan una conferencia y una exposición por la Fiesta del Libro y por Navidad, y algún acto participativo destinado a los lectores más pequeños. Pero también hay filiales más activas que, sin llegar a la profusión de manifestaciones de las bibliotecas más prolijas, conectan bien con la población, aprovechan sus recursos y acogen actos de interés general y local. Con mucha diferencia, destacan por la calidad de su oferta la biblioteca de Roda de Ter, filial de la Obispo Morgades de Manlleu, y la de Tona, filial de la biblioteca de Vic.

Desde el punto de vista cuantitativo, el punto álgido de la oferta cultural de las populares se sitúa en los años sesenta. Desde el inicio de la década siguiente se produce un bajón que tiene varias causas. Por un lado, y como apuntan algunas bibliotecarias, ha aumentado la carga de trabajo como consecuencia de una mayor afluencia de público, sobre todo de estudiantes universitarios —es a comienzo de los años setenta que empieza la masificación de la universidad— y de lectores infantiles y juveniles que, con la reforma educativa de la Ley general de educación de 1970 y el cambio de los métodos pedagógicos, tienen que hacer más trabajos. Por otro, se ha producido un claro proceso de mejora social de las familias, que ahora tienen más medios económicos que los acercan a una oferta cultural que cada vez es más abundante.10 Las bibliotecas de los pueblos pequeños entran en competencia con otros instrumentos de culturalización o de ocio. La memoria de la Central de Bibliotecas Populares recoge la evolución de los actos realizados en los últimos años del período; como se observa en la Tabla 1, las cifras muestran una clara tendencia a la baja en las actividades de extensión cultural.11

 
Tipo de actividad
1972
(69 bibliotecas)
1973
(72 bibliotecas)
1974
(76 bibliotecas)
1975
(80 bibliotecas)
Audiciones de música grabada para adultos
174
183
103
124
Hora del cuento y discos infantiles
162
102
78
56
Exposiciones (bibliográficas, de pintura, fotografía, etc.)
123
68
40
83
Conferencias
63
30
35
42
Cine y teatro, diapositivas
12
Otros
15
52
18
17
Veladas infantiles
48
98
67
Totales
549
475
372
391

Tabla 1. Evolución de las actividades de extensión cultural de las bibliotecas populares de la provincia de Barcelona (Fuente: Anuario..., 1972–1975)

 

La evolución de las guías de lectura es más devastadora y empieza mucho antes. En 1970 la Central observa la disminución de este servicio, y lo atribuye al hecho que, debido a la acumulación de trabajo, los clichés de las guías no se pueden confeccionar en la Central y los tienen que elaborar las propias bibliotecas (Anuario..., 1970, p. 52), pero la disminución era muy anterior y probablemente se fue prescindiendo de ellas porque debían de tener poco uso —quizás porque las temáticas eran poco atractivas para los lectores. Si se eliminan las guías de nuevas adquisiciones, y se limita la lista a las que tienen un enfoque temático, la evolución es la que se muestra en la Tabla 2.

 
Año Bibliotecas Guías de lectura
1957–1960
25–27
170
1961–1963
29–31
108
1964–1965
34–35
54
1966–1967
37–38
70
1968
42
46
1969
46
32
1970
58
36
1971
62
38
1972
69
20
1973
72
26
1974
76
25
1975
80
16

Tabla 2. Guías de lectura temáticas elaboradas por las bibliotecas populares (Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de las memorias individuales de cada biblioteca en el Anuario..., 1957–1975)

 

Si como se ha apuntado anteriormente, las bibliotecas populares estaban atentas a las iniciativas culturales barcelonesas, no es menos cierto que prestaban una atención especial a los temas de cultura local. Los numerosos concursos y exposiciones sobre el entorno próximo ya mencionados, se complementan con conferencias que exploran las raíces culturales, geográficas, históricas o económicas de la población y la comarca. La presencia en la biblioteca de expertos que presentan temas de interés local es una constante del período. Encontramos a Joan Vilà Valentí en Sallent, a Salvador Llobet en Granollers y Cardedeu y a Pere Bohigas en Vilafranca con una conferencia sobre las actividades literarias de los vilafranqueses. Miquel Salarich, Bonaventura Selva Villaret, Eduard Junyent, Josep Gros, Guillem-Jordi Graells y Lluís Monreal Tejada pronuncian conferencias en la biblioteca de Vic sobre la presencia de la población en los Juegos Florales de Barcelona, la literatura local, la evolución del urbanismo en la ciudad, sus jurisdicciones y privilegios, la obra de Gudiol, la del costumbrista Martí Genís, la de Josep M. Sert, etc. Ramon Piñol presenta en Esplugas de Llobregat las masías de la zona con un recorrido por las más interesantes. Joaquim Casas habla en Calella de la importancia de la población para el Maresme. Castell Masallera da una conferencia sobre los escritores de Manlleu. El alcalde de Esparraguera explica en la biblioteca las actuaciones municipales, Josep M. Carreras y Eugeni Giralt presentan un estudio económico de Esparraguera y de su comarca y los actos organizados con la Fundación Jaume Pasqual tratan a menudo de temáticas de interés local (ceramistas, renombres de la población, su iglesia, etc.). Marià Vila-d'Abadal da una charla en Cardedeu titulada "Problemática del medio agrícola", y también se pronuncian conferencias en la misma población sobre el escudo de la villa y su carta de repoblación. Josep Rovira Fors habla en diversas ocasiones de temas canetenses en la biblioteca de Canet; Josep M. Pons Gurí presenta el tema de "Las torres de defensa de la costa catalana", y el arquitecto Jaume Sanmartí del presente y el futuro urbanístico de la población. En Roda de Ter se hacen presentaciones de la geología de Osona y de sus yacimientos arqueológicos, y Antoni Pladevall da una charla sobre las costumbres de Roda en el siglo xviii. En Tona, Pladevall también presenta un ciclo sobre la Osona medieval dirigido a los niños, y también habla de la persecución de brujas en la comarca en el siglo xvii. En Sitges, Alexandre Cirici Pellicer da la conferencia "Sitges en cuatro etapas del arte catalán: iluminismo, modernismo, novecentismo, surrealismo", y en los años setenta menudean las veladas culturales con los jóvenes y los niños donde se trata de los museos de la villa, de sus pintores, de la flora y la fauna del Garraf, etc. También se hacen presentaciones de monografías locales, de compilaciones poéticas, recitales de poetas de la localidad, etc.

Además de las conferencias de temática relacionada con el entorno, un número significativo de ellas versan sobre temas diversos, como el libro, los satélites artificiales o los viajes a la luna, o son de temas relacionados con la salud —la poliomielitis, el cáncer, los trasplantes o la medicina del deporte entre otros. El ajedrez es un tema recurrente, sobre todo a principios del período y desde finales de los años sesenta, cuando Arturo Pomar da conferencies en numerosas bibliotecas con exhibiciones de partidas simultáneas. Asimismo, los viajes y el excursionismo ocupan un lugar destacado, principalmente el alpinismo: Manuel Anglada, Jordi Pons y Francesc Guillamon, entre otros, presentan sus expediciones a los Andes, a los Alpes, al Hindú Kush o al Annapurna ilustradas con diapositivas, y la biblioteca de Cornellá organiza, conjuntamente con clubs excursionistas locales, una serie de presentaciones similares en los últimos años de la etapa.

Las nuevas orientaciones pedagógicas, la Ley general de educación, la función educativa del libro, la educación sexual de los niños y los problemas de la juventud ocupan otro espacio importante en las conferencias de las populares. Entre los expertos que hablan de estos temas están Marta Mata, Jordi Galí, Octavi Fullat, Lluís Folch i Camarasa o Frederic Boix. La actualidad política que habla de Europa, del Mercado Común, del asesinato de Kennedy, de la guerra del Vietnam o de la ONU en su veinte-y-cinco aniversario tiene una presencia discreta; la política española del momento presente o del pasado está casi totalmente ausente. Destacan, por el nombre de los oradores, las conferencias de Antoni Jutglar "Panorámica del mundo occidental", de Miquel Roca Junyent sobre la historia del sindicalismo español (en Tarrasa, 1961 y 1962), de Miquel Coll i Alentorn "Europa unida i les petites nacions" (en Granollers, 1963), y de Jordi Solé Tura "Els estats contemporanis" y "Passat, present i futur de Portugal" (en Mollet del Vallès, 1972 y 1974).

En el período estudiado, los temas más apreciados por el régimen franquista ya no tienen mucha presencia en las populares, pero no han desaparecido del todo. En 1958, nueve bibliotecas conmemoran con conferencias, concursos y exposiciones el cuarto centenario de la muerte de Carlos v, y las bibliotecas de Granollers y Puigreig acogen dos series de conferencias de orientación militar destinadas a los jóvenes reclutas que se prolongan hasta 1963. No se han detectado relaciones con la Falange o la Sección Femenina, salvo que la biblioteca de San Hipólito de Voltregá acoge una exposición de trabajos hechos por las jóvenes del pueblo en la Cátedra Ambulante de la Sección Femenina —probablemente realizados en el marco del Servicio Social— y que en la de Malgrat actúa un grupo de la Sección Femenina local. Las memorias de las bibliotecarias no hacen ninguna referencia al régimen franquista, y por el tipo de actos organizados se puede decir que hay un compromiso claro por la cultura del país; aun así, también en este punto hay restos de una cierta añoranza del régimen: en la memoria de 1975, cuando Franco ya ha muerto, la bibliotecaria de Esplugas de Llobregat empieza la crónica en la cual anuncia la inauguración del nuevo local de la biblioteca con las palabras siguientes: "A primeros de año, concretamente el 26 de enero, aniversario de la liberación, se inauguró el nuevo local de la Biblioteca en Plaza de la Sardana... " (p. 202).

En los años cincuenta y hasta el final del período estudiado, las relaciones de las bibliotecas populares con la Iglesia son bastante más intensas que las que tienen con el franquismo y merecerían más espacio del que se les dedica en las líneas siguientes. Dejando a un lado el hecho de que muchas conferencias de temática diversa son impartidas por eclesiásticos, principalmente en los primeros años estudiados, una de las colaboraciones con la Iglesia son los cursillos prematrimoniales que tienen lugar en la biblioteca. Algunos son organizados por equipos de matrimonios (San Vicente de Castellet, 1965); otros los organiza la parroquia (Rubí, 1965 y Esparraguera, 1968 y 1969) o la parroquia conjuntamente con la Asociación de Padres de Familia (Esparraguera, 1967); los de Vic, a cargo del Secretariado de Acción Familiar, sólo van dirigidos a chicas. La biblioteca de Vic también acoge la Semana de la Madre (1961 y 1962) y la Semana de la Mujer (1963), organizadas por la Sección Femenina de Acción Católica, con conferencias sobre temas varios impartidas en buena parte por clérigos: la educación religiosa de los hijos, la relación entre madre e hijo, la decoración del hogar, la gloria y la cruz del matrimonio o la madre como bienestar del hogar. Ya en los años setenta, de 1971 a 1975, el rector de Puigreig imparte en la biblioteca del pueblo un curso didáctico-religioso destinado a los padres de los niños de la primera comunión.

Las bibliotecas que se implican a fondo con el Concilio Vaticano ii son básicamente las mismas que colaboran en la organización de los cursillos prematrimoniales. En 1960, cuando el Concilio Vaticano ii sólo estaba anunciado, la Biblioteca de San Vicente de Castellet hace una primera conferencia con el título: "¿Se unirán los cristianos en el próximo Concilio Ecuménico?"; la da el padre Salvador Bardulet, que unos años después también impartirá el primer curso de catalán en la misma biblioteca. En los dos años siguientes, tienen lugar en la misma biblioteca diversas presentaciones del tema, y ya en pleno Concilio organiza varias conferencias sobre algunos aspectos concretos, como por ejemplo la libertad religiosa, y un ciclo de cuatro semanas de lecturas conciliares. Vic también se anticipa a la celebración del concilio ecuménico con una conferencia de Fortià Peitx sobre "La era atómica, la división de los cristianos y el Concilio Vaticano ii"; pero los actos más notorios son el ciclo de tres conferencias sobre la reforma litúrgica patrocinado por el Obispado y la Acción Católica y una "Conversación teológica sobre el Concilio Vaticano", organizada por las Congregaciones Marianas y a la cual asiste el obispo —en Vic, pues, se pasan por alto los aspectos más sociales y de renovación religiosa que representó la magna reunión. En 1963 el monje de Montserrat Adalbert Maria Franquesa habla en Olesa de "El Concili vist des de Montserrat". En Esparraguera, aparte de una conferencia general sobre el Vaticano ii por el rector de la parroquia, en 1966 hay un ciclo de cuatro conferencias dedicado a temas abordados por el Concilio: el control de la natalidad, la juventud y la Iglesia, la libertad religiosa y el papel del seglar. En 1969, cuando el Concilio ya era historia, el delegado de Cultura Diocesana del Obispado de Vic comenta la constitución iv, Gaudium te spes, en San Hipólito de Voltregá en nada menos que en diez sesiones. Finalmente, en 1970 y 1971, Esparraguera organiza un cursillo de estudios bíblicos conjuntamente con la parroquia y con la participación de los monjes de Montserrat.

El movimiento de renovación religiosa que surge en los años sesenta tiene poca incidencia en las bibliotecas populares. Lo encontramos representado en San Vicente de Castellet, donde se organiza algún ciclo de conferencias dedicado a la juventud en colaboración con la Juventud Obrera Cristiana local, y donde muchas de las conferencias sobre temas juveniles y sociales —incluida una charla sobre "Los curas obreros" por el vicario de la parroquia— tienen la impronta del movimiento. De esta iglesia más ecuménica y progresista también hay que dar cuenta de un par de exposiciones bibliográficas en 1974: una es sobre el cardenal Jean Danielou, a raíz de su muerte (Biblioteca Popular de la Mujer de Barcelona) y la otra sobre Hélder Câmara, con motivo de su nominación como Premio Nobel de la Paz (Biblioteca Sofia Barat de Barcelona).

En la vida oficial de las bibliotecas populares —la que queda anotada en las memorias de los anuarios— no hay ninguna mención de los dos grandes movimientos sociales que irrumpen con fuerza en la vida política española en la segunda mitad de los años sesenta: el movimiento obrero y el estudiantil. Tampoco está presente el movimiento vecinal que ya en los años setenta trasladó la lucha antifranquista a muchos barrios y poblaciones de Cataluña, y esto que, por sus características, hubiera sido un buen candidato para colaborar en la organización de actos culturales. Sólo en la biblioteca del barrio de Singuerlín, en Santa Coloma de Gramenet, y en la de Can Deu, en Sabadell, constan colaboraciones con las asociaciones de vecinos de la población en la organización de algún acto infantil (1974).

El movimiento feminista, o cuando menos el tema de la promoción de la mujer, tiene una presencia esporádica que se alterna con actividades al estilo de las de la Semana de la Madre de Vic. Ya en 1957 María Luz Morales habla en Puigreig sobre "Lo que ha ganado y perdido la mujer en los últimos diez años". La biblioteca de San Vicente de Castellet es la que tratará el tema más a menudo: en 1962, la bibliotecaria Carme Penacho presenta la ley sobre los derechos de la mujer (1961) seguida de un coloquio que fue "el más movido y el que expresó más diversos pareceres de toda la temporada"; en 1968 organiza una mesa redonda sobre "La mujer, hoy", con una abogada y dos licenciadas en letras, y una conferencia y una exposición bibliográfica sobre la promoción de la mujer, y en 1975, con motivo del Año Internacional de la Mujer, presenta dos conferencias, a cargo de Elisa Lamas y Marià Fontrodona, y una mesa redonda sobre "La mujer y el trabajo". En 1968, M. Aurèlia Capmany habla en Mollet del Vallès sobre "¿Existe la profesión del ama de casa?", y en 1970 se registran dos conferencias con el tema "La mujer hoy" en Cardedeu y en el Prat de Llobregat. El Año Internacional de la Mujer se conmemora en cinco bibliotecas con exposiciones bibliográficas y guías de lectura, y en Santa Coloma de Gramenet con una conferencia sobre "La condició de la dona en la societat española i la catalana". La guía de lectura de la Figura 3, dedicada a la promoción de la mujer con motivo del vigésimo aniversario de la proclamación del derechos humanos de la Unesco, muestra que M. Aurèlia Capmany, Betty Friedan, Lidia Falcón, Simone de Beauvoir, Elisa Lamas o Carmen Alcalde estaban representadas en las bibliotecas de la red.

Guía de lectura del Bibliobús núm. 2 sobre la promoción de la mujer (Anuario..., 1968, p. 132–133)

Figura 3. Guía de lectura del Bibliobús núm. 2 sobre la promoción de la mujer (Anuario..., 1968, p. 132–133)

Ciertamente, para llevar a cabo estas actividades hacían falta aliados, y las bibliotecas los encontraron en las asociaciones y organismos culturales de la población, la prensa local —donde a menudo publicaban las guías de lectura de nuevas adquisiciones y alguna reseña—, los clubes excursionistas y otras asociaciones deportivas, algún museo local, los clubes de fotografía, las escuelas nacionales, los lectores, etc. y, como se verá más adelante, los grupos de teatro de aficionados, las Juventudes Musicales de algunas poblaciones, salas de cine, etc. Los ayuntamientos colaboran con donativos de libros, en la organización de algunos actos y con algunos de los premios de los concursos infantiles. Y también están las distintas cajas de ahorros que, aparte de los acuerdos institucionales de cesión de locales, están presentes anualmente en muchas bibliotecas concediendo premios de pequeños depósitos a los diez lectores más asiduos.

Para valorar adecuadamente el trabajo hecho por las bibliotecas, hay que tener en cuenta que la mayoría tenía una sola bibliotecaria y una persona encargada de la portería, y que la organización de actividades era una parte secundaria de la tarea que tenían encomendada.12 Como dedicación principal atendían las salas de lectura —que normalmente eran dos, la infantil y la de adultos, pero también podía haber una sala juvenil— y se encargaban de la hora del cuento; realizaban los trabajos técnicos de catalogación y de ordenación de fichas en los catálogos; elaboraban guías temáticas y de nuevas adquisiciones; tenían la responsabilidad de crear y mantener la colección local y elaborar el catálogo; hacían tareas de administración, desde la redacción del diario con las incidencias del día a día, al inventario de libros, el de libros enviados a encuadernar, el registro de la correspondencia, las memorias anuales, el control del presupuesto y el de las actividades realizadas; en algún caso mantenían un álbum con las fotografías de la biblioteca y un libro de autógrafos, y desde final de los años sesenta algunas bibliotecas empiezan a hacer vaciados de revistas para atender las demandas del público y para compensar las deficiencias de unas colecciones que no cubrían las temáticas más actuales.13 Además, muchas bibliotecas tenían a su cargo una o más filiales, lo que implicaba realizar sus trabajos técnicos y asesorarlas.

En las secciones siguientes se revisan las actividades de extensión cultural que están más ligadas con los movimientos de renovación cultural que empiezan a surgir en la sociedad catalana a partir de la segunda mitad de la década de los años cincuenta.

 

4.1 La colección discográfica de la Central de Bibliotecas Populares y la música en las bibliotecas

En la memoria de la Central de Bibliotecas Populares correspondiente a los años 1957–1960 se da cuenta de la puesta en marcha en 1956 de un servicio de discos que podía ser usado por las bibliotecas de la red por medio del servicio de préstamo de la Central. A este efecto, en 1958 la Diputación de Barcelona dotó todas las bibliotecas con un tocadiscos para que pudieran organizar audiciones musicales. En la selección de la colección discográfica intervino Josep Maria Llorens, de la Sección de Musicología de Barcelona del CSIC, y a lo largo de los años se insiste en la calidad de la colección que cuenta con el asesoramiento de expertos. El objetivo era disponer de un fondo que diera una buena idea de la historia y la evolución de la música y de tendencias y estilos. En un principio estaba formada de 70 grabaciones sonoras, incluidos algunos cuentos destinados al público infantil. La colección se fue incrementando año tras año hasta que en 1975 constaba de 1.334 discos. La memoria anual de la Central informa del crecimiento de este fondo discográfico y de los préstamos que se hacen a las populares, mientras que las memorias de éstas dan cuenta del uso que hacen del servicio. En 1960 se registran 336 préstamos, y la cifra más alta se alcanza en 1964, con el préstamo de unos 630 discos; después las cifras se estabilizan alrededor de los 300 préstamos anuales, hasta que ya en los años setenta apenas llegan a los 200. Según la Central, el descenso en el uso del fondo discográfico es resultado de la gran afluencia de estudiantes en las salas de lectura, lo que impide que las bibliotecarias dediquen parte de su tiempo a actividades de extensión cultural (Anuario..., 1975, p. 70–71). Probablemente esta sea una de las razones, pero el declive es también producto de una evolución lógica, puesto que en los años cincuenta pocos hogares disponían de tocadiscos y menos todavía de discos de música clásica, y todo ello podía representar una novedad, sobre todo en poblaciones pequeñas; pero quince años después la mayoría de las actividades que las bibliotecas programan con discos parecen bastante obsoletas a la vista del progreso que ha hecho la sociedad durante el período —si no es que las audiciones musicales proporcionen algún valor añadido.

Ciertamente, poner en marcha un servicio de préstamo de discos en las bibliotecas de la red en 1956 fue una decisión innovadora y una manera de sacar rendimiento de los pocos recursos de que se disponía. El objetivo de la colección era básicamente culturalitzador y se entendía como una manera de introducir el gusto por la música. Por el tipo de audiciones que se hacen se puede deducir que predominaba la música clásica, incluida la ópera, pero también había villancicos, música folclórica en general, y música popular —canción catalana, canción francesa, jazz, etc.

La colección discográfica fue explotada desde muy pronto en varias modalidades. En 1957 las bibliotecas de Villafranca del Penedés y Puigreig ya llevan a cabo la hora del cuento con audiciones de cuentos en disco; San Vicente de Castellet aprovecha la fiesta de San Jorge para hacer las primeras audiciones musicales, y las bibliotecas de Esparraguera, Arenys de Munt y Puigreig inauguran el préstamo de discos de la Central para amenizar la fiesta de Navidad; Suria y Esparraguera programan audiciones más formales de música clásica, y esta última las acompaña de comentarios. Canet y Sitges son las primeras bibliotecas que, en 1960, encuentran otra función al tocadiscos y empiezan a programar cursos de francés y de inglés mediante grabaciones sonoras.14

Con respecto a la hora del cuento, la mayoría de bibliotecas optan por alternar los cuentos en disco, con los cuentos explicados por la bibliotecaria, hasta que al final de la etapa analizada son muy pocas las bibliotecas que todavía organizan esta actividad de manera habitual, y esto que es una de las que tiene más éxito: la bibliotecaria de Arenys de Munt (Anuario..., 1964) comenta que muchos niños que sólo iban a la biblioteca para escuchar la hora del cuento se han convertido en lectores asiduos, y la de Villafranca del Penedés (Anuario..., 1966) apunta que la actividad continúa teniendo muchos adeptos a pesar del efecto de la televisión. Pero, como queda anotado en las memorias de Esplugas de Llobregat y Mollet del Vallès (1968 y 1969), la hora del cuento fue desapareciendo por falta de tiempo de las bibliotecarias. Primeramente, las sesiones solían ser semanales o quincenales, pero después se fueron distanciando; en 1975 sólo las bibliotecas de Sitges y Malgrat de Mar y Pere Vila de Barcelona las programan con una cierta frecuencia.

Las audiciones de música están presentes en la mayoría de las bibliotecas a lo largo de los años analizados, principalmente en los sesenta, ya sea en sesiones semanales, quincenales o mensuales, ya sea de manera más espaciada o en las celebraciones: villancicos en las fiestas de Navidad, canciones infantiles en la Fiesta del Libro, música catalana en la clausura de algunos cursos de catalán, etc. Habitualmente se hacen sesiones de música clásica, de música española o de canto coral, y también se dedican audiciones a autores concretos, como por ejemplo Bach, Beethoven, Mozart, Schumann, Falla, o la que organiza la biblioteca de Tarrasa con canciones de Joan Llongueras en la fiesta infantil de Navidad de 1964. Por su parte, Sitges aprovecha los aniversarios para programar algunas audiciones: Albéniz (1960), Debussy (1962), Granados (1967), Beethoven (1969), Amadeu Vives (1971) i Juli Garreta (1975). También se organizan sesiones de ópera, de zarzuela y de jazz. De manera más dispersa, se hacen sesiones de música folclórica de otros países o de intérpretes concretos —Olesa, por ejemplo, dedica una sesión a Alícia de Larrocha—, y hay también algunas sobre la Nova Cançó catalana, principalmente entre 1963 y 1966. Varias bibliotecas, como Sitges, organizan audiciones musicales dirigidas al público infantil, y en los años setenta alguna de las populares que proliferan en el cinturón obrero de Barcelona anota que los niños aprenden canciones populares catalanas. Los lectores y algunos organismos, como por ejemplo las Juventudes Musicales locales, participan activamente en las audiciones aportando sus propios discos, y en algunos casos las organizan ellos mismos. También hay bibliotecas que esporádicamente o una hora a la semana ponen música de fondo.

Otras fórmulas para difundir la música entre los lectores y hacerlo de manera pedagógica, incluyen las audiciones musicales comentadas, los cursillos, las conferencias y las conferencias con ilustraciones musicales. éstas últimas usan tanto música grabada como música en vivo. En Roda de Ter, por ejemplo, Esteve Busquets da una conferencia la Navidad de 1964 con ilustraciones musicales a cargo de la Coral Canigó, y la concurrida conferencia de Bartolomé Torres en Esplugas de Llobregat, en 1968, sobre la canción folk americana se complementa con ejemplos de música grabada y con interpretaciones en directo del Grup de Tres.

La biblioteca de Esplugas de Llobregat destaca a lo largo de los años sesenta por la cantidad de audiciones de música con comentarios que programa: entre otras de más dispersas, organiza una sesión mensual en 1960, diez sesiones en 1963, y entre 1961 y 1962 pone en marcha un curso sobre historia de la música con una serie de conferencias que incluyen audiciones musicales. Los conferenciantes de Esplugas de Llobregat son muy variados, y van desde musicólogos de prestigio, como Josep M. Llorens o Montserrat Albet, hasta expertos menos conocidos, la misma bibliotecaria y algunos lectores aficionados a la música. La mayoría de sesiones son de música clásica, pero también las hay de dedicadas al jazz, a Cole Porter y a Gershwin, a la música popular catalana, a Edith Piaf, al folk americano, a la sardana y a las canciones de Raimon, entre otros.

Las audiciones comentadas en la biblioteca de Vic empiezan en 1959 con dos conferencias de Miquel Martí y Pol, ejemplificadas con fragmentos de música grabada. Una de ellas es sobre la canción francesa —que repetirá el año siguiente en Granollers—, y la otra sobre la música de Navidad. Aquel mismo año, Vic también programa la lectura de un artículo de Maragall que se acompaña de ilustraciones de música vocal. Durante este período i en la misma biblioteca, también dan conferencias, acompañadas de audiciones musicales, Josep M. Llorens y Pere Bañón entre otros. La biblioteca de Vic tiene una relación frecuente y fluida con las Juventudes Musicales y el Orfeón de la población.

San Vicente de Castellet, principalmente —pero también Canet, Cornellá y Sitges, entre otras bibliotecas—, organizan, sobre todo en los años sesenta, audiciones comentadas de discos y conferencias que en muchos casos se acompañan de ejemplos musicales. Las temáticas van de la música clásica a los cantos espirituales negros y al jazz, a la historia de los instrumentos musicales, o a la música contemporánea. Cornellá dedica una sesión a la música de Andalucía; Esparraguera otra a la guitarra española, en Cardedeu Pere Riera da una conferencia en 1963 sobre "La Nova Cançó Catalana" en la cual interpreta alguna de sus propias canciones, y en 1966 San Vicente de Castellet organiza una conferencia sobre el mismo tema con motivo de los conciertos de Raimon y Joan Manuel Serrat en la población. Las conferencias sobre temas musicales son bastante habituales en muchas bibliotecas durante estos años.

Respecto a los cursillos de iniciación musical, aparte del ya mencionado de Esplugas de Llobregat, también los organizan las bibliotecas de Tarrasa, Cornellá y Canet —algunos destinados al público infantil. Por su parte, la Biblioteca Julià de Capmany de Barcelona, organiza en 1971 y 1972 audiciones musicales los sábados por la tarde; cada una de las sesiones se dedica a un género, y se reparten apuntes entre el público que tienen una función similar a la de una lección. También son dignas de destacar las sesiones de "disco-fórum" que en 1973 organiza la biblioteca de Rubí con la colaboración de un grupo de jóvenes y que tienen lugar los sábados por la tarde durante un trimestre.

En el aspecto musical, las bibliotecas populares del segundo franquismo sobresalen en la programación de todo tipo de conciertos de música en vivo, que se hacen en la misma biblioteca, cuando las condiciones del local lo permiten, o en salas de otros organismos en caso contrario. Empezando por los conciertos más hogareños, es habitual que en las fiestas infantiles, los niños canten villancicos o canciones infantiles, pero los lectores infantiles o grupos de alumnos de las escuelas nacionales de la población, de las escuelas de música y de grupos de boy escouts también hacen recitales de flauta, de armónica o de guitarra. La bibliotecaria de Esplugas de Llobregat es especialista en embarcar a los niños y jóvenes en aventuras musicales hasta el punto que la biblioteca tiene una coral de jóvenes, la Santa Magdalena, que incluso actúa en celebraciones externas.

En un segundo nivel se podrían considerar las actuaciones en las bibliotecas de coros, corales y orfeones, de tanta tradición en el escenario musical catalán a partir de la segunda mitad del siglo xix y uno de los símbolos básicos del nacionalismo catalán (Marfany, 1987, p. 112–113). Después de que en la inmediata posguerra estas agrupaciones fueran disueltas o entraran en un período de hibernación, en los años cincuenta el movimiento coral se va rehaciendo poco a poco (Aviñoa, 2009, p. 209–210). Las bibliotecas populares de la provincia de Barcelona son uno de los escenarios de sus actuaciones. Entre los coros infantiles y juveniles, las memorias anuales informan de conciertos del coro infantil Santa Cecilia de Mataró (Arenys de Mar), del Cor Cabirol y del coro Infants Alegres de Torelló (Vic), de La Trepa del mestre Elisard Sala (Calella y Vallirana), de las corales infantiles de Puigreig y de Esparraguera, del coro juvenil La Paloma (Esplugas de Llobregat), de la coral infantil L'Espinguet (Villafranca del Penedés), etc. En 1970 la biblioteca de Cornellá acoge el primer Certamen de Masas Corales Juveniles Ciudad de Cornellá y en la velada infantil de Navidad de 1973 actúan hasta cuatro corales infantiles.

Las actuaciones de las corales de adultos son mucho más numerosas, hasta llegar a un total de casi cincuenta actuaciones que tienen lugar en quince bibliotecas entre 1959 y 1975. Cornellá, con diez conciertos, Mollet del Vallès con siete, Tona con seis y San Vicente de Castellet con cuatro, son las bibliotecas que acogen más conciertos de corales; los organizan para conmemorar aniversarios, fiestas de Navidad o de San Jorge o simplemente porque son una más de las actividades programadas durante el año. Como consecuencia de la naturaleza de estas formaciones, la mayoría de las agrupaciones corales que actúan en las bibliotecas son conjuntos locales, como la Coral Canigó de Vic, la Coral Misericordia de Canet, o la Coral Al Vent de San Vicente de Castellet; pero también hay actuaciones de grupos más conocidos, como el Orfeó Català, la Coral Sant Jordi, el Cor Madrigal o el Orfeó de Sants. En 1974, Cornellá conmemora el centenario de la muerte de Josep Anselm Clavé con una exposición de una cierta importancia puesto que, aparte de fondos de la propia biblioteca, también se exhiben materiales prestados por la Biblioteca de Catalunya. La sardana, otra de las manifestaciones musicales del catalanismo, también tiene un espacio en las bibliotecas populares: se dan conferencias sobre el tema y se organizan concursos de dibujo, de pintura rápida y de redacción, conciertos y bailes, audiciones diversas y exposiciones. Entre otros actos, destaca la conferencia de M. Aurèlia Capmany en Sallent sobre "Aureli Capmany i la sardana" (1961).

Una de las actividades más destacadas de música en las bibliotecas populares son los conciertos de música clásica. Se han contabilizado sesenta y nueve actuaciones organizadas por diecinueve bibliotecas; aun así, la distribución es muy desigual: mientras diez bibliotecas sólo acogen un concierto, en Cornellá se hacen veinte —la mayoría entre 1972 y 1973—; en Granollers, trece; en Canet, ocho, y en Mollet del Vallès, seis. Consta que la mayoría de conciertos de Granollers los organizan otros organismos, y es posible que el caso de Cornellá sea similar. Las condiciones de las salas ponen límites a los tipos de conciertos, y por ello predominan los conciertos de uno o dos instrumentos, de orquestas de cámara o los recitales de canto acompañados de un instrumento. Entre los intérpretes hay nombres conocidos: las arpistas Rosa Balcells y Giselle Herbert; Salvador Gratacós en un concierto de flauta acompañado al piano por Antoni Ros Marbà; los guitarristas Ramón Roncal y José Luis Lopátegui, de guitarra clásica, y Ángel Iglesias, de guitarra flamenca; los pianistas Àngel Soler, Maria Vilardell, Liliana Maffiotte y Eulàlia Solé; los violinistas Antoni Guinjoan y Gonçal Comellas; el violoncelista Josep Trotta en un homenaje a Pau Casals en Canet con motivo de la muerte del músico;15 el violinista Xavier Turull; el tenor Gaietà Renom; la mezzosoprano Montserrat Aparici, y las orquestas de cámara Amics dels Clàssics, el Quartet Tarragó, la Orquestra Catalana de Cambra dirigida por Gonçal Comellas o el conjunto formado por Salvador Gratacós, Claudi Arimany y Àngel Soler. La lista podría ser más larga.

La penetración de la música popular y tradicional catalana en las bibliotecas populares fue bastante precoz e intensa dado el número de actuaciones de aquellas corales y orfeones que recuperaban y difundían el patrimonio musical en lengua catalana. A todas ellas hay que sumar los quince conciertos del Quartet Vocal Clara Schumann, entre 1959 y 1966, con un repertorio que, a la manera de las corales, también incluía villancicos, canciones de montaña y canciones populares catalanas. En esta línea de recuperación de la música catalana tradicional y de pacífica reivindicación lingüística, Carlos Aragüez (2006) sitúa la publicación del primer disco catalán en 1961; se trataba de la compilación Bon Nadal de la Coral Sant Jordi y era la primera aventura editorial de la empresa que, con el nombre de Edigsa, se convertirá en el sello que publicará inicialmente las producciones discográficas de los cantantes y compositores del movimiento musical que será conocido como "nova cançó catalana". Si bien hay que entender esta "nova cançó" como un género nuevo, que bebe de las influencias de la canción francesa —Brassens, Jacques Brel, Léo Ferré, Edith Piaf—, también está claro que forma parte de un movimiento cultural mucho más amplio que tiene como objetivo principal la reivindicación y normalización de la lengua y la cultura catalanas, que engloba la música popular y tradicional catalana, y que está bien representado en muchos ámbitos de las bibliotecas populares.

En 1963 la biblioteca de Arenys de Mar organiza un primer recital de Josep Maria Espinàs, uno de los fundadores de Els Setze Jutges. En septiembre de aquel año la canción "Se'n va anar", interpretada por Salomé y Raimon, quedó en primer lugar en el Festival de la Canción del Mediterráneo. El galardón dio un gran impulso a la incipiente canción catalana hasta el punto que la memoria de la Central de Bibliotecas Populares de aquel año se hace eco de la noticia: "Después del Festival de la Canción del Mediterráneo el público de nuestras bibliotecas se ha interesado por sus grabaciones, y, en general, por las de todos los intérpretes de la moderna canción catalana" (Anuario..., 1961–1963, p. 80). A partir de este momento las bibliotecas organizan audiciones musicales y conferencias sobre la Nova Cançó y sus intérpretes y, todavía de mucho más mérito, algún concierto en directo de algunos de los representantes del movimiento. En Rubí, en 1964, la bibliotecaria Antònia Montmany organiza, con el Centro Excursionista de Rubí, dos sesiones de Els Setze Jutges con la participación de Josep Maria Espinàs, Delfí Abella, Remei Margarit, Xavier Elies, Guillermina Motta, Maria de Carme Girbau, Enric Barbat, Francesc Pi de la Sierra y Miquel Porter. Tres años después, en 1967, la bibliotecaria de Sallent, Montserrat Prat, en colaboración con varios organismos locales lleva también unos cuántos representantes de Els Setze Jutges a la población: Enric Barbat, Joan Ramon Bonet, M. del Mar Bonet, Rafael Subirachs i Martí Llauradó.

Coincidiendo con la segunda etapa más politizada de la Nova Cançó, y probablemente por la dificultad de organizar conciertos de este tipo debido a la intensificación de la censura y la dificultad de los permisos cuando el régimen franquista entra en su última etapa, la presencia de la canción catalana en las bibliotecas es más discreta: Rafael Subirachs da recitales en la biblioteca de Vic, su pueblo natal, en 1968, 1969 y 1972, y Dolors Lafitte, de Roda de Ter, da otro recital en la biblioteca de esta población en 1969. A medio camino entre la poesía y la música, también vale la pena destacar las conferencias que Lluís Solà y Segimon Serrallonga dan en la biblioteca de Tona en 1973 sobre Miquel Martí y Pol y Joan Salvat-Papasseit, que se acompañan de ilustraciones musicales a cargo de Rafael Subirachs. A partir de los años setenta, la canción folk toma el relieve a la Nova Cançó con actuaciones de Els Sapastres en Sitges, Rubí, Olesa y Roda de Ter, y del grupo infantil Ara Va de Bo que actúa en San Vicente de Castellet y en la Biblioteca infantil de la Santa Cruz de Barcelona en 1974 y 1975.

El apartado de música en directo en las bibliotecas populares no quedaría completo si no se mencionaran las sesiones de jazz que se organizaron a partir de 1970. Además de algunas sesiones a cargo de grupos de las Juventudes Musicales, destacan las actuaciones del Mainstream Jazz Grup y La Locomotora Negra en Mollet del Vallès, de la Dixieland Jazz Band en Cornellá, y el concierto de Tete Montoliu en Canet.

 

4.2 El cine y el teatro

San Vicente de Castellet, Rubí y Puigreig son las tres primeras bibliotecas que ponen en marcha sesiones de cine-fórum. Las inician en 1960, una fecha bastante temprana con respecto al nacimiento de cine-fórums de carácter eminentemente político, y es que el cine-fórum que funcionó en algunas bibliotecas populares durante aquella década nunca fue de aquella índole ni se entendió como un espacio de militancia. Refiriéndose a los cine-fórums o cineclubs de los años sesenta y setenta, Jordi Mir (2007) afirma que "eren la manera més fàcil d'ajuntar cent, dues-centes, persones [...] i parlar de la situació sociopolítica"; pero en los orígenes de aquellos dos términos, que a menudo se usan como sinónimos, Jordi Dorca (2010) distingue entre los cineclubs que, nacidos en Francia el 1907, eran de iniciativa laica, y los cine-fórums, fundados en Bélgica por el dominico Félix Morlion en 1932 con el objetivo "de formar estèticament l'espectador catòlic i donar suport a films amb un missatge humà, social o espiritual". Aunque durante el franquismo, y principalmente en la última etapa, era más propio que los cine-fórums tuvieran un fuerte matiz político, los que se organizaron en las bibliotecas populares seguían al pie de la letra el sentido original del término, y su fecha prematura así lo acredita.16 Como con todas las actividades promovidas por las bibliotecas, aquello que se buscaba con la organización de estas sesiones eran los aspectos culturales y artísticos de las películas proyectadas y los valores que podían transmitir. Fueron doce las bibliotecas que programaron sesiones de cine-fórum que, como se observa en la Tabla 3, funcionaron de manera bastante irregular, salvo en el caso de Esplugas de Llobregat, donde la actividad se lleva a cabo a lo largo de siete años seguidos y con la proyección de un buen número de películas cada año.

 
Biblioteca Años
Sant Vicente de Castellet
1960–1961
Rubí
1960
Puigreig
1960, 1962, 1967
Pineda
1961
Esplugas de Llobregat
1963–1969
Balsareny
1965, 1967
Olesa
1966–1968
Sallent
1967
Mollet del Vallès
1967
Roda de Ter
1968
Manlleu (M. Blancafort)
1969–1971
Manlleu (B. Morgades)
1969–1971
San Hipólito de Voltregá
1970–1971
Cornellá
1974

Tabla 3. Bibliotecas que organizan sesiones de cine-fórum y años de actividad (datos derivados de las memorias del Anuario..., 1957–1975)

 

Respecto a los títulos de las películas, algunos pertenecen a la categoría que actualmente denominaríamos "cine de autor", que permitirían tanto una lectura puramente cinematográfica como también un comentario de fondo o de contenido; otros tendrían una lectura más social, pero aptos, en general, para cualquier perspectiva ideológica; también hay algún título que se proyecta porque en su momento atrajo la atención por algún motivo concreto, pero que no tiene la categoría de "cine-fórum" en ninguna de sus orientaciones. Entre las películas seleccionadas para las sesiones de cine-fórum se encuentran La ley del silencio, El tercer hombre, El séptimo sello, Fresas salvajes, Los cuatrocientos golpes, La piel suave, El cardenal, Mí tío, Falso culpable, Campanadas a medianoche, Ciudadano Kane, Días de vino y rosas, El coleccionista, El renegado, El empleo de Ermanno Olmi, La noche, Pierrot, el loco, Solo ante el peligro, Giulietta degli spiriti, Cul-de-sac, pero también Escándalo en las aulas, Rebelde sin causa y Un hombre y una mujer. Entre los títulos de cineastas españoles destacan Calle mayor, Plácido, La tía Tula, El jardín de las delicias, Los Tarantos o Los olvidados —pero no se proyectan películas de Buñuel más comprometidas, como por ejemplo Viridiana o Las Hurdes. Los encargados de presentar las películas y de moderar el debate posterior eran, en general, críticos cinematográficos reconocidos: Antoni Kirchner, Jordi Torras, Joan Francesc Lasa, Miquel Porter Moix, Josep M. López Llaví, etc. Puesto que las instalaciones de las bibliotecas no están preparadas para hacer proyecciones cinematográficas, es normal que estas actividades se hagan en algún cine de la población y, a menudo, en colaboración con alguna entidad cultural.

Antes de organizar sesiones de cine-fórum, algunas bibliotecas ya habían acogido actividades de cine amateur. Así, por ejemplo, en Rubí, en 1957, Jordi Feliu imparte la conferencia "Cine David y cine Goliat" y proyecta tres de las sus películas; la memoria informa de dos sesiones más de otros autores. El año siguiente, en Arenys de Mar, Enric Fité, que había sido Premi Ciutat de Barcelona en 1957 y tenía otros premios internacionales, presentó una sesión con sus títulos Helvetia, Nostalgia y Fuentes de Barcelona. El cine amateur es una constante a lo largo de los años analizados, puesto que no tiene los requisitos de visionado de las películas de 35 mm y es fácil que haya aficionados locales dispuestos a presentar su material. Además de en Rubí y Arenys de Mar, también hay proyecciones en Esplugas de Llobregat (las más numerosas), San Vicente de Castellet, Canet, Tona, Esparraguera, Roda de Ter, Sallent, Granollers, San Justo Desvern, Pineda y Puigreig. Entre los cineastas se encuentran Joaquín Panivino y Agustín Bascuas, que obtuvieron el premio Ciutat de Barcelona, el mataronense Joan Pruna y Joan Serra Saún de Esplugas de Llobregat.

Pero el material cinematográfico más habitual de la programación de las populares son los documentales, el cine cómico, las películas de dibujos animados y el cine infantil en general. Por un lado, se proyectan documentales dedicados a los adultos, sobre todo de excursiones y viajes; por otro, en muchas de las celebraciones infantiles, principalmente cuando se trata de repartir premios de concursos, es habitual pasar películas para entretenimiento de los niños. Además de documentales de todo tipo, se pasan películas de Charlot, de Laurel y Hardy y, principalmente, de Disney. Los niños de algunas bibliotecas pasaron buenos ratos con los 101 dálmatas, Mí amigo Flipper, El mago de los sueños, Merlín el encantador, Una noche en la ópera, Tiempos modernos, etc. Todas en castellano, por supuesto; pero los lectores de algunas bibliotecas también pudieron ver El que fa el meu marit, ben fet està, El que fa el vell de casa sempre està bé, Les xinel·les del rei o El vell molí de Weweger de Antoni Cuadrench. Las sesiones de cine infantil son muy concurridas: a la proyección de la película Una cebra en la cocina, en la Biblioteca de la Santa Cruz de Barcelona, asisten unos 130 niños, y a las cuatro sesiones de películas de A. Quadreny en la Julià de Capmany del barrio de Gracia de Barcelona, unos 350.

Después del interés de unas cuantas bibliotecas en organizar sesiones de cine-fórum y de cine amateur se podría pensar que otras formas de divulgación de la cultura cinematográfica, como por ejemplo las conferencias, las guías de lectura y las exposiciones, también tendrían una cierta relevancia en el balance final, pero la suposición no es exacta. De guías de lectura y de exposiciones sobre cine sólo se contabilizan trece y nueve respectivamente; y una treintena de conferencias a lo largo de diecinueve años, repartidas en una red que iba creciendo, no es una cifra demasiado significativa. Los temas tratados en las conferencias incluyen el cine español, el neorrealismo italiano, el cine europeo, el cine de autor, el cine independiente, el cine y la literatura, el cine y la sociedad, Fellini, Ingmar Bergman, Walt Disney, la película Rififi o el cine como medio de educación, de diversión y de perversión. Como en el caso de los responsables de las sesiones de cine-fórum, los conferenciantes son en su mayoría críticos reconocidos: Joan Francesc Lasa, Enric Ripoll, Jordi Torras, Esteve Bassols, Josep Palau, Miquel Porter Moix, Antoni Colomer Puntés, etc. San Vicente de Castellet es la biblioteca que más destaca en la programación de conferencias sobre cine, y su bibliotecaria, Carme Grauvilardell, siempre activa y atenta a las necesidades de los lectores, anota en la memoria de 1973 que la biblioteca ha iniciado vaciados de las secciones de críticas de teatro y cine de la revista Reseña de literatura, arte y espectáculos a partir de 1966.

Anna Lizarán dio sus primeros pasos en la escena teatral en la biblioteca de Esparraguera: en 1957 era la protagonista de la representación de Ton i Guida, el cuento de los hermanos Grimm que se representó con motivo de la Fiesta del Libro.17 La Navidad del mismo año, los lectores pequeños de la biblioteca de Canet hacían dos representaciones alusivas a la Navidad; los de la Santa Cruz de Barcelona representaban Rabadán de Aurora Díaz Plaja, y los de Arenys de Mar llevaban a la escena El milagro de las flores. Y así, un año tras otro, son bastantes las bibliotecas que por la Fiesta del Libro, pero sobre todo por Navidad, organizan pequeñas representaciones, a menudo de cuentos, de los lectores infantiles para los lectores infantiles. La rateta que escombrava l'escaleta, El gato con botas, La viudita del conde Laurel, Les botes embruixades, Los pastores de Belén, La capsa del sol, La fosforerita de Andersen, El petit príncep, etc. Pero también se hacen representaciones de obras más formales: La muñeca irrompible, de Eduardo Marquina (Olesa); Micaela posadera, de Elena Fortún; La muñeca abandonada, de Alfonso Sastre (Esplugas de Llobregat); Els pastorets, de Josep M. Folch i Torres (Villafranca del Penedés); Les orenetes, de Maria Novell (Canet); El poema de Nadal, de Josep M. de Sagarra (Villafranca del Penedés); Dos tipus de pronòstic, de Martí Camprubí (Manlleu), etc. Con los años aumentan las representaciones en catalán hasta que al final de la etapa son mayoritarias; en 1974, por ejemplo, los niños de la biblioteca Pere Vila de Barcelona escenifican En Pere poca por de Aureli Capmany, El que fa el vell de casa sempre està bé de Andersen, El Jan eixerit de los hermanos Grimm y la fábula El lleó, la lleona, el cavall, el bou i la guilla. En ocasiones los lectores/actores, sobre todo los juveniles, también son autores de las obras que representan —una especialidad de la biblioteca de Esplugas de Llobregat.

 
Representación de Tom i Guida, de los hermanos Grimm, en la Biblioteca de Esparraguerra (1957). A la derecha de la imagen, Anna Lizarán. (Fondo personal de Teresa Rovira)

Figura 4. Representación de Tom i Guida, de los hermanos Grimm, en la Biblioteca de Esparraguerra (1957). A la derecha de la imagen, Anna Lizarán. (Fondo personal de Teresa Rovira)

 

Aunque en los años cincuenta ya hay actuaciones de grupos de animación, ilusionistas, payasos, títeres, etc., es en los setenta cuando estos actos se incrementan. A partir de 1969 se anotan, entre otras, diez actuaciones de los Putxinel·lis Claca, cinco de los Titelles Garibaldis, tres de los Putxinel·lis Cap Quadrat y dos de los Putxinel·lis Ninots. Algunas bibliotecas hacen esfuerzos adicionales para inculcar a los niños la afición al teatro: en 1969 los lectores infantiles de San Vicente de Castellet asisten a una representación teatral en Barcelona dentro del Cicle Cavall Fort, y el año siguiente la biblioteca de Rubí ofrece a los lectores infantiles un curso de expresión teatral, a cargo de un grupo de jóvenes aficionados al teatro.

Si la orientación de las sesiones de cine-fórum de las bibliotecas populares tenía un planteamiento ambiguo que apostaba por unos debates enfocados a discutir los aspectos cinematográficos y los valores humanos más que por un compromiso político, en el caso de las representaciones teatrales que proliferan en las bibliotecas en los años sesenta sí que hay una apuesta firme por un teatro que rompe con los esquemas clásicos, que busca nuevos caminos de expresión y que se enmarca, en buena parte, en los movimientos catalanes de resistencia cultural. En 1960 y 1961 el Teatre Viu, la formación teatral dirigida por Miquel Porter Moix y Ricard Salvat, actúa en las bibliotecas de Pineda y Granollers con sus puestas en escena de temas improvisados, de improvisaciones a partir de propuestas del público y de pantomimas. También en 1961, la Escola d'Art Dramàtic Adrià Gual (EADAG), dirigida por Ricard Salvat y M. Aurèlia Capmany, da dos representaciones en Sallent y una en Puigreig con pantomimas, una obra de Brossa, un recital de poesías de Rilke y un monólogo de Cocteau. El mismo año, la Agrupació Dramàtica de Barcelona, quizás no tan experimental como las formaciones anteriores, pero con la voluntad firme de fomentar el teatro en catalán, representaba La cantant calba de Ionescu en Granollers, y Becket, o l'honor de Déu de Anouilh en Sitges, y el Teatro Español Universitario (TEU) presentaba en Tarrasa Tot esperant Godot de Samuel Beckett. En 1962 los lectores de Tarrasa también podían asistir a la representación de El auto de la donosa tabernera, de José M.ª Rodríguez Méndez, por la compañía La Pipironda; en 1963, el Teatre Experimental Català del Cercle Artístic de Sant Lluc daba dos representaciones en Granollers, Darrera versió, per ara de Pedrolo i Les arrels de Arnold Wesker; en 1964, el Grupo de Teatro Gil Vicente de Barcelona presentaba Poesia-document (poetes alemanys contra la guerra) en San Vicente de Castellet; en 1967 Mollet del Vallès acogía otra velada literaria teatral del Teatre Experimental Català y en 1969 el grupo Alpha 63 representaba L'encens i la carn de Feliu Formosa. Entre 1965 y 1969 el grupo Art Viu de Manresa hizo un total de once representaciones o lecturas teatrales en Esparraguera, Sallent, Olesa, Balsareny, San Vicente de Castellet y Santpedor; su repertorio incluía obras de Ricard Salvat, Salvador Espriu, Blai Bonet, Baltasar Porcel, Bertolt Brecht, el montaje de Feliu Formosa Poetes alemanys contra la guerra, Chéjov y Peter Weiss. Ya a comienzos de los años setenta destacan las dos representaciones de El Joc y de Cruel ubris en Mollet del Vallès por la compañía Els Joglars.18

La primera representación de teatro leído durante el período estudiado se hace en Esparraguera en 1959; se trata de El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, y se acompaña de una conferencia de Luis M.ª Plaza, conservador de la colección cervantina de la Biblioteca de Catalunya. Las sesiones de teatro leído y de teatro-fórum son actividades participativas, que requieren la implicación de los lectores en la lectura de textos. De hecho, las memorias de estos años muestran esta implicación hasta el punto de que se hacen intercambios entre los diversos grupos de teatro leído. También se observa que van apareciendo grupos de teatro local que se comprometen en la tarea de divulgación cultural de las populares; en Mollet del Vallès, por ejemplo, el grupo Mascarada no sólo representa obras de autores catalanes, sino que también colabora en la organización de conferencias, representaciones teatrales, etc. La Tabla 4 resume la actividad de las sesiones de teatro leído, de teatro-fórum y las representaciones de grupos locales de teatro, con títulos que están en la línea de los grupos de teatro independiente. Con una diferencia significativa, Esplugas de Llobregat y San Vicente de Castellet son las bibliotecas más activas con diecisiete y trece representaciones respectivamente; las siguen Mollet del Vallès, con ocho sesiones, y Cornellá, con siete. Tanto Esplugas de Llobregat como Cornellá tienen bibliotecarias muy activas que están al frente de la misma biblioteca a lo largo de todos los años analizados, hecho que da continuidad a las actuaciones y proyectos, sobre todo cuando se trata de personas con ideas e iniciativa.

 
Biblioteca Años Obras representadas
Esparreguera
1959, 1964, 1970
3
Canet de Mar
1960
1
San Vicente de Castellet
1960–1964, 1966, 1975
13
Cornellá
1961, 1962, 1974
7
Esplugas de Llobregat
1961–1963, 1966–1971
17
Sallent
1962, 1966
3
Puigreig
1962–1963
2
Granollers
1963
1
Manresa
1963–1964
2
Súria
1963
1
Vallirana
1963
1
Arenys de Munt
1967
1
Balsareny
1967
1
Villafranca del Penedés
1969
2
Mollet del Vallès
1970–1974
8
Roda de Ter
1965, 1970, 1974
4
San Hipólito de Voltregá
1970
1
Tarrasa
1971, 1973
2
Sant Martí de Provençals
1971
1
Malgrat de Mar
1973
1
Total
 
72

Tabla 4. Sesiones de teatro leído y de teatro-fórum y representaciones de grupos locales (excluidas las de grupos de teatro independiente)

 

Los títulos representados son poco más de cincuenta; no hay, pues, mucha coincidencias, excepto El zoo de cristal de T. Williams con siete representaciones, Llama un inspector de Priestley, con cinco, y Un sombrero lleno de lluvia de Michael Gazzo y El proceso de Lucullus de Brecht, con tres. Con la salvedad de Brecht, no se trata de autores que representarían los grupos de teatro independiente. Tampoco hay mucho teatro en catalán o de autores catalanes, lo cual no acaba de encajar con la presencia de los grupos de teatro experimental que, en los mismos años, actúan en las mismas bibliotecas; aun así, hay que tener presente que algunas de las bibliotecas tenían un número significativo de lectores castellanoparlantes y ello probablemente influía en la selección de los títulos. Al final de la década de los sesenta y en los setenta se leerán y/o representarán más obras de autores catalanes y en catalán: De més verdes en maduren, de Assumpta González; Balades del clam i la fam, de Xavier Fàbregas; El llibre dels retorns, de Antoni Ribera; La fam, de Joan Oliver; El retaule del flautista y Un féretro para Arturo, de Jordi Teixidor; La ferida lluminosa y una escenificación del Poema de Nadal, de Josep M. de Sagarra; L'anunciació a Maria, de Claudel; Les mans d'Eurídice de Pedro Bloch, etc. Además de los dramaturgos extranjeros ya citados, también se representan Dürrenmatt, Gorki, Chéjov, Wesker, Molière, Ricardo Talesnik, Agatha Christie, etc. Entre los autores españoles o que escriben en esta lengua destacan Mihura y Alfonso Sastre, con dos obras cada uno, Alejandro Casona, Jaime Salom, Gabriel Celaya, Agustí de Foxà, García Lorca, etc.; también se representa un montaje sobre la obra de Miguel Hernández. Se trata, pues, de una mezcla de teatro social y de comedia y de una oferta de nuevas tendencias y de algunos autores que no tenían cabida en el teatro del régimen. Todo ello significa para varios pueblos de la provincia una actividad teatral a la cual, de lo contrario, no habrían tenido acceso.

Las conferencias de tema teatral de este período son una treintena, pero, además, muchas de las sesiones de teatro leído y de teatro-fórum tienen presentadores que conducen los debates sobre la obra. Entre los conferenciantes propiamente dichos hay críticos literarios y teatrales de primera fila y también algunos autores: Josep M. Castellet, Tomàs Roig i Llop, Josep Tomàs Cabot, Josep Sala Cornadó, M. Aurèlia Capmany, Ricard Salvat, Feliu Formosa, Els Joglars, etc. También es frecuente una nueva modalidad de conferencia que introduce pequeñas ilustraciones dramáticas a cargo de algún actor. Así, por ejemplo, Els Joglars escenifican mimodramas de las distintas técnicas en la presentación que hacen en Vallirana sobre "La història de la mímica i la seva projecció actual en el teatre"; en las conferencias de M. Aurèlia Capmany sobre "El teatre en el teatre", alumnos del EADAG ilustran algunos puntos de la presentación (Esparraguera y Olesa); en la charla de Xavier Fàbregas sobre "Santiago Rusiñol i l'actitud crítica del modernisme", Maria Jesús Andany y Josep Ruiz Lifante, de la Companyia Adrià Gual, escenifican poesías y monólogos de Rusiñol (Esplugas de Llobregat y Mollet del Vallès); en la que da en la Biblioteca Ignasi Iglésias, del barrio de Sant Andreu de Barcelona, con motivo del centenario del dramaturgo, actores del Teatre Experimental Català leen su obra Lladres, y en la del mismo Fàbregas en San Vicente de Castellet sobre Guimerà es Montserrat Carulla la que interpreta fragmentos de La filla del mar.

Atenta a una de las actividades culturales más destacada de la población, la biblioteca de Esparraguera presta mucha atención al teatro. Probablemente es la biblioteca que más conferencias organiza sobre las diversas vertientes del arte dramático (declamación, escenografía, etc.); elabora exposiciones sobre el teatro en general y también sobre la representación de La passió; acoge reuniones de la Agrupació del Teatre de la Passió y, en colaboración con el Club de Joves y otros organismos, pone en marcha tres cursos de arte dramático. En la biblioteca de Hospitalet también se hace un cursillo sobre teatro en 1970, y en Rubí se organiza en 1974 un ciclo de conferencias sobre la cultura y el teatro griegos porque un grupo de lectores prepara una obra de teatro clásico. La bibliotecaria de Rubí, Antònia Montmany, asiste con grupos de lectores a representaciones en teatros barceloneses: Hamlet, con Núria Espert; El arrogante español, o caballero de milagro, de Lope de Vega; Calígula, de Camus, y Una vella i coneguda olor, de Josep M. Benet y Jornet.

Después de este programa intenso de cine y de teatro, se pueden pasar por alto las actividades menores, como son las guías de lectura y las exposiciones bibliográficas que a veces acompañan las manifestaciones de más envergadura o los aniversarios. Sí que hay que hacer una breve mención a las lecturas y recitales de poesía que se hacen de manera esporádica. Entre los ejemplos, el recital de poesía de López-Picó en Vallirana cuando la biblioteca adopta el nombre del poeta (1967) y el que se hace en Sitges con motivo de la conferencia de Ramon Pinyol sobre "La jove poesia" y la presentación de la colección Llibres del Mall (1975). De otros actos similares se hablará en la sección siguiente de este trabajo.

 

4.3 El catalán y la literatura catalana

El análisis de este apartado se centra en primer lugar en la tarea de enseñanza de la lengua catalana que se realizó desde las bibliotecas populares, y cómo se hizo trascendiendo el trabajo cotidiano que tenían encomendado. En segundo lugar se revisa cómo retomaron las actividades de difusión de la literatura catalana cuando el régimen empezó a relajar sus políticas represivas de las manifestaciones de la cultura catalana.

En 1960 la biblioteca de Arenys de Mar organiza un primer curso de catalán a cargo de Lluís Ferran de Pol. Hasta entonces, las clases de catalán se hacían clandestinamente o casi; el Centro de Lectura de Reus, por ejemplo, no hace las primeras clases públicas de catalán hasta 1959 (Anguera, 1995, p. 607), pero se trataba de una entidad privada, y que esta enseñanza se hiciera desde una entidad de la Administración pública marcaba una cierta diferencia y probablemente significaba asumir algún riesgo —de hecho, este primer año la actividad no se reseña en la memoria del anuario. Arenys hizo cursos similares los dos años siguientes, y entre 1961 y 1962 la biblioteca de Vic organiza dos cursos de catalán en colaboración con las Juventudes Musicales y el Patronato de Estudios Ausonenses; en esta ocasión los profesores fueron Armand Quintana y la directora de la biblioteca, Elvira Bozzo. En 1965 y 1966 son las bibliotecas de San Vicente de Castellet y Esparraguera las que se suman a la organización de clases de lengua catalana. En todos los casos se trataba de iniciativas individuales, pero el hecho de que se publiquen en las memorias de los anuarios significa que contaban con el visto bueno de la Central.

Lentamente, la situación del catalán iba cambiando y, sin que se pueda hablar de normalización —esta tardaría unos años en llegar—,19 hay indicios de más permisividad en su uso. Son varios los puntos de inflexión, desde la creación de Òmnium Cultural en 1961, hasta la publicación del semanario Tele/Estel en 1966. En el mundo académico destaca la creación de la cátedra de lengua y literatura catalanas en la Universitat de Barcelona que ganó Antoni Comas en 1965; era la primera cátedra de catalán que se creaba en el país después de la guerra, y fueron necesarios veintisiete años para hacerla posible. Dos años después, la creación del Departamento de Filología Catalana en la misma universidad daría un impulso al reconocimiento del catalán dentro de la universidad. Más adelante, la celebración en 1968 del Any Fabra, con motivo del centenario del nacimiento de filólogo, que iría acompañada de actos de toda índole —académicos y populares—, contribuyó a difundir la figura y la obra de Fabra y sensibilizó a la gente de la calle sobre el catalán y la cultura del país.

En estas circunstancias, el Pleno de la Diputación de Barcelona de 31 de enero de 1967 tomaba el acuerdo de establecer aulas para la enseñanza del catalán en sus centros educativos y en las bibliotecas populares que gestionaba. El acuerdo se tomó siendo presidente Joaquim Buxó Dulce de Abaigar, marqués de Castellflorite, pero la organización de la empresa se hizo bajo la presidencia de Josep Maria de Muller y de Abadal.20 Los exámenes para profesores de catalán, convocados por la Diputación en junio de 1967, para disponer de profesorado que se encargara de los cursos, fueron un éxito: se inscribieron 394 personas y 185 obtuvieron el título que los capacitaba para la enseñanza de aquella lengua (Anuario..., 1967, p. 41–42). En noviembre hubo unas segundas pruebas y empezó un curso de catalán de nivel superior destinado a profesores que impartió M. del Carme Illa. Para Antoni M. Badia i Margarit (1970, p. 16), estas convocatorias son un hecho destacado del movimiento de defensa de la lengua y la cultura catalanas que iba emergiendo, y ciertamente fue una actuación significativa, puesto que no había ninguna titulación universitaria o de otro tipo que facultara para la enseñanza del catalán.

En el mismo mes de noviembre de 1967 algunas bibliotecas populares iniciaron los cursos de catalán, mientras que otras hacían difusión de los mismos entre la población y se preparaban para comenzarlos en enero de 1968. Los cursos en las bibliotecas de la ciudad de Barcelona eran sufragados totalmente por la Diputación, mientras que en las otras poblaciones los ayuntamientos respectivos tenían que comprometerse a costear parte de los gastos, puesto que las clases eran gratuitas. El director de los cursos de las bibliotecas populares fue Pere Bohigas, y a su jubilación, en 1971, lo sustituyó M. del Carme Illa. Pero toda la tarea de organización local iba a cargo de las bibliotecarias: desde las negociaciones con los ayuntamientos, hasta las inscripciones, la decisión de los grupos que se tenían que impartir en función del número de alumnos y de su nivel de catalán, la gestión de las salas para las clases —en algunos casos se hacían a partir de las nueve o las diez de la noche cuando la biblioteca ya estaba cerrada— o la búsqueda de locales cuando las instalaciones propias no se adaptaban a las necesidades de los cursos.

Según las memorias individuales del anuario, en el año 1967 son once las bibliotecas que empiezan las clases de catalán; las inscripciones, cuando se anotan, muestran que tuvieron buena acogida: Sitges tiene 52 alumnos matriculados; Suria, 50; Esparraguera, 47; Canet y la Biblioteca de la Mujer de Barcelona, 40, y Cornellá 37. No es posible hacer el seguimiento de las inscripciones a partir de las memorias individuales, porque este dato no se anota de manera sistemática, y la memoria general de la Central de Bibliotecas Populares sólo da los números globales para algunos de los años examinados. En la Tabla 5 se anota el número de bibliotecas que anualmente organiza clases de catalán y, cuando se sabe, el número de grupos, de profesores y de alumnos matriculados.21

 
Año Bibliotecas Grupos Profesores Alumnos
1967
11
 
 
 
1968
28
 
 
 
1969
32
 
 
 
1970
42
78
 
1.577
1971
44
82
56
1.915
1972
46
88
62
2.153
1973
47
91
62
2.231
1974
45
83
55
2.140
1975
49
 
 
 

Tabla 5. Bibliotecas que imparten clases de catalán, grupos impartidos y número de profesores y alumnos

 

Las cifras anteriores muestran el éxito que tuvieron los cursos a medida que se consolidaban, pero no dejan ver algunos datos interesantes. Por ejemplo, en 1968 las inscripciones en Sallent fueron 114; en la Biblioteca Pere Vila se matricularon 216 niños, y en la biblioteca Josep Janés y Oliver de Hospitalet los alumnos fueron 106. Después de las de Barcelona, las bibliotecas de Hospitalet suelen ser las que tienen más inscripciones: 364 en 1974, y 461 en 1975 —estos dos años los alumnos en las bibliotecas de la ciudad de Barcelona fueron respectivamente de 790 y 901. Probablemente se superaron todas las expectativas.

Anualmente se impartía algún curso de nivel superior destinado a la formación de profesores, y muchas bibliotecas organizaban grupos de varios niveles, incluidas clases para castellanoparlantes que muy pronto fueron las más numerosas en algunas poblaciones del cinturón de Barcelona —el anuario de 1974 indica que aproximadamente la mitad de los cursos de aquel año iban destinados a alumnos de habla materna no catalana. Este dato demuestra también que las bibliotecas tenían un público importante procedente de la inmigración, y que supieron atraerlo a las clases de catalán. Este es un hecho destacable, sobre todo cuando se lo compara con otras iniciativas: Pere Anguera (1995, p. 607) explica que el Centro de Lectura de Reus, que había empezado a impartir clases de catalán en 1959, no programó un primer curso para castellanoparlantes hasta el 1971, y sólo se matricularon doce alumnos —incluida una alemana. En este sentido sería interesante comprobar el impacto que tuvieron los cursos de catalán organizados por entidades como Òmnium Cultural o el Centre d'Influència Católica Femenina (CICF) entre la población castellanoparlante. Es muy probable que estas iniciativas no llegaran a los barrios de la inmigración como sí que lo hicieron las bibliotecas populares.

El profesorado provenía total o mayoritariamente de los titulados por la Diputación, y con esta titulación o sin ella —que esto no se ha podido determinar—, algunos de los profesores eran figuras de primera fila: Marta Mata impartió algunos de los primeros cursos de la Biblioteca Pere Vila de Barcelona; Francesc Vallverdú hizo las clases de la Biblioteca Mossèn Homar de Hospitalet en los años setenta; en 1975 es el periodista Ramon Barnils que da un curso de catalán en Esparraguera, y los cursos 1971 y 1972 los alumnos de Roda de Ter tuvieron a Miquel Martí i Pol de profesor. En muchas bibliotecas se hacen actos y excursiones de clausura del curso, y a veces se organizan ciclos de conferencias relacionados con la cultura y la historia de Cataluña para complementar las clases, como lo hace Cornellá en 1968 o Esparraguera en 1975.

La vocación de las bibliotecas catalanas de difundir la cultura del país no era nueva. De hecho, formaba parte del proyecto fundacional de Eugeni d'Ors, y siempre fue, hasta el final de la guerra, uno de los objetivos de sus actuaciones. Después de que cualquier expresión del catalán o en catalán fuera borrada de la vida pública durante los primeros tiempos del régimen franquista, la celebración del centenario del nacimiento de Verdaguer en 1945 significó una tímida reanudación de los actos de afirmación catalana, que también tuvieron algunas manifestaciones en la red de bibliotecas. A partir de aquel momento se harán algunas celebraciones relacionadas con la literatura y la cultura catalanas. El año 1957, cuando empieza este análisis de las actividades culturales en las populares, este tipo de actos son más frecuentes, y se puede decir que entroncan con los movimientos de renovación cultural que van penetrando en la vida del país y la fortalecen. Como en el caso de las manifestaciones teatrales y musicales y el cine, también los actos relacionados con la literatura y otras expresiones culturales catalanas trajeron un aire nuevo a las bibliotecas y pusieron en contacto a los lectores con una realidad cultural que se iba imponiendo en las ciudades más grandes.

Los centenarios y otros aniversarios de las celebridades literarias, así como los pequeños homenajes a raíz de la muerte de alguna de estas figuras, son a menudo una manera de difundir su obra con conferencias, exposiciones bibliográficas o guías de lectura. En 1958 y 1959, por ejemplo, hay varios actos en conmemoración del centenario de Joaquim Ruyra, incluidas conferencias de Antoni Comas y de Josep M. Casas. El mismo 1959 Sitges recuerda a Carles Riba y Josep Maria López-Picó, a raíz de la muerte de los dos poetas, con conferencias; otras bibliotecas hacen guías de lectura y exposiciones bibliográficas de los dos personajes. Aquel año se avanzan algunas celebraciones del centenario del nacimiento de Maragall —en Pineda y en Villafranca del Penedés con conferencias de Tomàs Roig i Llop y recitales poéticos—, y en 1960 el aniversario se celebra en muchas bibliotecas: fueron trece las que organizaron conferencias sobre el poeta a cargo de críticos reconocidos —Josep Maria Corredor, Llorenç Gomis, Pere Ribot, Joan Triadú, Rafael Tasis, Joan Teixidor o el ya mencionado Tomàs Roig i Llop— y algún recital poético; varias bibliotecas elaboran exposiciones bibliográficas y guías de lectura, y Esparraguera y Arenys de Mar organizan concursos para los lectores infantiles sobre la figura y la obra de Maragall. Este autor y Verdaguer son, con diferencia, los literatos catalanes más homenajeados en las bibliotecas populares. Los años analizados no coinciden con ninguno de los grandes aniversarios verdaguerianos; aun así se han contado unas diez exposiciones y guías de lectura sobre su figura y unas ocho conferencias sobre la vida y la obra del poeta —Tona incluso conmemora, en 1970, el centenario de su primera misa. Con respecto al autor del Càntic espiritual, dos bibliotecas —la de Cornellá y la de Tona— adoptan su nombre.

En el año 1961, cuando todavía algunas bibliotecas dedican conferencias a Maragall, otras celebran el centenario de Rusiñol y algunas más recuerdan a Josep M. de Sagarra con motivo de su muerte. Un par de años antes, Carles Soldevila había hablado de Rusiñol en la biblioteca de Puigreig y, como ya se ha mencionado en el apartado sobre teatro, unos años más tarde Rusiñol y Sagarra serán objeto de conferencias ilustradas con escenificaciones de sus obras y de representaciones teatrales; también se les dedicarán veladas, exposiciones y guías de lectura a lo largo del período estudiado. Pero al hablar de aniversarios en las bibliotecas populares destaca, por encima de todos, la celebración, en 1968, del centenario del nacimiento de Pompeu Fabra. La conmemoración fue sonada porque se enmarcó en una serie de actos que tuvieron lugar en toda Cataluña y porque tenía un claro significado de reivindicación y recuperación de la lengua y la cultura del país. Diecisiete bibliotecas de la red celebraron el aniversario con conferencias que, como era habitual, dieron conferenciantes de prestigio: Antoni Comas, Francesc Vallverdú, Joan Triadú, Pere Bohigas, Marta Mata, Josep Miracle, Josep Maria de Casacuberta, Alfred Badia, etc. Varias bibliotecas elaboraron guías de lectura para la efeméride, y otras elaboraron exposiciones bibliográficas o colaboraron en exposiciones organizadas por entidades de la población; algunos lectores infantiles viajan a Barcelona para visitar las exposiciones sobre Fabra y, como en el caso del aniversario de Maragall, también se organizan concursos sobre la vida y la obra del filólogo. Finalmente, y en referencia a los aniversarios más destacados, en 1974 y 1975 un total de doce bibliotecas se suman a la conmemoración de los 500 años del primer libro impreso en catalán; lo hacen con exposiciones bibliográficas, alguna guía de lectura y conferencias de Miquel Coll i Alentorn, Francesc Vallverdú y Joaquim Ventalló, entre otros.

Asimismo, se invita a los autores contemporáneos a las bibliotecas populares para hablar de sus obras y de literatura. En 1958 y 1959, los responsables y algunos escritores de una de las primeras colecciones comprometidas con la literatura catalana y el catalán, "El Club dels novel·listes", dan sesiones en las bibliotecas de Rubí, Cornellá y Arenys de Mar con coloquios y conferencias en las que intervienen Joan Sales, Xavier Benguerel, Aurora Bertrana, Noel Clarasó, Blai Bonet y Joan Oliver; hablan del proyecto y también de la obra propia. Joan Fuster da una conferencia en Sitges en 1959 sobre Ausiàs March. En 1960 Aurora Bertrana conduce una tertulia literaria en Rubí; Tomàs Garcés y Francesc Vicens hacen otra en Sitges, y Blai Bonet habla del novelista y Cataluña en Villafranca del Penedés. En 1961 Paco Candel es uno de los conferenciantes invitados de Tarrasa, donde habla de "La novela y la sociedad a través de un autodidacta". En 1963 Arenys de Mar organiza la velada "Pere Quart, poeta... us parlarà d'uns estiueigs remots a Arenys de Mar i us llegirà una tria de poemes" con la intervención de Joan Oliver; el año siguiente Pere Calders habla de los "Aspectes humans i literaris de Josep Carner", y al acabar la conferencia entabla un coloquio con el público sobre su novela L'ombra de l'atzavara, que había ganado el premio Sant Jordi; en 1965 es Salvador Espriu que en la misma biblioteca de Arenys de Mar da una lectura de su Llibre de Sinera, que va seguida de un coloquio. En Tarrasa, en 1964, hay otra intervención de Joan Oliver con unas "Divagacions sobre la poesia de Pere Quart", y unos años después, en 1970, Josep Pla habla en Canet sobre "Els costums catalans", Maurici Serrahima lo hace en Pineda sobre "La novel·la i els novel·listes", Xavier Benguerel conversa con los lectores de Vallirana después de hablarles de "Confidències d'un novel·lista", y Paco Candel e Ignasi Agustí glosan la figura del editor Josep Janés i Olivé cuando una de las bibliotecas de Hospitalet adopta su nombre. En 1971 Vicenç Riera Llorca habla en Pineda de "Odó Hurtado, novel·lista de l'amor", mientras que en Canet J.V. Foix lee y comenta fragmentos de sus poemas en una sesión titulada "De 'Gertrudis' a 'Darrer comunicat' sense oblidar els 'Nadals'". Foix también interviene en la Fiesta del Libro de Sitges, en 1973, con una conferencia sobre "Sitges en els meus llibres"; el año anterior, también con motivo de la fiesta de San Jorge, Sitges había invitado a Josep Pla a comentar su obra, "Josep Pla ens parla", y Montserrat Roig daba una conferencia en la Biblioteca del barrio de Les Corts de Barcelona sobre "La novel·lística catalana de la postguerra".

Además de las intervenciones de las personalidades literarias del momento, las bibliotecas también organizan conferencias sobre la lengua y la literatura catalanas en general y sobre autores concretos que van a cargo de críticos literarios y de historiadores de la literatura. Entre los autores comentados están Narcís Oller, Josep Carner, Carles Riba, Salvador Espriu o Víctor Català, entre otros. Muchos de los conferenciantes ya se han citado anteriormente: Rafael Tasis, Antoni Comas, Alfred Badia, Josep Llobera, Josep Maria Castellet, M. Aurèlia Capmany, Joan Triadú, Lluís Ferran de Pol, Joan Alegret, etc. Si se tuvieran en cuenta las manifestaciones menores de las guías de lectura o las exposiciones bibliográficas, se comprobaría que no hay casi ninguna defunción o aniversario de personalidades literarias o relacionadas con la historia y la cultura de Cataluña que pase desapercibido. Así, se encuentran algunas de estas muestras con motivo de los aniversarios del cardenal Torres i Bages y de Enric Prat de la Riba, y de la muerte de escritores e historiadores: Jaume Vicens Vives —que el 1947 había dado una conferencia en Vic sobre "La Catalunya continental i la Catalunya marítima"—, Manuel de Montoliu, Caterina Albert, Miquel Llor, Josep Roig i Raventós, Carles Soldevila, Josep Carner, Ferran Soldevila, Miquel Melendres, Ignasi Agustí, etc.

Sin sumar las conferencias sobre el arte catalán o la historia de Cataluña o los muchos actos sobre aspectos locales de la cultura catalana (artesanía, historia, geografía, autores locales, etc.), el balance de las actividades en este apartado es bastante positivo. Probablemente empezó teniendo un cierto cariz de defensa de la lengua y la cultura catalanas, pero ya en los años setenta la intención parece meramente la de difusión.

Toda esta actividad cultural luce todavía algo más cuando se la compara con la apatía que se observa en la Biblioteca de Catalunya durante el mismo período. El anuario de los años analizados incluye la memoria de la entonces llamada Biblioteca Central, y se puede afirmar que sus actividades tienen poco que ver con las que lleva a cabo el grupo de bibliotecas populares más activas. La Biblioteca de Catalunya acoge actos organizados por organismos externos —la Asociación de Amigos de la India, el Club de Amigos de la Unesco, el Istituto Italiano di Cultura, el Club de Amigos de la Futurología, etc.—, pero ella misma organiza pocas actividades, entre las cuales destaca por su continuidad la Exposición de la Producción Editorial Barcelonesa que tiene lugar anualmente y la conferencia que la suele acompañar y que nunca tiene una relación directa con la edición catalana o los autores catalanes. En 1960 celebra con exposiciones bibliográficas los centenarios de Maragall y de Albéniz que, en este último caso, se complementa con unas conferencias de Josep Maria Llorens y, en el primero, con un acto de homenaje al poeta que es presidido por "S.E. el Jefe del Estado" en su visita a Barcelona. En 1964 organiza una exposición de revistas infantiles con motivo de la iv Semana del Libro Infantil y Juvenil; el Any Fabra lo celebra con otra exposición bibliográfica que presenta Pere Bohigas; los dos años siguientes organiza exposiciones sobre Rusiñol y Higini Anglès; en 1971 colabora en una exposición bibliográfica sobre el derecho catalán a raíz del ii Congrés Jurídic Català; en 1974 celebra los 500 años del primer libro impreso en catalán con la presentación de un libro conmemorativo y acoge la celebración del cincuentenario de la Editorial Barcino. Ciertamente que hay otras actividades que tienen como objeto algún autor catalán o que son de temática catalana, pero, excepto alguna conferencia muy especializada, en general están organizadas por entidades que no tienen nada que ver con la Biblioteca. Así, pues, estas trayectorias paralelas, pero tan diferenciadas, de la Biblioteca de Catalunya y de la red de bibliotecas populares muestran que, en el período analizado, la dirección de las que dependían no tenía unas consignas restrictivas con respecto a los actos organizados; cuando menos, no imponía restricciones a las bibliotecas populares, o quizás es que le quedaban demasiado lejos.

 

5 Conclusiones

Retomando la pregunta formulada al inicio del cuarto apartado, e intentando responder las cuestiones planteadas en el apartado sobre metodología, se puede decir que efectivamente la red de bibliotecas populares estaba atenta al momento actual, con matices. En 1975 la red comprendía ochenta bibliotecas y no todas seguían, o habían seguido, las nuevas tendencias con el mismo entusiasmo. Probablemente, a mitad de los años sesenta, cuando se concentra la máxima actividad cultural y cuando el número de bibliotecas era menor, las posiciones estaban más igualadas; posteriormente se acentúan las diferencias entre las bibliotecas más activas, que lo continúan siendo, y el resto, que cada vez es más numeroso porque se añaden bibliotecas nuevas que, en general, no son tan dinámicas.

Por otro lado, si bien las bibliotecas seguían los movimientos culturales que emergían en la capital, y hacían milagros con los pocos recursos que tenían para trasladarlos a las poblaciones respectivas, no sucedía lo mismo con algunas de las inquietudes sociales y políticas que más preocupaban a la sociedad civil, sobre todo a partir del cambio de década hacia los años setenta. En este punto se habían recuperado las pautas establecidas con la creación del sistema, cuando la biblioteca se predicaba como un espacio políticamente neutral y, como en las etapas fundacionales, no se trataba de una neutralidad integradora, sino que simplemente se pasaban por alto aquellas temáticas que estaban bajo sospecha.

Al empezar la segunda etapa del régimen, las bibliotecas ya no están tan sometidas a sus dictados y los residuos que restan irán quedando relegados hasta desaparecer casi por completo. Sí que hay un fuerte vínculo con la vertiente católica del nacionalcatolicismo, que tiene una presencia bastante acentuada en muchos de los actos que se organizan en los primeros tiempos del período examinado, pero también es cierto que se concentra principalmente en unas bibliotecas concretas, y que también se manifiesta la vertiente más progresista de la Iglesia. Al final de la etapa, sólo esta última tendencia permanecerá activa en unas pocas bibliotecas, y se mostrará sobre todo con la organización de actividades con una clara motivación social.

Cuando se piensa en las bibliotecas de los años sesenta y setenta surge la imagen de unas instituciones grises y poco atractivas que es la que transmiten unas instalaciones sórdidas y unas colecciones pobres y poco estructuradas que, además, habían sufrido una censura devastadora. La política institucional de aceptar locales que no reunían condiciones y de ir creando bibliotecas sin una planificación directora no ayudan a mejorar la imagen de la red. Aun así, cuando se analiza su labor de extensión cultural y la tarea que hicieron en los pueblos donde estaban situadas para difundir tanto la cultura en general —las diversas manifestaciones musicales, el teatro, el buen cine, la literatura—, como la cultura alternativa que surgía en oposición a la oficial —los grupos de teatro independiente, la Nova Cançó, una literatura catalana que intentaba recuperar su espacio—, el balance es positivo.

La mayoría de las bibliotecas estaban muy integradas en la población, como lo demuestra la organización de unas actividades que podían atraer públicos muy variados —desde los niños y los jóvenes a los adultos, desde las personas con actitudes más tradicionales a aquellas otras que tenían unas inquietudes culturales e intelectuales que iban más allá de la "cultura" oficial—, y que se correspondían con los intereses y la cultura locales, pero también con una cultura más amplia y generosa. Las bibliotecarias supieron tejer las relaciones necesarias con todo tipo de organismos locales para que su labor fuera efectiva. El éxito de los cursos de catalán, subvencionados por la Diputación, que las bibliotecas organizaron a partir de 1967, patentizan también la aceptación que tenían en la población y el grado de confianza que despertaban; de lo contrario no habrían conseguido que tantos alumnos siguieran los cursos y que lo hiciera tanta población castellanoparlante.

El mejor momento de las actividades de extensión cultural de las bibliotecas, que es el tema que nos ha ocupado, fue la década de los años sesenta. Después, y como consecuencia de la nueva orientación de la política económica del régimen, los que eran lectores consiguieron subir su estatus social, obtuvieron mejoras económicas, tuvieron más poder adquisitivo, etc. Las bibliotecas, en cambio, no experimentaron el mismo proceso de mejora: continuaron en edificios inadecuados, con colecciones pobres, con una sola persona al cargo, sin ninguna ayuda tecnológica, etc. Tuvieron que pasar unos cuantos años para que se las dotara de manera digna. Y ahora cuando se mira al pasado desde edificios de diseño, rebosantes de tecnologías, quizás sólo se ven los tonos grises de las fotografías que se conservan de la época y no se sabe apreciar que detrás de las imágenes hay una tarea de culturalización que no se puede despreciar, una tarea que, en buena parte, era fruto del esfuerzo y la dedicación individual —con permiso de las autoridades superiores, por supuesto.

 

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Fecha de recepción: 18/02/2013. Fecha de aceptación: 08/03/2013.

 
 

Notes

1 Véase, por ejemplo, en el Anuario de 1940, la memoria de Canet (p. 192–213). Todas las memorias, excepto las de las bibliotecas de la ciudad de Barcelona, que son más parcas en actividades, incluyen las mismas celebraciones; sólo se diferencian en el tipo de actos complementarios organizados y en el tono con que hablan de la nueva etapa.

2 Las bibliotecas de Esparraguera y Palafrugell se habían inaugurado en junio y julio de 1938.

3 El Servei de Biblioteques del Front ha sido objeto de estudios monográficos. Véase: Allué, 2006, i Cugueró; Boada; Allué, 1995.

4 La Diputación de Barcelona ha mantenido la gestión de esta red hasta el día de hoy que, con el nombre de Xarxa de Biblioteques Municipals de la Província de Barcelona, comprende unas 214 bibliotecas y nueve bibliobuses (Xarxa de Biblioteques Municipals de la Província de Barcelona, 2012). Las bibliotecas de las otras provincias, juntamente con las que el Estado creó posteriormente, fueron transferidas a la Generalitat a inicios de los años ochenta; actualmente dependen de los ayuntamientos respectivos y reciben el apoyo de las diputaciones y la Generalitat. A día de hoy, el sistema de lectura pública de Cataluña comprende más de 350 bibliotecas públicas, incluidos once bibliobuses (Sistema de lectura pública de Catalunya, 2011).

5 El primer bibliobús se inaugura en 1957 y tiene el recorrido por la zona de Hospitalet, Collblanc, San Juan Despí y Sants. El segundo bibliobús, que se pone en marcha en 1960, recorre la zona norte de la ciudad: Horta, Virrei Amat, Plaza Maragall, Gracia, Sagrada Familia y Pueblo Nuevo.

6 Para la historia de las bibliotecas populares de la Mancomunitat y el estudio de sus colecciones, véase: Mañà, 2007, i Llobet, 2008.

7 El dato procede de un trabajo inédito de Assumpció Estivill (1980).

8 El vaciado de los actos de estos diecinueve años ocupa una tabla de más de 240 páginas.

9 En un correo electrónico de 2 de enero de 2013, Montserrat Prat me explica que, después de superar las oposiciones, llegaba a Sallent el 1 de marzo del 1966 con una idea clara: "fer el mateix que la Carme Grauvilardell estava fent a Sant Vicenç de Castellet: una conferència a la setmana, amb permís del govern civil".

10 En la memoria de 1973, Aurora Díaz Plaja observa que la concurrencia en el mes de agosto a la biblioteca infantil del Parque de la Ciudadela ha bajado ostensiblemente porque ahora los niños se van de vacaciones, cosa que no sucedía años atrás, cuando se inauguró.

11 La memoria de la Central no indica cómo se han recogido los datos que figuran en la tabla. En todo caso se han de leer como una aproximación a la oferta cultural y no como unas cifras definitivas.

12 A lo largo del período sólo tienen dos bibliotecarias la Biblioteca Popular de la Mujer y la Biblioteca Pere Vila de Barcelona, y las de Granollers, Manresa y Vic. Ya muy entrados los años setenta, se asigna una auxiliar a algunas bibliotecas, como por ejemplo Can Deu de Sabadell, Sallent o Singuerlín de Santa Coloma de Gramenet, pero son excepciones. A final de la etapa, la Biblioteca de San Pablo de Barcelona también es una excepción, puesto que tiene una directora, tres bibliotecarias y tres auxiliares, pero es que abre por la mañana y por la tarde y, por su capacidad y situación, tiene una gran afluencia de público.

13 Entre las revistas indizadas se encuentran Destino, Serra d'or, Índice, Mundo, Oriflama y Triunfo.

14 Durante los años estudiados, algunas bibliotecas hacen cursos de lenguas con discos de manera regular. La Biblioteca de la Mujer de Barcelona inicia cursos de inglés en 1961 y todavía los programa en 1975. La biblioteca de Sitges también ofrece cursos de lenguas con discos de manera ininterrumpida durante toda la etapa, y algunas temporadas simultanea cursos de inglés, de francés o de alemán. Canet programa cursos de francés, inglés y alemán en varias ocasiones y Puigreig, Villafranca del Penedés y Vallirana hacen algún curso de inglés. Las memorias de la Central informan de otras bibliotecas que hacen cursos de lenguas, pero probablemente no eran muy regulares o no debían de tener mucho éxito, puesto que las memorias de las bibliotecas en cuestión no los mencionan.

15 En 1973, año de la muerte de Pau Casals, son diversas las bibliotecas que hacen alguna actividad en su memoria. Además del concierto de Josep Trotta en Canet, las bibliotecas de Granollers y Villafranca del Penedés organizan audiciones de discos en recuerdo del maestro; la de Canet y las bibliotecas Pere Vila, San Pablo y Sofía Barat de Barcelona le dedican exposiciones bibliográficas, y las de Manlleu y Roda de Ter elaboran guías de lectura.

16 Por ejemplo, en 1963 la biblioteca de Vic colabora en la Semana de la Mujer, organizada por Acción Católica, en la cual, entre otros actos, hay una sesión de cine-fórum. Mir Garcia (2007) sitúa la creación de uno de los primeros cineclubs de Barcelona, el Cine Club Ingenieros, en 1963–1964, y observa que inicialmente su programación no era tan combativa: en 1967–1968 pasaba películas de Chabrol, Chaplin, Griffith, etc. No será hasta 1970 o 1971 que la programación incluirá títulos como Octubre, El acorazado Potemkin o Las Hurdes.

17 Teresa Rovira, que en los años cincuenta trabajó en la biblioteca de Esparraguera con Aurèlia Sabanés, lo explica con satisfacción y orgullo.

18 Pérez de Olaguer (2003) y Padullés (2004) hacen una crónica del surgimiento y evolución del teatro independiente; todos los grupos que actúan en las bibliotecas populares ocupan un lugar destacado en sus notas. Teatre Viu, uno de los grupos más influyentes, es objeto de la tesis doctoral de Ciurans Peralta (2004).

19 La incorporación del catalán en el sistema educativo no se produce hasta 1978, después del restablecimiento de la Generalitat ("Real decreto 2092/1978, de 23 de junio, por el que se regula la incorporación de la lengua catalana al sistema de enseñanza en Cataluña", Boletín Oficial del Estado, n.º 223 (2 de septiembre de 1978), p. 20.563–20.564). <http://www.boe.es/boe/dias/1978/09/18/pdfs/A21810-21812.pdf>.

20 La Vanguardia, de 14 de septiembre de 1964, p. 22, incluye una entrevista con Josep M. de Muller i d'Abadal sobre el tema. M. del Carme Illa, que estuvo muy implicada en estos cursos, me explica que, según cree recordar, el presidente de la Diputación se comprometió a organizar cursos de catalán en algún acto público; después, hubo tantas presiones que ya no fue posible dar marcha atrás.

21 El número de bibliotecas es el que consta en la memoria general de la Central de Bibliotecas Populares. El anuario de 1975 no incluye datos de los cursos; las que se anotan en la tabla se han derivado de las memorias individuales de los anuarios; son aproximadas con tendencia a la baja, ya que alguna biblioteca no da el número de inscripciones.

 

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